La libertad vigilada de los profesores

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¿Por qué llegar a eventos tan grotescos como el de espiar paginas sociales y correos electrónicos a costa de saber quiénes son los que invitan a la reflexión?

Leía en un artículo que los colegios particulares subvencionados son los que más lucran y, al mismo tiempo, los que menos pagan a los profesores. ¿Cómo es eso se preguntará usted? Claro, el sostenedor no entiende la proporcionalidad del trabajo realizado con la remuneración bruta, ni menos la confianza hacia el docente en todos los estamentos de la formación escolar, pero eso ya lo vimos en otro artículo.

A lo que me refería es que, aun cuando los colegios particulares subvencionados cancelen una mugre de sueldo y se jacten de buenos resultados,  tienen una nueva característica: vigilar a sus profesores, desde el contenido de un acto cívico del lunes, pasando por la evaluación docente y las reuniones de apoderados, hasta inventar cuentas electrónicas para saber quiénes cuestionan el rol de los entes del establecimiento y, de esa forma informarse, incluso, de detalles inéditos de su vida familiar e íntima.

Hace tiempo  que, para el sostenedor o director de un colegio, el profesor curioso, inquieto e intelectualmente activo, es peligroso para la colectividad escolar. Es mejor mantenerlo controlado, de esa forma pasa a ser uno más de los alienados de esta alicaída educación chilena.

Paradójico suceso es aquel del estudiante de pedagogía, que con un mundo de ideales y argumentos ingresa la educación pública o particular subvencionada para aportar su granito de arena, pero gigante es la desazón al encontrarse con una administración escolar que, a base de triquiñuelas, muñequeos y deslealtades, merma, paulatinamente, el rol crítico y reflexivo de su actuar en la escuela.Hasta ser  uno más del conjunto que mira, con ojos temerosos, el caminar y el aporte de la escuela a la comunidad.

Los consejos de profesores dejaron de ser un foco de discusión crítica del profesorado para ser un grupúsculo de burócratas que giran en torno a los aniversarios y las planificaciones que todavía no se entregan desde febrero. Lo único real, lo único patente de esta instancia es el miedo a entrar en temas de fondo y es cuando lo importante se deriva en encuestas y en ‘cartas que hay que firmar’ para que todos validen la nueva canaleta que se debe instalar colocar en la entrada del colegio. Cualquiera que suba la voz es ‘perseguido’ y hostigado.

El espionaje es una forma de control cognitivo, a la vieja usanza de otros tiempos y lo más anecdótico del asunto es que, aun cuando ella sea una arma eficaz de control, no llega a modificar la realidad escolar del colegio, manteniéndolo en una constante y suspensiva agonía en la que el educador se deja llevar, pues perder el trabajo puede ser una dificultad mayor. La libertad vigilada de los profesores es una regulación del tiempo, es un arma invisible de control de los contenidos, es una asociación que ahuyenta la libertad de las aulas e invita a pensar en otro tipo de regulación mental y espiritual: la de tener a profesores cautivos y sin voz repitiendo cada materia de memoria, año tras año, donde la palabra pensar es juzgada, prohibida y vilipendiada por cada ente superior.

El profesor atolondrado por las órdenes y juicios de sus superiores no invita a cuestionar, no da a entender la realidad y ello lleva al caos y supresión de la palabra. La libertad vigilada es la enfermedad terminal de nuestra formación escolar. Por estas medidas de presión invisible, tarde o temprano, los resultados son desfavorables en todo ámbito educativo.

La reforma educacional impulsada por el gobierno ha conformado la justa retribución con la cual los colegios particulares subvencionados, entre otros, deberán rendir cuentas al Estado, como todo chileno y chilena hace a diario, pero, por otra parte, a nivel educativo, esta iniciativa se ha vuelto un precursor del hostigamiento y la persecución hacia algunos docentes que comparten una mirada crítica hacia el sistema del lucro. La reforma educacional traerá consigo un acoso permanente a los profesores que inviten a la reflexión de sus colegas como también de sus alumnos. Ya se vive en carne propia y no tiene vuelta.

¿En qué momento se comienza a desconfiar del trabajo docente para luego comenzar a hostigarlo? ¿Por qué llegar a eventos tan grotescos como el de espiar paginas sociales y correos electrónicos a costa de saber quiénes son los que invitan a la reflexión? El profesor es una conciencia libre, un dínamo a contracorriente que no puede ver suprimido  su constante motivación hacia su profesión y hacia quienes le escuchan. Hay que castigar duramente a estos individuos que con amenazas y hostigamientos actúan en contra del profesorado por llamar a la reflexión. Ejemplificar, como lo hace el profesor, a través de la crítica es el verdadero problema para un empresario educativo que no comprende la realidad escolar ni tampoco la comprenderá, para un consejo de profesores que cada vez tiene menos valor como tal y se viste de otras cosas, pero es revitalizante que exista para alguien que espera, pacientemente, conocer y saber en una sala de clases.