La democracia universitaria y la autonomía que tiene la Federación de Estudiantes de los organismos de la Universidad es un paso importante para entender el derecho que tienen los estudiantes, funcionarios y académicos de establecer relaciones de diálogo y así trazar objetivos en función de los requerimientos de cambio de nuestra sociedad.
La lucha de los estudiantes por la democratización y el gobierno universitario ha cruzado distintas generaciones y momentos históricos, trayectoria que desde principios de siglo XX con El Manifiesto de Córdoba marcó el hito cumular de procesos desarrollados en diversos países del continente latinoamericano.
No obstante, la trayectoria de esa lucha ha tenido avances y retrocesos, que pensando en los últimos cuarenta años de nuestra historia contemporánea, la democracia universitaria vive de un diagnóstico grave, sobre todo en el marco de inserción de las universidades privadas en que algunas representan ser verdaderamente enclaves autoritarios.
Cabe recordar el proceso de medidas en que un grupo de militares y civiles se hicieron de las universidades, instalando así políticas regresivas para el gobierno universitario y su proyecto educativo. Pero, mi atención está puesta en las universidades privadas y como Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de las Américas en Viña del Mar, estoy en la obligación, en base a la experiencia, de hacer diagnóstico y dar respuesta alguna.
Este año se ha instalado un gobierno con altas expectativas en cambios estructurales y en ello la Reforma Educacional al interior de su gran corpus de temáticas e indicaciones, contempla la derogación del DFL2, proyecto que ha sido promulgado por el Ejecutivo y que, aprobado en el Parlamento, abriría paso a transformaciones importantes en los espacios de representación y participación de la comunidad universitaria.
Sin embargo, ¿basta con destrabar enclaves y establecer la democracia como legal para un correcto uso de dicho derecho social? En nuestra casa de estudios ¿tenemos una comunidad dispuesta a ejercerla?
Por lo ocurrido, últimamente en UDLA viña y el comportamiento que ha tenido el director de la Dirección de Asuntos Estudiantiles, de perseguir y dificultar el trabajo de la Federación de Estudiantes, notoriamente podríamos responder con un rotundo no para ambas preguntas.
Por esta razón, es necesario afirmar que quienes están detrás de este tipo de prácticas anti democráticas son los mismos que sin duda alguna persiguen y prohíben el derecho de expresión y asociación de los estudiantes en CEE o Federaciones, marginando el participar reflexivo, deliberativo y democrático, manteniendo de esta forma el lucro y el endeudamiento bajo la mirada vigilante del grupo Laureate que con su industria educativa ha acumulado ostensibles utilidades gracias al esfuerzo y trabajo de las familias de nuestro país.
La democracia universitaria y la autonomía que tiene la Federación de Estudiantes de los organismos de la Universidad es un paso importante para entender el derecho que tienen los estudiantes, funcionarios y académicos de establecer relaciones de diálogo y así trazar objetivos en función de los requerimientos de cambio de nuestra sociedad.
Si estos valores no son respetados y reivindicados es porque el proyecto de ley que deroga el DFL2 no servirá si no se legisla en positivo, es decir si su aplicación no contempla la fiscalización a instituciones u organismo, como la DAE de UDLA viña, que siembran el miedo y articula oposiciones ficticias impidiendo el desarrollo legítimo por el cual el estudiantado nos reconoce como Federación de Estudiantes.
Por esta razón, los estudiantes en su sentir utópico y en su actuar democrático tenemos la responsabilidad de manifestarnos frente a este tipo de prácticas y así poner a la luz de las sombras educativas la democracia universitaria como un mecanismo de avanzada para construir un nuevo sistema de educación superior y un Chile distinto, sin discriminación y desigualdades de todo tipo.
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Comentarios
16 de octubre
Al no haber democracia tampoco habrá políticos que entiendan su actividad como un servicio público. Ocurre que ambos procesos- tanto el de la democracia como el de la ética que entiende a la política como aquel arte del buen gobierno- están íntimamente vinculados entre sí. En otras palabras, si no hay democracia no existen derechos tangibles y reales para la mayoría al tiempo que en esas circunstancias una casta de privilegiados se adueña y usufructúa de los recursos que en teoría son de todos.
Es lo que pasa en Chile. Nuestra situación podría ser distinta, de hecho otro país y otro mundo siempre es posible. Sin embargo, para ello es necesario que no esperemos nada de la élite y de esos políticos que administran los asuntos públicos en su propio beneficio. Somos nosotros, a los trabajadores y estudiantes me refiero, los que tendremos que organizarnos políticamente a través del movimiento social para desde allí reivindicar la madre de todas las batallas: la lucha por la Asamblea Constituyente Autoconvocada.
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