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Homosexualidad y doble discurso: Análisis de columna de Tere Marinovic

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Como en todas sus columnas, Tere Marinovic busca mostrarse controversial mediante irresponsables afirmaciones autoproclamadas por la autora como extremistas (se define a sí misma como católica, de extrema derecha y ultraconservadora), pero que no pasan del nivel de mera opinión sin evidencia alguna ni respaldo. Esto sin mediar reflexión sobre el daño que causa su discurso de odio.

La sociedad occidental ha logrado importantes avances en materia de DDHH; esto mediante la secularización real de la mayoría de los estados, descontando España, EEUU y ciertos países latinoamericanos. Actualmente, después de 24 años de democracia, Chile vive un momento de transición y apertura en materia de reivindicación de derechos humanos: se plantea el acceso a educación de calidad por parte de los marginados del sistema, con mucha fuerza y popularidad, y por primera vez en 24 años; acceso en las mismas condiciones que la gente rica, y a las mismas instituciones, por más que figuras como Ena Von Baer defendieron, sin argumentos y sin cesar, el derecho de los padres a elegir que sus hijos no estén en colegios “mezclados” socialmente.

En materia de género se debate en la agenda pública la reivindicación de derechos de mujeres (derecho a la vida) y de las llamadas “minorías sexuales”, título político que proviene de la heteronormatividad, para agrupar orientaciones no heterosexuales. Es en este contexto que el discurso homofóbico y de odio se ha vuelto impresentable en público, aun para quienes promueven el odio y la segregación por adherencia a grupos religiosos o de extrema derecha. Figuras políticas de este sector, ante el matrimonio igualitario, dan la misma respuesta; indoctrinados, son intercambiables entre sí al opinar: “Las personas homosexuales merecen respeto y dignidad. Tengo muchos amigos gay. Pero…pero contradice la Biblia, no es natural, se trata de gente enferma, etc.”

Vimos en un debate presidencial de las últimas elecciones a Claudio Orrego, nervioso, pidiendo que fueran tolerantes con su intolerancia, que respetaran su opinión (falacia per se: el derecho a opinar no valida la opinión) aun antes de emitirla. Dijo que el matrimonio debe ser como lo estipulan la Biblia y sus creencias personales (aun pretendiendo ser presidente y representar a todos los chilenos), que se ha reunido con agrupaciones gay y no quieren casarse, sino votar por él. La crítica política atribuyó a esos minutos de sintonía, y a declaraciones previas sobre el tema, el bajísimo porcentaje de personas que votaron por él en las primarias de la izquierda.En cambio: “La sociedad evoluciona y yo también evoluciono”, declaró la actualmente Presidenta Bachelet en el mismo debate.

Recordemos la dura reacción del país y Movilh ante la declaración de Kike Morandé en una lamentable entrevista: “no me gustaría ver a dos gallos pololeando frente a mí (…) soy homofóbico”. Un muy difundido tweet decía: “A mí no me gustaría ver a Kike Morandé pololeando frente a mí”. Muchos pueden sentir eso, aunque no le quitarían al conductor televisivo su derecho a pololear.

La sociedad chilena está cambiando y la generación que nació después de la dictadura tiene otra visión sobre derechos humanos y género. Los adolescentes viven la sexualidad con mayor apertura y tranquilidad, independientemente de su orientación sexual. Han surgido incluso nuevas identidades de género y tipos de orientación que sobrepasan por mucho los binarismos hombre/mujer y homo/hetero, tales como: andrógino, queer, transgénero, etc. Orientaciones como pansexual, intersexual, asexual, las relaciones poliamorosas; en fin, la diversidad sexual ha abierto 56 nuevas opciones de género en Facebook de EEUU, siendo que en los países más pluralistas sólo se consideraba una tercera: “Otro”.

Quienes aún promueven la homofobia en la sociedad son señoras y señores que participaron o adhirieron a la dictadura; cómplices de secuestros, torturas y matanzas brutales que califican meramente como “excesos”. Sin embargo, paradójicamente se hacen llamar nada menos que “pro vida” porque les importa la existencia de un feto inviable por sobre la vida real de una mujer nacida. O, como en el caso de Jorge Reyes, ex rostro de Fundación Pro Vida, quien dedicó su vida a defender la existencia de células, pero justificó la tortura y homicidio de Daniel Zamudio por tratarse de un homosexual.

