El movimiento estudiantil de los últimos meses ha generado una serie de cambios en nuestra sociedad. Uno de esos cambios nos afecta y afectará con mayor fuerza a quienes cumplimos labores docentes o administrativas en establecimientos de educación escolar. Me refiero a las nuevas condiciones en que se deberán enfrentar los temas relacionados con la formación ciudadana entre nuestros jóvenes.
Este es un movimiento que se ha caracterizado por la participación y organización que nos ha sorprendido a todos, incluso a quienes estamos más cerca de los más jóvenes. Han sido capaces de levantar propuestas e implementar acciones, que en más de una ocasión nos han golpeado sorpresivamente.
¿Qué pasó? ¿No se suponía que era parte de nuestra tarea formar a estos ciudadanos? Al parecer nunca lo hicimos como correspondía, en parte porque nuestra idea de ciudadanía se asociaba con la idea de reconocimiento y formación en función de la institucionalidad vigente, que a lo largo de este período de movilizaciones ha quedado demostrado que está obsoleta. Nos olvidamos de que lo esencial en la formación ciudadana se relaciona con la idea de participación efectiva, participación que de cuenta del malestar, pero que también sea capaz de mostrar propuestas efectivas, como lo ha hecho el movimiento estudiantil.
Si nos ponemos más puristas y vamos a las propuestas curriculares, por ejemplo en historia, llama la atención la implementación de los ajustes curriculares llevados adelante desde hace unos dos años y que apuntan a reordenar muchos de los contenidos. Un tema importante es la nueva ubicación que en cuarto año medio se da a los contenidos de formación ciudadana, los cuales previamente eran trabajados en primer año medio. La explicación para esta variación está expuesta en dos objetivos fundamentales del curso de historia, geografía y ciencias sociales para cuarto año medio: que los estudiantes deben “asumirse como miembros de una sociedad en la cual todos somos responsables de su bienestar” además de “comprender la importancia de la participación para el funcionamiento del sistema político y la profundización de la democracia”. Estas modificaciones se realizaron pensando que la ciudadanía se ejerce en el plano de la institucionalidad dada por la legalidad existente, pero no es suficiente. La participación hoy tiene mucho más que ver con cuestionar y modificar un sistema que, según la mayor parte de las fuerzas políticas, está enfermo de gravedad y que para lograr mantener una democracia sana y fuerte exige urgentes cambios.
Así las cosas, el documento Bases para un acuerdo social por la educación chilena da cuenta de la necesidad de transformaciones a nivel de participación estudiantil, solicitando “democratizar los espacios de participación estudiantil secundaria, reformulando el decreto Nº 524 con respecto a los Centros de estudiantes, fortaleciendo así, el rol de estos y reconociendo legalmente Federaciones Estudiantiles Secundarias”. Por su parte, el gobierno, en su documento de veintiún puntos titulado Políticas y propuestas de acción para el desarrollo de la educación chilena plantea claramente que “consideramos los espacios de participación estudiantil como elementos muy relevantes del sistema escolar, por lo que modificaremos el Decreto Nº 524 de 1990 para dar reconocimiento a las Federaciones Estudiantiles Secundarias. Dicha modificación la efectuaremos durante este año 2011”. No existe claridad respecto a cuál será el tipo de modificación, ni si será suficiente o no de acuerdo a las demandas y necesidades de los actores estudiantiles. Sin embargo, claramente el punto está hecho y será necesario que reconozcamos estos nuevos espacios de participación estudiantil.
La duda que surge es si la sociedad y los establecimiento educacionales, los equipos directivos y los docentes estaremos a la altura de las circunstancias, si seremos capaces de dar cuenta del nuevo relieve que se ha formado frente a nuestros ojos y que en más de una ocasión no detectamos o tal vez no quisimos reconocer.
La realidad cambió, nuestros jóvenes al final de este proceso no serán los mismos, y nos preguntamos ¿seremos capaces de reconocer esos cambios? ¿Lograremos cumplir nuestra función dentro de los procesos de formación ciudadana? ¿Disponemos de las herramientas cognitivas y valóricas para ser parte de estos procesos?
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Foto: Horment / Licencia CC
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