La escuela debiera emocionar, atraer, reencantar, entretener, acompañar y orientar a los niños de hoy, tratando de ser mínimamente invasivos, para que éstos puedan desarrollar la maravillosa aventura de aprender por si mismos.
El movimiento estudiantil en el año 2006 y 2011 ha puesto en cuestión el modelo educacional chileno. Por tanto, es deber nuestro que la comunidad, en todos sus niveles, se pregunte acerca de los fines de la educación. Por mi parte, he reivindicado que el fin último de la educación es la felicidad y en torno éste se debiera dibujar el nuevo paisaje de la educación de nuestro país.
Para dilucidar la incógnita, en mi opinión , debemos responder la siguiente pregunta: ¿cómo son los niños de hoy? Son hiperactivos; triple – pantallas; hipertextos; aprenden haciendo; autónomos; lúdicos; nativos digitales; tienen un desarrollo neuronal distinto; silenciosamente ruidosos , conciben el error como un detalle dentro del aprendizaje y son amigos de los amigos y de lo virtual.
A partir de esta señal, debemos apostar por un nuevo paradigma, cuyo fin último en la educación debiera ser la búsqueda de la felicidad.
La escuela debiera emocionar, atraer, reencantar, entretener, acompañar y orientar a los niños de hoy, tratando de ser mínimamente invasivos, para que éstos puedan desarrollar la maravillosa aventura de aprender por si mismos.
La semana pasada, nuevamente el movimiento estudiantil nos ha sacado a todos y a todas al pizarrón, en torno al SIMCE. Desde mi perspectiva, debiéramos soltar las amarras de la escuela. Para ello, tendríamos que cortar “la cola al perro” pues, ésta , el SIMCE , mueve y subordina al curriculum, a la escuela , a la comunidad escolar y al país en su conjunto. Haciendo que la escuela no responda a los intereses de los niños y niñas de hoy.
La escuela de hoy es aburrida, homogeneizante, punitiva, y principalmente, responde a un mundo que se quedó pegado en el siglo pasado.
En síntesis, el curriculum instalado, en este país, busca resultados para verificar “la inversión” más que medir la calidad. Y por ello, la escuela se enajena por subir los puntajes en el SIMCE.
En otras palabras, desde la Escuela Internado G -35 de Visviri de la Región de Arica y Parinacota hasta la escuela F-50 de Villa las Estrellas de la Región de Magallanes y la Antártica de Chile, tienen el mismo curriculum diseñado, planificado, organizado, administrado, controlado y medido por el nivel central.
Dicho lo anterior, en otros términos, las escuelas compiten de la misma manera, en el SIMCE, como si las 15 Regiones, 54 provincias y 345 comunas fueran idénticas. Y si quisiéramos complementar el análisis diríamos que el curriculum imperante es basado en objetivos, donde las bases institucionales son los contenidos y sus paredes refractarias son el conductismo y la memoria de corto plazo.
Pensando en la enseñanza media deberíamos cuestionar el orden establecido en torno a la educación humanista científico. Puesto que hoy no es ni humanista, ni mucho menos “científica”. ¿ Y si fuera tecnológica, en base a proyectos, vinculados a los gustos, habilidades , talentos y emociones de los adolescentes?
Y si en la educación terciaria sus modelos curriculares fueran de corta duración, 3 años y basado en competencias, conectados con los seres colaborativos, buscando agregar valor?
En resumen, estamos convocados a conversar, a debatir, a escucharnos de manera empática, y dispuesto a llegar acuerdos, desde la mirada de los niños y niñas de hoy, considerando su diseño neuronal y las innovaciones de las tecnologías.
Ahora debemos salir todos al pizarrón o a las pizarras interactivas a responder las preguntas que nos han puesto los estudiantes de nuestro país..
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