Es en este contexto que, siendo tan masivo Internet, contando cualquiera con cierta plataforma, figuran en los medios personas que emiten juicios más allá de lo razonable y con nula competencia en la materia. Contando con cierta tribuna en El Mostrador, en una columna publicada en ese diario, Tere Marinovic afirma que la homosexualidad es una anomalía, una enfermedad que puede prevenirse con terapias, asociada a problemas siquiátricos, dolor, infidelidad y enfermedades de transmisión sexual como el Sida. Por supuesto, sin más evidencia que su propia opinión, falacias y sesgos en las fuentes, las cuales tampoco estuvieron disponibles. Sin embargo afirma: “Los homosexuales merecen todo mi respeto y yo prestaría mi rostro para defenderlos si eso fuera lo que está en juego. (…) pueden realizar muchos trabajos, el educativo incluido, de mejor modo que un heterosexual.” Esta bloguera católica de ultra derecha figura en Google en titulares como “La voz provocadora que dispara contra moros y cristianos”; “La nueva atrevida de la derecha”; “Políticamente incorrecta”. Sin embargo, pese a haber construido cuidadosamente una imagen pública de opinóloga controversial y radical, sin complejos ni censuras, añade esta breve cláusula y declaración de respeto, defensa heroica y hasta admiración por personas “anómalas” y “enfermas” para que su discurso no sea tan impresentable. Es decir, recurre, a la fuerza, al formato de doble discurso que caracteriza a su sector político. Recurre a la retórica.

Estructurando su columna como defensa de la homofobia, utiliza el discurso forense de la retórica clásica, de manera consciente o no, pero debería conocerlo si es licenciada en filosofía. Comienza con un exordio, apelando al lector mediante el continuo uso de la segunda persona singular, para identificarlo con su planteamiento (“la homosexualidad es una anomalía”). Comienza victimizando la homofobia y realizando una defensa de sí misma, principalmente mediante la fórmula de modestia afectada, tal como aconseja la retórica clásica en el discurso forense o de defensa (Cicerón, Quintiliano).

Intenta la identificación de su persona privada con su lector modelo, mediante una valoración de la supuesta tolerancia, respeto, libertad de pensamiento y no enjuiciamiento de los otros que paradójicamente promueven sus creencias católicas según ella. Luego sigue con la misma estructura del discurso forense: 2. Narración de la situación hipotética de un hijo homosexual. 3. Prueba, elaborada mediante una falacia rotunda: presentar datos estadísticos como evidencia sin proponer una tesis que esos datos respalden; ni siquiera una explicación de los mismos. Tampoco la fuente. Simplemente dispara estadísticas como prueba de que los homosexuales sufren.

Tere, ¿no sería mejor que contribuyeras a que no se den esas situaciones y sufrimiento, las cuales se dan por causa de gente de tu sector político y religioso, incluyéndote? ¿Se combate el bulling creando conciencia de convivencia, o demonizando a las víctimas, o a sus padres, incluido el bulling a hijos de padres homosexuales? Sin citar, sin dar cifras ni fuentes, sólo apelando al poco confiable sentido común, dices que los homosexuales sufren por amores imposibles. ¿Los heterosexuales no? Dices que corren mayor riesgo de contraer enfermedades venéreas. ¿La heterosexualidad otorga inmunidad a esas enfermedades? ¿Hay alguna falacia argumentativa que no hayas incluido en tu columna, algún respaldo, algo coherente más allá de que simplemente eres homofóbica porque eres católica? Finalmente: 4. Peroración: Ella respeta a los homosexuales (según ella), pero su lealtad está nada menos que con el matrimonio del Estado. Nada que decir.

Se trata de un discurso homofóbico y, por ende, irracional, presentado sin disfraz y, a la vez, mal camuflado como conciencia sobre el bienestar de padres e hijos, de homosexuales y heterosexuales. Como en todas sus columnas, Tere Marinovic busca mostrarse controversial mediante irresponsables afirmaciones autoproclamadas por la autora como extremistas (se define a sí misma como católica, de extrema derecha y ultraconservadora), pero que no pasan del nivel de mera opinión sin evidencia alguna ni respaldo.

Esto sin mediar reflexión sobre el daño que causa su discurso de odio a miles de personas reales, de carne y hueso, que sufren y son discriminadas y sobrepasan abundantemente el 3% que ella les adjudica, tanto en la especie humana como en el reino animal.

Cualquiera puede expresar su opinión en su blog personal, sin mayor difusión, pero Tere Marinovic cuenta con cierta tribuna. No sé si es consciente de que El Mostrador no es un medio de derecha ni conservador, sino que simplemente se da cobertura en algunos espacios a ciertos personajes caricaturescos de lo absurdo y lo grotesco de cierto conservadurismo de derecha demasiado extremista, como ella y Hermógenes, su ídolo y mentor. Cierto caballero de la Fundación Augusto Pinochet también tuvo cobertura en sus opiniones, orgulloso de poder expresarse en una entrevista… en The Clinic. La columna de Marinovic, en el tono y la argumentación, está en el mismo nivel que cierto tweet de que Valparaíso se incendió porque se debate el matrimonio igualitario. La diferencia de educación no separa en pensamiento a la autora del pastor, aunque ella sea más letrada.

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