Mucho se llenan la boca con la democracia. Muchos se arropan con banderas republicanas y casi todos son un puñado de pusilánimes hipócritas que harán lo que sea por mantener sus cuotas de poder. Las cuotas personales y las de la fronda a la que pertenecen.
Como ven, estoy furiosa. Enervada por este puñado de dizque representantes del pueblo pero que finalmente representan sus propios nichos e intereses.
La semana pasada entró a votación en el Senado la propuesta que del Ejecutivo sobre la reforma a la Ley Electoral, modificando la inscripción y el voto, pasando a ser automática en lugar de voluntaria la primera y voluntario en vez de obligatorio el segundo. Particularmente, sostengo que la inscripción debe ser automática y voto obligatorio. Pero ese no es el tema que nos convoca, sino uno que tiene relación con él, con nuestra historia y nuestra sociedad actual.
El artículo 8 del proyecto, que alude a la modificación de la Ley de Inscripción Electoral, modificaría los artículos 29 y 30 de la Ley General de Educación (LGE). Estos dicen relación con que es deber de la educación básica y media impartir los conocimientos necesarios para que los niños se conviertan en personas de bien y ciudadanos virtuosos, sin que ello implique necesariamente que tales contenidos constituyan una asignatura en sí misma. Pues bien, el mentado artículo 8 introduce una modificación que dice que, en cada nivel escolar, debería haber una asignatura dedicada especialmente a educación cívica. El espíritu que hay detrás de esta propuesta es que, dado que el voto sería voluntario, cada persona que concurra a las urnas debe tener las herramientas necesarias para, primer, decidir ir a sufragar y segundo para hacerlo en conciencia a sus propias convicciones.
Esta propuesta fue rechazada en bloque, salvo por el senador RN Antonio Horvath, por todo el bloque oficialista.
¿Las razones? Pocos, la minoría a decir verdad, argumentaron que el artículo 8 atentaba contra el espíritu de la LGE, razón que me parecería aceptable desde una perspectiva jurídica, pero la inmeeeeeensa mayoría de honorables dijo que eso no era de su competencia, que no era materia de debate y que ya había un acuerdo previo respecto a esa materia entre el Ministerio de Educación y el Servicio Electoral (acuerdo del que poco y nada se sabe). Por otro lado, a Víctor Pérez no le parece aceptable haber incorporado esas modificaciones.
Señor Pérez, ¿Qué es lo tan terrible? ¿Qué es eso tan inaceptable? ¿Cuáles son sus reparos? Pero argumende con propiedad y no como gato de espaldas reticente a perder el poder que le da la ignorancia ciudadana.
Es un imperativo moral educar a las personas en sus deberes y derechos como parte de un proceso de formación de ciudadanos. Es impresentable, por tanto, que nuestra malla curricular escolar lo omita olímpicamente. Es más, recordemos que a inicios del 2011 incluso pretendieron restar horas de historia en las salas de clases.
¿Tanto miedo le tienen a la historia? ¿O es que la conciencia la tienen tan sucia que no son capaces de mirar el pasado reciente del que ellos también formaron parte y, por cierto, avalaron?
Es impresentable rechazar de la manera en que lo han hecho, la propuesta de implantar asignaturas de educación cívica en los niveles escolares, y más aún hacerlo con argumentos tan pobres como los esgrimidos por la mayoría de los senadores de la Alianza. Su hipocresía me indigna y su actuar me da asco.
Qué más se puede esperar de un sector que cuenta con senadores no electos que deciden por personas que nunca votaron por ellos.
Qué más esperar de quienes defienden a rajatabla las bases del sistema en el que vivimos, quienes se oponen a reformas educacionales, de salud y tributarias y que defienden con uñas y dientes sus espacios de poder.
Yo no espero nada de ellos, pero exijo que se comporten a la altura de sus cargos. Soy una ciudadana plenamente consciente de mis deberes y derechos y dentro de estos está exigir a las autoridades que nos representan que trabajen por el todo y no por las partes. Estos personajes olvidan que somos los ciudadanos quienes detentamos el poder a través del sufragio y que en ellos delegamos la representatividad, pero las riendas son nuestras. La soberanía reside en nosotros. No lo olviden, cabritos.
Así es que emplazo a recapacitar a Ena Von Baer, Gonzalo Uriarte, Baldo Prokurica, Víctor Pérez, Jaime Orpis, Jovino Novoa, Alejandro García-Huidobro, Alberto Espina, Juan Antonio Coloma y Francisco Chahuán. Sobre todo a la señora Von Baer que, tras perder una elección, fue nombrada ministra y removida de ese cargo para asumir como senadora sin haber obtenido un solo voto para ello.
Senadores que rechazan formar ciudadanos porque para ellos somos meros instrumentos electorales. Pero aún tenemos patria, ciudadanos, y profesores porfiados que, aunque sea a grito pelado en las calles, formaremos ciudadanos conscientes y responsables.
Comentarios
13 de diciembre
Bravo!
A pesar de que soy de las generaciones que no tuvo educación cívica en el cole, mis padres se preocuparon de que entendiera la importancia, y francamente me irrita al igual que usted que los «honorables» piensen que no es tema de discusión, porque claramente les conviene tener «analfabetos políticos» por eso una de mis citas favoritas para este último tiempo es la de Bertolt Brecht «El peor analfabeto es el analfabeto político. No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales».
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