En las últimas semanas la opinión pública se ha revolucionado por una puesta en escena de la comunidad gay, en aparente eclosión: el Premio Nacional de Literatura y Pedro Lemebel; la salida del clóset del militar Mauricio Ruiz de la mano del MOVILH; y la renuncia a RN de Cristián Loyola, debido a su «salida del clóset» (y su vinculación a Amplitud).
La consigna es «salir del clóset»: asumirse y visibilizar, en este caso, sólo la diversidad sexual. Se quiere comunicar las limitaciones, trampas y sesgos cuando un@ es testigo del impacto social que significa la experiencia de la visibilización de la diferencia.
No es suficiente la diversidad por la diversidad. Como si dar cuenta de una opresión, de tipo sexual, fuera suficiente para dar por cumplida las distintas opresiones: el patriarcado mismo de la mano del capitalismo.
Tanto Ruiz como Loyola representan el ideal de hombre heteronormado. Una identidad de género obediente con lo masculino. Está perdonado ser gay si sigues representando el ideal heterosexuado. Junto con lo anterior, Ruiz pertenece a uno de los ideales androcéntricos: la fijación en la violencia, que viene por su vínculo con las FFAA. La figura del macho dominante se potencia con la Marina, y define al hombre, más allá de ser gay o no. Por su parte, Loyola es el animal político, el hombre masculino que ejerce el poder (violento también en último término). La violencia y el ejercicio político ayudan a salir del clóset.
El tipo de diversidad que se promueve, que gana espacios, que convive tranquilamente con las instituciones, obedece a la derecha neoliberal. El tipo de ser humano sexuado y su privilegio, en definitiva, viene por cumplir con una serie de requisitos: heteronormado, violento y neoliberal.
Pedro Lemebel proviene desde el margen, tanto político como genérico. Pensarse no como ganador del Premio Nacional de Literatura, sino como Reina de la Primavera, habla de una disidencia sexual. Su trabajo escritural, subversivo y cochino, lejos de la violencia y la política, hablan de muchas otras diversidades en juego.
Cuando se encapsulan estos tres casos en el amplio y ambiguo campo de la diversidad sexual, se reduce la posibilidad de ubicar otras diversidades, con sus correspondientes formas de opresión. En este caso heteronormativa e ideológica.
Siendo un acto desobediente, el acto de salir del clóset disminuye su impacto cuando el que toma la decisión es el hombre de derecha, el hombre masculino, el hombre que se adhiere al proyecto militar, político y económico, de una clase política que determina una forma de ser nacional. Esta forma está caracterizada por el terrorismo de estado, la estigmatización y persecución de la protesta social, y la convicción de formular los derechos básicos (educación, salud, previsión, transporte) como bienes de consumo.
El tipo de diversidad que se promueve, que gana espacios, que convive tranquilamente con las instituciones, obedece a la derecha neoliberal. El tipo de ser humano sexuado y su privilegio, en definitiva, viene por cumplir con una serie de requisitos: heteronormado, violento y neoliberal.
La diversidad por la diversidad se queda corta, pensar que lo sexual es la única forma de llevar a cabo la segregación y la violación a los derechos humanos es reducir el problema de lo humano en un contexto tan radical como el chileno.
El reconocimiento de la diversidad sexual conlleva también otro tipo de discriminaciones, segregaciones y formas de opresión, que se vinculan con la heteronormatividad: la coacción estatal, la violencia legítima, el neoliberalismo y la mentira que significa la homologación del Estado con la Nación.
La invitación, entonces, es estar atent@ a las distintas formas de opresión, y no realizar actos celebratorios del actual estado de opresión. Celebrar y vivir la diferencia es estar atent@ a las formas de opresión de sexo-género, económica y racista.
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