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Durante todo el año, pero principalmente estos últimos dos meses, las universidades sacan toda su artillería publicitaria a la calle. Avisos, paletas, carros del metro, radio y TV, empiezan a transmitir mensajes destinados a capturar la atención y el interés de los postulantes por una universidad específica.
¿Qué características tiene esta publicidad?
En primer lugar, debemos reconocer que se publicita la marca de la universidad y no una carrera específica. En definitiva el mensaje es: aquí vas a ser feliz, aquí vas a alcanzar el éxito… no importa mucho lo que estudies.
Esta publicidad centrada en la marca y no en la carrera explica los esfuerzos sobrehumanos que hacen las universidades por estar permanentemente en los medios. Cada día es más valiosa una mención en las noticias o una referencia en el diario.
Por otra parte, se asume un mercado desinformado, en que la imagen resulta mucho más decisiva que los datos duros y objetivos que la sustentan. Manda el tamaño de los edificios y los rostros conocidos (aunque no hagan clases), por sobre el proyecto académico que está detrás.
Llama la atención que la mayoría de los mensajes publicitarios aludan al éxito personal y profesional y no al impacto que un buen profesional puede tener en la sociedad.
Es obvio que toda persona busca la felicidad y cierto éxito. ¿Pero qué transmiten las actuales propagandas? ¿Asocian el éxito únicamente con obtener un buen trabajo y tener un buen pasar económico? ¿Transmiten preocupación por la sociedad? ¿Invitan a la transformación? La formación profesional debe apuntar a más que eso. Debe mostrar que muchas veces hacer lo correcto es costoso, poco rentable y trae problemas. Debe enseñar a procesar el fracaso, a pedir ayuda, a reconocer los errores.
De tanto preguntarse por cuál es el profesional que necesita la sociedad, las universidades olvidaron que deben asumir el desafío de construir la sociedad. El profesional no sólo debe encontrar trabajo; debe tener interés por cambiar aquello que hay que mejorar, por construir una sociedad más justa, más equitativa, más solidaria.
Si las universidades se preocupan únicamente de “colocar” a sus profesionales, podremos encontrarnos con que tenemos “profesionales exitosos en sociedades fracasadas”. Chile necesita profesionales que entiendan que su felicidad debe estar asociada a la felicidad de los otros y que su trabajo y aporte debe ser transformador y no sólo adaptativo a lo que el mercado necesita. Las universidades tienen un rol muy relevante en este ámbito.
La Responsabilidad Social Universitaria es mucho más que reciclar la basura o medir la huella de carbono, es hacerse cargo de formar profesionales que son capaces de mirar más allá de ellos mismos, de poner el bien común por sobre el bien personal, de liderar procesos de transformación social, productiva y económica que nos hagan más humanos y felices.
(*) Ricardo Carbone es Director del Centro de Reflexión y Acción Social (CREAS) de la Universidad Alberto Hurtado.
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Foto: Cosmopolita / Licencia CC
Comentarios
12 de noviembre
Muy buena reflexión, Ricardo. Tu reflexión, leída desde regiones, adquiere otro tono, quizá porque las carencias de nuestra sociedad acá son más evidentes y nuestro modelo de desarrollo centralista las tiende a tapar en Santiago (por lo menos el Santiago que una visita cuando va «a la Capital»).
Es fácil ver el vaso medio vació en nuestra educación superior, pero no quiero caer en eso. Constato, de todas maneras, la precariedad de una propuesta que cuyo glamour es propio de grandes carteles en nuestras modernas carreteras, pero cuyos «productos finales» (los profesionales) salen sin saber cómo aportar a la sociedad. No es culpa de ellos.
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22 de noviembre
Muchas gracias, efectivamente las universidades regionales tienen un desafío aún mayor. Formar profesionales que quieran permanecer contribuyendo al desarrollo de las regiones.
13 de noviembre
La reflexión es valida y la culpa es de la sociedad toda. Yo iría más allá y pondría atención en que profesionales necesita el país y cerraría varias carreras que solo forman «cesantes ilustrados» que ni siquiera pueden pagar los créditos con que estudiaron (esto es solo en el caso que no tengan «pitutos»)esta sin duda es tarea del Ministerio y de las Universidades que deben entender que este no es un negocio como vender en la feria, crean falsas expectativas en la juventud en vez de orientarlas como corresponde .
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22 de noviembre
Antonio: tienes toda la razón, debe proveerse de mayor información para que los estudiantes puedan conocer el campo laboral efectivo de la profesión que están siguiendo. De lo contrario la frustración y pérdida de recursos son enormes.
Muchas gracias
22 de noviembre
«La responsabilidad es un buen negocio, las empresas lo saben … Ingenieria Comercial en la UAH, todos sus egresados encuentran trabajo». ¿cuáles son los indicadores de éxito para esta sociedad fracasada?, pues bien tenemos la tremenda oportunidad de instalar otros indicadores, ¿cuántos de los titulados de esa carrera introducen buenas prácticas laborales en las empresas?, ¿cuántos de derecho siguien el camino de la crecación legistaliva para hacer mejores leyes?, ¿cuantos profesores hacen del mejoramiento continuo de su gestión, evalúan su trabajo, parte normal de su trabajo?, ¿cuántos periodistas quedan inquietos después de escuchar la versión oficial?, ¿cuántos de sus egresados y titulados en su vida cotidiana se hacen responsables de ejercer sus derechos?, existe distancia entre las declaraciones valóricas y la manera en que nos insertamos en el mercado de la educación,. y eso es conveniente tenerlo a la vista para alcanzar la consistencia.
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22 de noviembre
Miguel: muchas gracias. Tus preguntas son muy estimulantes y apuntan al fondo del problema. Creo que hay que seguir reflexionando en torno a cómo contribuir formando profesionales que no sólo se adapten a la sociedad si no que a transformen.
Saludos
22 de noviembre
Creo que buena parte del problema se debe a una objetivización o instrumentalización de lo que es el éxito; algo que debiera ser subjetivo, cada uno busca su propia felicidad, que es diferente a la del prójimo, es transformado en un producto de características bien definidas (ser profesional, tener el auto, la casa en tal barrio, casarte, tener hijos) y bien acotadas, y por lo mismo más sencillo de vender.
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22 de noviembre
Cristián: Tienes razón en que cada uno define qué considera éxito y qué considera fracaso, pero creo que debemos contribuir a que el éxito sea más que tener un auto o una casa.
Saludos