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¿Son socialmente justas las escuelas y liceos de Chile?

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Evaluar las organizaciones educativas desde una perspectiva de justicia social permite hacer visible una serie de problemas en la organización, el funcionamiento y las relaciones al interior de escuelas y liceos. Bajo una mirada de justicia social es posible detectar en forma sistemática y rigurosa fenómenos muy dañinos para el desarrollo de los ciudadanos. Algunos de estos fenómenos son:


Para evaluar las instituciones desde esta perspectiva es indispensable contar con un marco explícito de justicia social que sea compartido por la comunidad educativa.

1.Problemas de distribución del personal, servicios y ayudas asociados a las escuelas y al proceso educativo (reparto de docentes, acceso a becas de alimentación, actividades extra escolares, acceso a apoyo pedagógico fuera del aula y asistencia psicopedagógica, acceso a bibliotecas y museos, actividades deportivas y artísticas, entre otros). Estos problemas generan bajos niveles de aprendizaje en algunos grupos sociales.

2. Problemas de discriminación y segregación institucionalizadas por rendimiento académico, etnia, nivel socio económico. Este tipo de problemas genera marginación social y económica de los afectados, entre otros.

3. Problemas de organización y gobierno al interior de las instituciones educativas, tales como ausencia de procesos democráticos como la deliberación y participación de todos los afectados en la toma de decisiones. Este tipo de prácticas no contribuye a la formación de ciudadanos democráticos.

4. Problemas de relaciones sociales marcadas por la violencia simbólica y física entre los miembros de la comunidad. Este tipo de problemas suele estar asociado a la imposición de políticas públicas o herencia de procesos históricos y sociales no resueltos. Desde una perspectiva de justicia social, para enfrentar este tipo de problemas se puede postular una explicación y soluciones sistémicas.

Para evaluar las instituciones desde esta perspectiva es indispensable contar con un marco explícito de justicia social que sea compartido por la comunidad educativa. Un marco de justicia social es simplemente un conjunto de principios éticos formalizados en características institucionales y resultados deseables que iluminan el quehacer educativo y permiten su evaluación. En mi opinión, este marco de justicia social solo podrá construirse legítimamente a partir de un proceso de sensibilización y diálogo fraterno iniciado desde los actores principales de la educación: profesorado, estudiantes, directivos y familias.

Un buen punto de partida para construir este marco de justicia social que permita evaluar nuestras escuela es revisar algunas investigaciones que ya existen sobre el tema. Por ejemplo, según Carlisle, Jackson y Georfe (2006) los centros educativos socialmente justos son aquellos que:

a). Promueven la inclusión y la equidad.

b). Mantienen altas expectativas, ofrecen ambientes de aprendizaje diversos y empoderan a los estudiantes de todos los grupos sociales.

c). La misión de la escuela, las estructuras de asignación de recursos, las políticas, los procedimientos y el espacio físico muestran su compromiso con la creación y el mantenimiento de un ambiente socialmente justo.

d). Desarrollan una educación e intervención en Justicia Social en forma directa y explícita en el currículum.

¿Son socialmente justas las escuelas y liceos de Chile según los planteamientos de Carlisle, Jackson y Georfe (2006)? Sin duda es un tema en desarrollo que tiene muchas aristas y que de retomarse podría vitalizar una perspectiva dejada un poco de lado en cuanto a la mejora de las escuelas en Chile y todo el mundo. Desde mi punto de vista, los más indicados para dar respuesta a esta cuestión son los actores principales que día a día participan de la tarea de educar y educarse. Si los actores fuésemos capaces de sensibilizarnos unos a otros e iniciar un diálogo no beligerante ni competitivo, sino un diálogo fraterno para construir un marco de justicia social, tal vez entonces, y solo entonces, podríamos caminar hacia la utopía, nuestra utopía.

