Hace algunos días, el rector Carlos Peña, refiriéndose al encuentro anual de la Sofofa, sostenía en su columna de El Mercurio que quienes allí se reúnen presentan sus puntos de vista como si fueran reflexiones imparciales, hechas en el interés de todos. Algo similar sucede con Enade año a año. En 2011, nuevamente se dispondrá de amplia cobertura mediática, y durante todo un día, en los días previos y en los posteriores, se replicará un diagnóstico “imparcial”, que en particular, este año no contempla a la mitad de la población.
Se propone debatir sobre los movimientos sociales, sus razones e implicancias. Y, sorprendentemente, todos los panelistas, los 20 destacados analistas, empresarios y autoridades, son hombres. Llama la atención que quienes organizaron el evento no hayan logrado visualizar la importancia de contar con mujeres, especialmente al dedicar una jornada para analizar un estado de malestar profundo, de descontento social generalizado.
Según los convocantes, ¿Vox populi, vox dei? se enmarca en un ambiente de incertidumbre económica mundial, tensión social y grandes cuestionamientos, por lo que ofrece una reflexión profunda sobre los mayores desafíos de hacer empresa en el mundo actual. ¿Qué le falta a esa reflexión profunda? Considerar el análisis y la opinión del 52% de la población. Resulta increíble que, a pesar de los múltiples discursos, se siga excluyendo a quiénes conforman más de la mitad de la población.
¿Por qué el empresariado chileno no ha incluido mujeres para realizar este análisis? Una hipótesis es que no las ven; otra es que no las consideran pares y otra es la esbozada por una alta autoridad gremial, quien sostiene que para eventos como este se convoca directivos y, como es por todos y todas conocido, las mujeres no están en estos cargos.
Respecto a ese último argumento, cabe destacar que estamos frente a una tautología. No encuentran mujeres porque no están en esos cargos y no están en esos cargos porque no son promovidas, y no son promovidas justamente por quienes no las encuentran. En un reciente estudio realizado para el Sernam, Andrea Tokman documenta que las mujeres prácticamente no tienen representatividad en la cúspide de las empresas chilenas. Por ejemplo, de los sillones de los directorios de empresas IPSA solo 1% son ocupados por mujeres. Más aún, sabemos que esta falta de representatividad se produce ya a niveles previos a los directorios o gerencias.
En un trabajo reciente, Charles Jones, de la Escuela de Negocios de Stanford, junto a otros tres destacados economistas, estiman la contribución de la diversidad al crecimiento registrado en Estados Unidos entre 1960 y 2008. Encuentran que ésta es significativa: entre 17% y 20%. Más allá de la evidencia macro, existen también otros estudios que documentan el aporte que las mujeres realizan en las empresas en términos tanto de retorno como de ambiente laboral. Por lo tanto, hay algo que el empresariado chileno no está viendo, y que sí se está viendo en el resto del mundo.
Finalmente, y no menos importante, el desarrollo es un proceso de expansión de libertades igualitario para todas las personas. Lograr que este progreso, esta expansión, alcance tanto a mujeres como a hombres debiera ser un objetivo central. ¿Por qué abstenerse de promover ese objetivo?
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* Andrea Bentancor es Directora de Estudios de Comunidad Mujer.
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