La Real Academia Española de la Lengua define «monstruo», en su primera acepción, como: “Ser que presenta anomalías o desviaciones notables respecto a su especie”.
La figura de Omar Mateen, autor del ataque a la discoteque de ambiente gay Pulse en Orlando, la madrugada del pasado Domingo 12 de junio, que terminó con la vida de 49 personas, se ha transformado en un nuevo monstruo social. Así, por lo menos, parecen indicarlo los diversos calificativos que se le han dado a él o al acto que perpetró.Detrás del gatillo que asesinó a 49 personas en Orlando no sólo había un monstruo sino una sociedad enferma de discriminación. Debemos revisarnos para generar un real cambio que nos permita, como sociedad, asegurar un nunca más.
Ya pasados algunos días de la tragedia, continúan las interrogantes sobre las motivaciones del ataque, sin embargo nadie parece preguntarse el origen del monstruo: ¿De dónde surgen estas personas capaces de realizar estos actos?
Nadie parece hacerse este cuestionamiento o, al realizarse surgen, casi de inmediato, las voces que señalan que nada puede justificar este tipo de actos, terminando así con cualquier posible discusión al respecto.
A mi entender cuestionarse sobre cómo llega a formarse una persona capaz de cometer este tipo de delitos, no sólo es necesario sino también el punto de inicio para poder decir nunca más.
Resulta fácil hacer de estas personas monstruos sociales como lo hemos hecho en Chile con los atacantes de Daniel Zamudio o con el agresor de Nabila Riffo. El monstruo es detestable, ajeno a este mundo y bajo ese entendimiento no nos hacemos responsable de la cuota que nos toca a cada uno de quienes conformamos esta sociedad.
La escritora Mary Shelly planteó, ya a comienzos del siglo XIX, este cuestionamiento en su novela Frankenstein o el moderno Prometeo, relato conocido por la mayoría de nosotros, pero pocas veces comprendido del todo. El monstruo, creado por el doctor Frankenstein, es producto de su ambición personal por conocer el origen de la vida, sin embargo su creación se sale de control rebelándose en su contra, lo cual desencadena la persecución de todo el pueblo contra la criatura.
De este modo, Omar Mateen, los agresores de Daniel Zamudio e incluso el atacante de Nabila Riffo se transforman en los modernos monstruos de Frankenstein, siendo perseguidos sin ninguna reflexión respecto a su creación, irguiéndose como chivos expiatorios de una sociedad que no se responsabiliza por la creación de estas aberraciones.
Al igual que Frankenstein estos monstruos son creados a pedazos, en este caso con retazos de una sociedad discriminadora, los cuales son aportados por todos nosotros. En cada chiste discriminador, en cada negación de derechos, en cada acoso callejero y en cada discriminación que consideramos de poca relevancia y naturalizamos, se lanza a este mundo un trozo de este Frankenstein que tarde o temprano surgirá para horrorizarnos.
Seguramente, para quienes entienden el mundo en blanco y negro, creerán ver en esta reflexión una especie de justificación a estos hechos, pero no es así. Por supuesto que sus autores deben ser condenados y castigados por este tipo de actos, sin embargo ello no obsta a que debemos entender o al menos cuestionarnos que hay una responsabilidad que nos cabe a cada uno de nosotros en este tipo de hechos, revisarnos para generar el real cambio que nos permita, como sociedad, asegurar un nunca más.
Detrás del gatillo que asesinó a 49 personas en Orlando no sólo había un monstruo sino una sociedad enferma de discriminación.
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