La educación de mercado que tenemos no es un sistema inocente: conlleva un ideario, una ideología y una política -la política neoliberal, basada en la focalización de los recursos, en contraposición a la universalización de los derechos-. La mercantilización de la educación fue concebida e implementada en tiempos del «innombrable» como una forma de organizarla, distribuirla y financiarla, que exigía una sociedad y una organización política muy particular. Una sociedad y una política desestructurada, rastrera, sin derecho a pataleo.
En este contexto se fraguó el «modelito» educacional que persiste hasta el día de hoy y cuyas características medulares conserva a más de 30 años de su origen en los comienzos de la década de los ochenta. En estas décadas se supone que hemos recuperado nuestras libertades; sin embargo, el modelo se resiste a morir, lo que revela la profundidad de su inserción no obstante sus insuficiencias y nefastas consecuencias.Los mismos que fomentaron esto, ahora rasgan vestiduras por la mala calidad de nuestra educación como si no tuviesen ninguna responsabilidad en la realidad actual.
En las primeras décadas del retorno a la democracia, el modelo se mantuvo incólume porque la tensión política -tiempos de boinazos, operaciones de enlace, pinocheques, senadores designados y el innombrable en la comandancia en jefe, posteriormente como senador vitalicio- desaconsejaban meter más ruido. Las aspiraciones en este ámbito, así como en muchos otros, se pospusieron para una mejor ocasión. Mientras tanto, el modelo seguía navegando en aguas relativamente calmas, gracias a un poderoso sedante: la estabilidad laboral docente, luego de años en que los profesores vivían a salto de mata. Los escasos cambios efectuados no vulneraban su esencia; por el contrario, acentuaban sus características centrales. Se implementó el financiamiento compartido y la subvención escolar diferenciada, manteniéndose hasta la fecha, el pago de la subvención a los establecimientos en base a la asistencia.
La creación de establecimientos educacionales y la formación de pedagogos siguió transitando por un camino sin control. La desregulación llevada al paroxismo, en la confianza de que al final del camino alcanzaríamos la verdad revelada: una educación de calidad basada en la competencia y cuya zanahoria sería el hoy tan vilipendiado lucro. En tiempos de dictadura, la pedagogía dejó de ser una carrera universitaria, lo que revela la mirada que tenían los «líderes» de la época. Si bien, al llegar la democracia una de las primeras acciones adoptadas fue devolverle el carácter universitario a tan noble profesión, la creación de pedagogía a diestra y siniestra por universidades -que de tales solo tienen el nombre-, nos tiene llenos de pedagogos con una formación que deja mucho que desear.
Mientras abrían sus puertas de par en par hacia una mayor cobertura en la educación superior, muchas universidades -particularmente las privadas, creadas después de 1981- lucraban a costa del endeudamiento y las esperanzas de familias. Es así como hoy estamos ante una suerte de zapato chino. Los mismos que fomentaron esto, ahora rasgan vestiduras por la mala calidad de nuestra educación como si no tuviesen ninguna responsabilidad en la realidad actual. Por ellos, el «modelito» debe seguir, con ajustes o -como diría Jaimito- habría que perfeccionarlo. Es cosa de tener paciencia. Al final veremos la luz, y si no la vemos es porque no queremos verla, o porque le hemos puesto palitos, porque estamos introduciendo muchas regulaciones.
El debate y las dificultades que se están dando en la actualidad tienen relación con lo expuesto. La resistencia de quienes idearon el modelo, acompañados de quienes terminaron comprándoselo por completo. Los desacuerdos nos tienen entrampados, nos impiden desatar los nudos tan fuertemente amarrados. Llegar a tener una educación basada en la cooperación -antes que en la competencia; y en la integración, antes que en la segregación- nos está costando sangre, sudor y lágrimas.
Comentarios
24 de julio
Pero Rodolfo lo que llama educación de mercado esta ahí solo porque no hay mejor alternativa y si sigue funcionando la educación de mercado a pesar de lo criticable imaginese como serán de malas las alternativa. Cuando ya empezaban a desmantelar el sistema de copago, gran promesa de campaña, recién ahí se dieron cuenta que no habían planes para los alumnos de ese sistema quienes se les fueron en contra y por eso sigue existiendo. Después que decretaron la educación gratuita como derecho se dieron cuenta que no había dinero para que todos puedan ejercer ese derecho.
Hasta yo esperaba mucho mas de las reformas que están resultando ser un desastre mucho peor a los peores anuncios previos que hicimos los «terroristas de derecha».
Rodolfo por muy válidas que sean tus criticas y por mucho que sea el rechazo visceral que tengas por tus premisas ideológicas contra quienes lo hicieron y sus ideas, las cosas no se solucionan pateando el tablero. Ya no se puede excusar en la derecha ni del sistema binominal ni de los empresarios. Si realmente se esta perdiendo la oportunidad de crear una mejor educación es por negligencia absoluta de los que teniendo todo el apoyo ciudadano, mayorías parlamentarias y gobierno, todo lo tuvieron como nuca antes pero han resultado ser simplemente inoperantes.
Saludos
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