En las escuelas dictadura en Chile se ejercen una serie de prácticas autoritarias similares a las empleadas por líderes autocráticos como la 1) eliminación de la disidencia crítica, 2)nepotismo organizacional, 3) toma de decisiones en pequeño grupo o centrada en el director o sostenedor y 4) acciones de control ideológico de los miembros. Estas ideas emergen de los relatos de los protagonistas. Para quienes estén interesados en conocer directamente las evidencias, un tanto extensas para esta columna, pueden consultar esta entrada. Tenemos la intuición de que muchos lectores han sido testigos, tienen noticias o han sufrido algunas de estas prácticas en los centros educativos.
Estas acciones en el seno de las organizaciones que educan se asemejan a las prácticas ejercidas por regímenes dictatoriales. Si bien algunas son legales, desde un punto de vista ético y político son cuestionables e ilegítimas. Vulneran una serie de principios de justicia social que defendemos: la participación en la toma de decisiones de todos los afectados, el equilibrio de poder en la organización y el reconocimiento recíproco de la identidad, la cultura y profesionalidad del otro. Estas prácticas egoístas movilizan solo los intereses de un pequeño grupo que hace un uso dañino de su autoridad. Consideramos que la escuela ha de configurarse como un contraste crítico y ético contra el autoritarismo, y no como una organización reproductora y legitimadora de prácticas dictatoriales.El conflicto en entornos que valoran el diálogo es un catalizador de la mejora; animamos a visibilizarlas y repensar nuevas formas de facilitar un espacio micropolítico en las escuelas y liceos que permita la disidencia profesional y política, el diálogo entre visiones de la educación antagónicas, el reconocimiento recíproco y la participación en la toma de decisiones de los grupos silenciados, excluidos y marginados.
Como protagonistas que habitan la organización deberíamos hacer un esfuerzo por cambiarlas desde adentro, pues generan una serie de efectos nocivos para el bienestar de los miembros. Afectan las relaciones entre los miembros de la comunidad educativa, la clave de todo proceso educativo. Son prácticas que eliminan la diversidad ideológica y profesional, empobreciendo la vida en la escuela como espacio relacional. No dejan posibilidad al diálogo e intentan imponer, mediante fuerza ilegítima, sumisión y miedo que inhibe los procesos de mejora.
Animamos a los actores de la educación a no normalizarlas ni reproducirlas en nombre del orden y el control; el conflicto en entornos que valoran el diálogo es un catalizador de la mejora; animamos a visibilizarlas y repensar nuevas formas de facilitar un espacio micropolítico en las escuelas y liceos que permita la disidencia profesional y política, el diálogo entre visiones de la educación antagónicas, el reconocimiento recíproco y la participación en la toma de decisiones de los grupos silenciados, excluidos y marginados. Una escuela sin dictadores privados o públicos podría ser un primer paso para avanzar a través del aprendizaje en escuelas justas hacia la construcción de una sociedad más justa.
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