Selección de niños/as: ¿Una práctica irreflexiva?

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Es, al parecer, más importante que un niño/a sepa contar números a los 3 años, a que pueda contar con otros, pues todo parece indicar que durante el resto de su vida su principal relación será sólo con otras cosas.

“Sólo puede ser educador quien es capazde compenetrarse por empatía con el alma infantil (…), el niño no es una tabularasa en la cual escribir los mandamientos pulcros de una sociedad groseramentedenegadora de su propio deseo.  –  S. Freud.

Me sorprendió el reportaje de la revista Tendencias de La Tercera (30/03/13), donde se señalaba estrategias para seleccionar postulantes a pre-kinder. Dichos postulantes rondaban los 3-5 años. El dispositivo de selección: pruebas psicológicas estandarizadas.

En dicho reportaje, psicólog@s señalaban que existían cualidades que se encontrarían o no en niños, ello de manera casi esencialista. Sobre estos últimos, recaía un dispositivo cercano a la eugenesia; ya que si había ausencia de aptitudes tales como “control de impulsos”, o “pensamiento lógico-matemático”, no quedaba más futuro para ellos que “esperar que en las salas sean mucho más inquietos o estén preguntando a cada rato”. Deduzco entonces, el problema de manifestar casi cualquier reacción neuro vegetativas.

Aparecía ahí un indicador psicológico que condensa la apropiación de la subjetividad por parte del mercado. El control de impulsos, en niñ@s de 3, 4 ó 5 años. Ya advertía Lacan la rareza del “sentido común”.

¿Cómo hacer una línea entre el control necesario para intentar desarrollar una vida plena, al control sádico ejercido desde otro a un ser que impresiona con menos poder?  Recordé un seminario que asistí, donde un conferenciante sentenció: “no hay niños hiperactivos, hay profesores hipoactivos”. Pensé entonces en el gran trabajo necesario para que un ser humano pueda pasar de un proceso de constitución psíquica angustiante, a un sujeto pasivo, controlado, rígido y acorazado, en otras palabras, todo un“pequeño hombrecito” moderno cómo diría Reich. Todo ello, en la etapa que prosigue a los 1000 primeros días luego de venir al mundo.

Pensé en el de “Vigilar y Castigar”, de Foucault; añadiendo el control de un modo tácito entre ambos términos: la escuela como un centro disciplinario de vigilancia, control y castigo social del impulso. ¡Qué diría Nietzsche si viera cuánto tememos cualquier manifestación del “impulso”!, ¡qué nos pasó que terminamos por aborrecer todo lo que muestre señales de vida! Aquella pretensión irracional de controlarnos por una vía “racional” terminó por ser ya no una razón, sino más bien una ración. Un número, un cálculo frío e inerme. Un error. Me pregunto entonces, ¿qué impulsos queremos controlar o acaso volveremos a la discusión frígida sobre la cantidad de impulsos existentes? ¿Cómo romper la inercia sin un buen impulso?.

Así también, ¿quién determina lo que se debe controlar?, ¿cómo se realizará este control, quizás con la voz suave y contenedora del aprendizaje, o con un fascismo docente que goza del placer que otorga tener un puñado de vidas a su disposición? ¿Y con qué fin?

Por otro lado: pensamiento lógico-matemático. Sí, evaluación en niños de 3 años, y Piaget que se revuelque en su tumba.

Ciertos colegios buscan pensamiento lógico-matemático en postulantes de pre-kinder, mientras el país que los contiene prontamente elevará a santo a un fallecido animador de televisión, santo que probablemente tenga mayor cercanía con un dios (fantasmagoría máxima de las fantasmagorías), que finalmente otorgará beneficios ya sea motivado por la envidia, la soledad o la necesidad narcisa de adulación. Si no es prueba suficiente de que utilizamos como adultos el pensamiento lógico-matemático sugiero el “pregúntenle a las vacas” -del ex-Ministro de Salud Pedro García-, o incluso a los Presidentes de ciertos países que solicitan al Papa la bendición de rosarios para sus nietos.

Claro, los adultos abandonamos el mundo infantil con la razón por delante, y pedimos pensamiento lógico-matemático en niños que probablemente puedan sentir pánico vital por no tener la seguridad basal de que su fuente de calor, alimento, amor y -ojalá- deseo tomen en consideración su llamado de desamparo. Y a su respuesta.

Hay ratos que manifestar cierto sano resentimiento ayuda a recordar que es legítima la intolerancia contra aquellas prácticas que buscan silenciar todo sentimiento. Quizás yo soy el retrógrado de los nuevos tiempos, quizás yo soy el que se quedó bajo el tren del progreso y su eterna promesa de hace 300 años. ¿Y la calidez? Es, al parecer, más importante que un niñ@ sepa contar números a los 3 años, a que pueda contar con otros, pues todo parece indicar que durante el resto de su vida su principal relación será sólo con otras cosas.

Se añadían citas de docentes sobre aquellos niños que no poseyeran en sí la esencia del éxito, probablemente se encuentren condenados a vagar durante toda su vida entre ese ilógico carril psico-médico que sigue de la latente ecuación: desatención=desobediencia=delincuencia. Curiosamente, el papel fundamental del colegio desde sus orígenes era homogeneizar y programar de la mejor manera a la población que ingresa a la cultura dominante de turno. Hoy, precisamente existiría una alta cantidad de sujetos que no pueden ingresar a ese proceso por características que psicólog@s logran encontrar. Para ellos, el desecho. Para ellos, al parecer, una selección muy poco natural.

Es necesario volver una y otra vez a las nociones que poseemos actualmente de esa alteridad olvidada de la infancia.En la figura del progreso inmiscuida en los más variados aspectos de lo humano, la sociedad adulto céntrica que generamos, en la fantasía que el futuro del mañana los niños de hoy. Después de todo, tememos al peligro de esos niños dañados a futuro. Que su dolor sea hoy individual y velado. Que su deseo permanezca callado.

Hoy se dice que el problema radica en el niño, ¿mañana se dirá que el problema de la empresa radica en el empleado? ¿Quién hablará del Estado?

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