Referencias

Carlisle, L. R., Jackson, B. W., y George, A. (2006). Principles of Social Justice Education: The Social Justice Education in Schools Project. Equity & Excellence in Education, 39(1), 55-64. doi:10.1080/10665680500478809

TAGS: #Reforma Educacional Educación

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16 de junio

Sr. Stuardo:

Me interesó su columna al hablar de la justicia social en los establecimientos educacionales del país y mi comentario va hacia la educación pública (municipalizada) puesto que de los establecimientos subvencionados y privados se tiene poca infomación concreta, ya que son casi como otro universo, con un lado muy oscuro por cierto.
La justicia social, no puede concretarse en lo cotidiano porque no es una pastilla que se receta a todo ciudadano, es un concepto que debe primero hacerse parte de cada individuo y probablemente es allí donde esta anhelada búsqueda se muere nonata: No somos justos.
Tal parece que en nuestra decadente sociedad los que «tienen que hacer algo» siempre son los otros, unos otros que -supusimos en algún momento- eran los líderes que elegimos para conducir políticas públicas. No es necesario enumerar todos los casos que nos han revelado la verdad respecto a esos «elegidos». Entonces el sistema educativo chileno, tal como la sociedad toda, está en esa crisis de la injusticia que parte desde cada uno.

1.Problemas de distribución del personal, servicios y ayudas asociados a las escuelas y al proceso educativo: La municipalización de la educación fue vendida como un intento de «descentralizar» el sistema, pero fue infestada por el virus de la politiquería. Las ollas de grillos en los DAEM, los bandos de amigos y enemigos de los ediles de turno marcan la distribución del personal docente, de asistentes de la educación y hasta de servicios sociales anexos. Imposible no mencionar los malos manejos de dineros SEP.
2.Problemas de discriminación y segregación: No solo se «rotula» a los colegios desde lo externo, dentro de las unidades educativas hay serios problemas en cuanto a cómo ven a sus propios alumnos.
3. Problemas de organización y gobierno: Nuevamente la politiquería, el revanchismo, la desconfianza, la falta de unidad y la pérdida de la conciencia del trabajo profesional. ¿Para qué están en un colegio las personas que trabajan en él? Los estamentos directivo y docente se pierden en la problemática laboral -no menor- y las consecuencias las pagan los más débiles: los alumnos.
4. Problemas de relaciones sociales: Son muchos los establecimientos educacionales en donde los trabajadores viven en un clima tenso, que se reproduce en todos los ámbitos.
A la pregunta que titula su columna respondo taxativamente: ¡No! Hay mucho que cambiar, partiendo por la ética de quienes están llamados a construir un mejor país para todos: ¡cada uno de nosotros!

Saludos.

17 de junio

Yo comparto en muchos sentidos su comentario. El actual proyecto de Carrera Docente busca visibilizar la profesión con lógicas empresariales individualistas. Grave error, pues dichas prácticas no cuadran siquiera en los modelos exitosos o «eficientes» en que existe una comunidad de personas (no de colaboradores), en que hay soporte mutuo, redes de apoyo y altas expectativas motivantes.

El afamado estudio «7 para 7» (de Mariana Aylwin) ya dijo hace mucho que las escuelas pobres y «socialmente vulnerables» pueden ser potenciadas y levantadas desde una correcta «gestión pedagógica» en que directores tienen «liderazgo transformacional» para compeler y comprometer al desarrollo de la «comunidad» horizontal en que participan alumnos, padres, docentes y funcionarios.

Pero, remientiendome a la columna, ¿cómo ser socialmente justos cuando el marco de «convivencia» ni siquiera exige una actitud «proactiva»? Me explico, el actual marco de convivencia exige para resolver los problemas (conflictos o violencia) una » actitud preventiva». Es decir, niega la violencia (simbólica, física, institucional, etc.) asumiendo que se puede evitar, cuando debería asumir que es una realidad. De hecho, los índices de violencia escolar son altos y la deserción en muchos casos tiene que ver con ella. Al ser este un problema país, es necesario cambiar el switch y asumir la realidad, pero sabemos que la «cultura escolar» es algo cristalizado que demora años en cambiar. Ojalá lo supiera así el gobierno cuando promete exageraciones descontextualizadas, o cuando el profesorado exige cambios que requieren años y un presupuesto del triple del disponible (actualmente hay un fondo de 2.500.000.000 app. Y los cálculos de la propuesta actual del CDP asciende a 6.000.000.000 según cálculos de Elige Educar).

16 de junio

Muchas gracias por el comentario. Estoy de acuerdo en varios de los puntos que plantea. Quisiera comentar su opinión de que: «no somos justos». Creo tiene razón. Sin embargo, creo que como seres humanos podemos cambiar esta situación empezando por transformar nuestro espacio de acción. Entiendo como espacio de acción nuestra <> y <> y nuestra <>. Creo que empezando por estas tres áreas los problemas que denuncia y la respuesta «no somos justos» podría cambiar.

El tema da para mucho más. Nuevamente gracias por comentar y mostrarnos tu punto de vista.

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