Con adeptos y detractores, Chile se enfrenta a una fértil discusión que expone razones donde se fusionan el derecho, usos educativos anquilosados y lo pedagógico. Por un lado, un grupo exige sacar las tareas escolares, aduciendo hartazgo, cansancio infantil e insuficiente tiempo de recreación; por otra parte, el otro universo las justifica y defiende su aplicación a ultranza, pero pocos se han preguntado cuál es la real función de las mismas, si sirven a todos por igual o por qué tienen que ser estandarizadas, sabiendo que niños y niñas no responden a idénticas necesidades de apropiación ni aprenden todos de similar forma. ¿Qué significan hoy las tareas para la casa y cuál es su utilidad? Siendo un tema relevante, ninguna autoridad educativa se ha pronunciado, tampoco se ha consultado a los involucrados directos: los alumnos.
Las tareas domiciliarias históricamente estuvieron sospechadas, pero nadie se les oponía, al contrario, se cumplía con ellas rigurosamente y sin verificación educativa se las aceptaba en silencio, resolverlas a diario era «el deber» y el método sagaz de juzgar lo ¿aprendido? No siempre. Pero allí estaban ellas, alardeando su poderío como corolario de la actividad diaria; sin embargo, cumplir obedientemente con las tareas hogareñas jamás significó para un escolar más conocimientos ni mayores aprendizajes.¿Sirven realmente o son una (mala) costumbre?, ¿son las tareas beneficiosas para cualquier escolar?, ¿Todos los aprendientes deben resolver exactos problemas escritos?, ¿Aumentan los aprendizajes?
Igualmente, convengamos que el modelo de sociedad era diferente y también la escuela, no existía la jornada escolar completa y los tiempos de permanencia en los establecimientos distaban de lo hoy establecido; no obstante, la tarea era trabajo ineludible y en ocasiones se las empleaba para castigar, someter, corregir y/o pedagogizar al educando. Al interior los hogares esta práctica no se discutía, el aprendiente escribía obligatoriamente, al menos, una página de los textos del manual escolar, pues también la tarea servía para disciplinar, por lo que era recurrente redactar párrafos referidos al comportamiento, seguido de caligrafía clara y ordenada, so pena de repetir el ejercicio cuantas veces fuera necesario, con algún agregado extra que le imprimiera, aún, mayor dificultad.
La sacralidad de las tareas etiquetaban: buen alumno, mediocre o porro. La categoría atribuida diferenciaba al aprendiente, los cuadernos de deberes competían en pulcritud y una ejecución correcta, en tiempo y en forma, libraba de sanciones odiosas: volver a escribir y rehacer íntegramente los deberes.
De aquellas épocas, las unidades escolares poco se han modificado, sólo que ahora se cuestiona cuando nuestros aprendientes deben realizar deberes para la casa, pertinentes a las diversas áreas de estudio. Hoy, luego de asistir a una larga jornada educativa, las tareas siguen siendo la continuidad de la escuela, de allí su impugnación: ¿sirven realmente o son una (mala) costumbre?, ¿son las tareas beneficiosas para cualquier escolar?, ¿todos los aprendientes deben resolver exactos problemas escritos?, ¿aumentan los aprendizajes?, ¿pueden entenderse como la culminación de una jornada para aprender a aprender?, ¿no existen ejercicios más personalizados, de acuerdo a cada necesidad individual, que permitan aprender y no estereotipar?
El discurso educativo insiste en que cada sujeto es único e irrepetible, pero con las tareas no se discrimina, se empareja, están hechas y pensadas para uniformar, exactos contenidos, idénticos trabajos, iguales ejercicios, estrictos pasos de resolución, donde sólo cambian los resultados de algunos pocos, pues hay educandos que resuelven acorde a reglas impuestas, aprendidas y pactadas, otros harán lo mínimo indispensable, pero también existe un elevado número de ellos que no realizará ningún deber casero, conforme a saberes, miedos, necesidades, motivación, dominios, confianza en sí mismo, problemas personales, tiempos individuales, emociones y ganas de aprender a aprender.
Es preciso convenir que no existe a nivel docente nada escrito ni documento pedagógico alguno que haga defensa de las tareas: se han perpetuado debido al uso y abuso, a hábitos de antaño, por eso, hace mucho que dejaron de ser significativas para la mayoría de los aprendientes.
Más que imponer tareas, la escuela debe ofrecer espacios de intercambio de saberes, de resolución de problemas y aprendizaje colaborativo entre pares, que a la vez facilite el aprendizaje autónomo y vivencial, la investigación, el análisis y la exploración, utilizando la larga jornada escolar existente.
Más que exigir tareas, precisamos que los aprendientes usen el tiempo libre para acercarse al arte y la ciencia, la técnica y las humanidades, las TIC’S y el deporte, la información y los descubrimientos. El conocimiento es el mejor aliado del aprendiente y la escuela debe incentivar la curiosidad para que investiguen lo aprendido (y aprehendido) fuera del ámbito educacional, en la articulación, intercambio y modificación de contenidos, con espacios para el debate y la comparación de lo estudiado en ámbitos no escolares y que sea analizado y expuesto por todos, interpelado, contrastado, profundizado y transferido, que ayude a apropiarse del saber, al aprender a aprender, al aprender a ser y al aprender a hacer.
