Chile, al igual que muchos otros países, sobre todo de América Latina, está sumergido en un debate en torno a la educación en la convicción que a través de ella alcanzaremos el tan ansiado desarrollo. Existe acuerdo en la necesidad de una buena educación, o de una educación de calidad, pero de ahí para adelante son más los desacuerdos que los acuerdos. De partida lo que se entiende por una educación de calidad depende del cristal con que se mira, porque para unos sería aquella que nos permita ser más productivos, más competitivos, más eficaces, más eficientes; otros, enfatizarán otras aristas, tales como el desarrollo del pensamiento crítico, la responsabilidad, la disciplina, la colaboración, el trabajo en equipo, entre otros, lo que no significa que el conjunto de estos atributos necesariamente se opongan, por cuanto bien podrían complementarse. De hecho, el ideal es que se complementen.
Preciso es reconocer que la educación en general se encuentra en crisis en gran parte porque algunos de sus principales componentes se han debilitado. Entre ellos, la función educativa que cumple la familia, ya sea porque los padres eluden la responsabilidad que les cabe en esta materia, o porque la sociedad, o el tren de vida que quieren llevar, les demanda una carga de trabajo que les resta tiempo para educar a sus hijos. La escuela, que es un componente esencial, pero no exclusivo en la formación de nuestros hijos, también se ha visto debilitada, particularmente la educación pública que es aquella en la que más se apoya la formación de niños y niñas provenientes de los sectores más vulnerables, y que por lo mismo necesitan de la mejor educación para salir adelante.Para salir del subdesarrollo, romper las desigualdades, terminar con nuestra dependencia de la exportación de recursos naturales sin mayor valor agregado, es indispensable dar un gran salto en el ámbito educacional.
No sacamos nada con consolarnos en base a que los resultados de nuestro sistema educativo están entre los mejores en América Latina. Para salir del subdesarrollo, romper las desigualdades, terminar con nuestra dependencia de la exportación de recursos naturales sin mayor valor agregado, es indispensable dar un gran salto en el ámbito educacional que nos habilite para ingresar a la sociedad del conocimiento. En caso contrario seguiremos pateando piedras.
Lo que tenemos en Chile desde la década de los 80, instalado de mala manera, tuvo como propósito, explícito o implícito, destruir la educación pública, promover la educación privada, en la seguridad de que por ese camino la educación chilena daría el gran salto por tanto tiempo esperado. Esta visión ideológica, impuesta a punta de bayonetas, sin mediar elección alguna, es la que hoy se encuentra en debate desde la revolución pingüina el 2006 y reforzada con las movilizaciones estudiantiles del 2011.
La educación de mala calidad que tenemos no se reduce a las escuelas municipales, dado que se extienden a las escuelas particulares subvencionadas y pagadas, no obstante que estas últimas se dan el lujo de seleccionar y cobrar. De hecho, las evidencias señalan que controlando por vulnerabilidad socioeconómica, no hay diferencias significativas entre los distintos establecimientos.
A ello cabe agregar que como consecuencia de la liberalización decretada en tiempos del innombrable en el ámbito de la educación superior, se formaron generaciones de profesores sin las más mínimas exigencias, dado el carácter no universitario que tuvieron en sus comienzos, como por formarse en universidades no acreditadas o en carreras sin acreditarse. En síntesis, por décadas se “chacreó” la educación. El resultado es lo que tenemos y que por el bien de las futuras generaciones, es necesario cambiar sustantivamente.
La educación privada se alimenta de una mala educación pública. Entiendo que la reforma educacional apunta en la dirección de dotar al país de una educación pública gratuita de calidad.
Comentarios
15 de diciembre
Interesante pero son varios temas aquí.
En primer lugar, LA CALIDAD.
Para mi el que se enseña, el cuando se enseña y el como se enseña, no son tan relevantes como el para que se enseña y el para que se aprende; quienes han tenido la tarea de formar profesores y mejorar el sistema que partió en los 80, han carecido de una dirección clara, por eso, en el actual debate sobre la reforma he preferido no meterme, porque veo que todos discrepan sobre puntos relevantes pero no cruciales.
Lograr que un niño desee aprender, sintiendo que SIRVE hoy y mañana, es el pilar de todo, por eso tanto los contenidos como las estrategias, como los responsables son clave. Le dan duro a los profesores y se olvidan de los Orientadores, Jefes UTP, Directores, Jefes Daem, Jefes Educación Provincial, etc…. puros apernados sin competencias (salvo mínimas excepciones).
Por otro lado, coincido en que la familia se resta, por falta de ganas o de tiempo, pero si la escuela o colegio no les interesa a los niños, lo que se demuestra cuando deben hacer tareas, cuesta ponerse la capa de maestro de trauma y hacerlo seguir metido en algo que no le agrada; comparemos por ejemplo con llevarlo a practicas deportivas, donde como va contento, participar a uno también lo pone contento.
Respecto a las funciones que la educación debe conseguir en el estudiante, te corrijo, solo debemos activarlas (aprendizaje por descubrimiento), pero para ello las metodologías deben ser menos mecánicas y mas biomecánicas, ajustadas al estudiante y no al contenido.
Ahora bien, si el mercado sigue controlando al gobierno, es decir, si los espacios para destacar siguen siendo tan poco, ser pro activo es una joda que segrega. El Estado no propicia la investigación, el emprendimiento y la regulación de los monopolios que terminan destrozando los deseos de independientes. Entonces todo se vuelve una carrera de posicionamiento social, donde mas tiempo de preparación equivale saber mas malabares, en vez de crear personas con mas competencias.
En fin, la educación es mala porque a alguien lo quiere así, para que sus hijos corran con ventaja..
Esa es toda la verdad
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