Este martes la ministra del SERNAM presentó una denuncia por incitación al odio contra un usuario de la red social twitter que subía fotografías de mujeres con sobrepeso y se burlaba explícitamente de ellas, incluso deseándoles la muerte.
A raíz de ello, ha existido un apoyo transversal a la actuación de la Ministra, que comprendió de inmediato que las descalificaciones a un grupo, aunque sean simbólicas y aparentemente inocuas (como podrían ser las amenazas de un usuario desconocido en la red social a personas con las que se cruza en la calle y que ni siquiera las enfrenta directamente), representan una amenaza para una convivencia social armónica.
También el Presidente ha sido cuestionado estos últimos días por contar un chiste en la Cumbre Iberoamericana en México en que sostiene que “una dama que dice que sí, no es una dama”. Ante el incidente, la misma Ministra Schmidt ha expresado valientemente lo inconveniente del chiste, aunque lo haya pronunciado su jefe directo. Dos casos recientes de discriminación, una respuesta directa y congruente por parte de la autoridad sectorial del Servicio Nacional para la Mujer.
Por eso resulta tan llamativo que ciertas discriminaciones sean rápidamente atendidas, mientras otras que han ocurrido recientemente en nuestra sociedad fueron silenciosamente toleradas, como lo ocurrido en el incidente de Labbé semanas atrás.
Todas las discriminaciones debieran ser condenadas con la misma firmeza y prontitud.
Dicho eso, me parece que socialmente es muchísimo más grave que una autoridad local elegida democráticamente, como es un alcalde, incite al odio homenajeando a un torturador y reconocido violador de los derechos humanos, tal como consta en los más de 24 condenas judiciales en su contra. ¿Acaso ese homenaje no es exactamente discriminar a las víctimas, ninguneando los atropellos y vejámenes que sufrieron? ¿Y esa discriminación no es producto, exactamente, de que quien las ha hecho es una persona cercana al Gobierno y quienes han sido afectados son, muy presumiblemente, opositores a este?
El mismo argumento utilizado por Labbé de que se debe respetar su libertad de expresión es refutado por el SERNAM: la libertad de expresión tiene sus límites, especialmente cuando se pretende menoscabar los derechos fundamentales.
Me quedo también con una última reflexión: en una sociedad solidaria y libre, un buen punto de partida es reconocer que todos podemos involuntariamente discriminar a otro sin darnos cuenta, al atribuir cierto comportamiento o actitud a una característica específica de una persona (como su raza, origen, clase social, religión, etc). Le puede pasar al Presidente, como le puede pasar a un alcalde, a cualquier ciudadano y, por supuesto, a nosotros mismos.
Pero lo que resulta intolerable es que, ocurrida una discriminación, se permanezca en la inacción.
* Entrada escrita por Matías Montenegro Cooper, psicólogo, Genera
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Foto: Kena Lorenzini
Comentarios
07 de diciembre
Tres discriminaciones y que han tenido tres reacciones aparentemente desproporcionadas entre sí. Cada cuál hará su propia valoración pero coincido que la del homenaje a Krasnoff es la más violenta de todas y, sin embargo, fue la que recibió la respuesta más tibia del gobierno.
Me surge la duda, también, cuál es la mejor respuesta para cada discriminación. Hoy publica Andrés Azócar en El Dínamo sobre la reacción de Sernam ante el caso del tuitero que ofendía a mujeres. ¿Es la demanda en tribunales la respuesta? ¿Debemos pedirle al Estado que actúe en cada una de este tipo de situaciones que ocurren en nuestra vida diaria? ¿No tienen las redes sus propios mecanismos de reacción?
http://www.eldinamo.cl/blog/en-defensa-del-troll-o-algo-asi/
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07 de diciembre
Sin dar un juicio respecto a si es o no es cuplable, quisiera preguntar: ¿es igual de grave, ofensivo y repudiable, el decirle «gordo» a alguien, que decirle «ladrón»; o peor aún, «asesino»?
Digamos que hay casos donde se ha comprobado la culpabilidad de alguien, en cuyo caso el epíteto es justo…pero, en casos donde no es así, ¿por que no es igual de grave que cualquier persona o medio de comunicación pueda dar ese adjetivo a alguien? ¿por que decirle «gordo», «feo» o «afeminado» es peor que motejarlo de «ladrón» o «asesino»?
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