No estoy ni a favor ni en contra de las tareas domiciliarias, pero si un docente las usa como método de construcción, aprendizaje, apropiación y transferencia, que sean un recurso más para aquellos escolares con dificultades -o con otros tiempos-, que precisan conocer, incorporar, aprender, unir, ratificar, reforzar contenidos en algunos temas del saber tratados en clase, no resueltos del todo no asimilados o difíciles. No debemos seguir estandarizando, uniformando aprendientes en un mundo diverso, complejo, cambiante y novedoso, donde la jornada escolar es demasiado extensa para culminarla en el hogar con una tarea impuesta. Está en nuestras manos imprimirle a la educación lo sustancial, lo necesario, lo novedoso, lo importante, lo imprescindible.
Comentarios
31 de julio
Las tareas escolares dejan a los niños con jornada escolar completa sin tiempo para jugar, hacer deportes, compartir con sus amigos y familiares, tensionandolos y aumentando la ya exacerbada obesidad infantil!
Se supone que el aumento a jornada escolar completa evitaría las tareas para la casa y aumentaría las horas de actividades extraescolares y actividad física, lo que sí serviría para hacer coherente la política del gobierno contra la obesidad y sus enfermedades concomitantes
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31 de julio
Ángel, gracias por comentar. La obesidad infantil hay que tomarla como lo que en estos momentos, una enfermedad a nivel mundial y la escuela tiene bastante qué decir y qué hacer con respecto del tema. Me refiero a que existe una tendencia creciente a consumir, incluso al interior de las escuelas, comida chatarra, los niños llevan dulces para los recreos, ingieren grasas saturadas y azúcares en grandes cantidades, en las casas, para que se queden tranquilos, les dan bolsas de papas chips y otros snacks (cargados de sodios), para que al lado de la tele estén sin «molestar», tranquilos y masticando, de allí el aumento de la diabetes infantil y enfermedades coronarias, niños que no se mueven y que no tienen actividades al aire libre. Entonces, hay para realizar un buen trabajo interdisciplianario entre los hogares, la escuela, instituciones barriales y municipios, promoviendo actividades deportivas y de extensión (usando la JEC, claro) y que, junto con educación física, nuestros aprendientes caminen, se muevan, interactúen, es decir, tenemos una posibilidad preciosa de actividades para planificar y desarrollar, ¿se hacen? No, no se hacen, están encerrados en la escuela, encerrados en la casa, encerrados con la tele, siempre encerrados y comiendo basura. La culpa es generalizada y hay que dar un vuelco urgente, pero planificado, no al azar, donde el cuerpo del niño tenga protagonismo, voz y movimiento, pero hay que hacerlo y urgente, en beneficio de la infancia y la educación.
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03 de agosto
¿Sabe que se crea con lo que ud plantea? Tiranos egolatras descontrolados porque se creen «unicos e irrepetibles». Y peor, tiranos inutiles. Un grupito de tiranitos chicos que eligen cuando hacer cosas, que cosas quieren aprender, cuales no quieren…. Luego llegan a adultos y no tienen idea de nada.
«no existe a nivel docente nada escrito ni documento pedagógico alguno que haga defensa de las tareas» No es cierto. ¿Conoce la Revista Psicodidáctica de la Universidad del País Vasco? Tienen un estudio del año 2013 muy interesante sobre el tema. Hay tesis universitarias sobre el asunto. Esta todo el desarrollo del tema de la universidad de Duke y las conclusiones del Canadian Council on Learning.
¿Que hace una tarea? Sirve de retroalimentación de contenidos y sí estimula la creatividad. Una cosa es lo que se ve en el aula, y otra si uno puede reproducir eso solito en casa, lo que esta intimamente relacionado al metodo cientifico. Un profesor enseña algo, y uno comprueba en la casa si eso es cierto o no. Ademas, estimula la autodisciplina y el sentido de responsabilidad. Y ayuda a la autocritica. La tarea uniforma: todos, sin importar el dinero o la ropa, aprenden lo mismo.
Que se recargue a un alumno de tareas, o que a un niño de 5 años le den tareas en vacaciones es absurdo. Ahi sí, toda la razon en que hay que debatir sobre el tema. Pero lo que estamos creando con ideas como la suya no es porro o buen estudiante: es a masa de ignorantes vs elite.
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04 de agosto
Marcela, gracias por su opinión, pero, ¿sabe lo que pasa?, las tareas que se le dan a los chicos, hoy, son totalmente mecánicas, representan sólo una costumbre y además son estandarizadas, como lo decía en mi nota; hace tiempo que no son representativas del aprendizaje escolar. También dejo en claro que para algunos chicos, sí son necesarias, pero, insisto, sólo para un grupo que precisa reforzar conocimientos y ser ayudado, como es el caso de los aprendientes con dificultades. Usted menciona la revista del país vasco, el tema abordado es diferente, no tiene nada que ver con la escuela de jornada extendida, creo que allí tiene una confusión, recuerde que me estoy refiriendo a la JEC, donde un escolar tiene un tiempo demasiado largo en la escuela, que está mal implementada, para luego dedicarse a resolver los deberes domiciliarios. Hay tiempos necesarios, que se deben respetar y reglamentar para el aprendizaje escolar, no es una carrera de caballos, a ver quién gana o quien llega primero, hay una confusión urgente, que debemos resolverla. Y otra cosa, no podemos comparar la realidad Española, que es bastante deficiente en lo educativo, excepto que sean escuelas altamente aranceladas, a la realidad de la escuela pública chilena. Las comparaciones nunca nos han dejado bien parados, menos en el terreno educativo, arrastramos un déficit y debemos resolverlo con nuestra realidad, dando mayor presupuesto del PBI para hacer los cambios respectivos. Basta de copias foráneas, ¿no cree?