Para la realización total de la autopoiesis los fundamentos neoliberales deben ser cercenados, para la autorrealización de aquella necesitamos emprender vuelo a una sociedad sin clases. Comencemos por reaprender a convivir. Toda cultura es hibrida y alcanza su potencial por esto. La reforma es el punta pie inicial.
El pasado 18 de octubre Humberto Maturana fue distinguido, entre otros méritos, por su gran contribución a la teoría de sistemas, teniendo como andamiaje principal a la teoría de la autopoiesis. En lo personal, el año 2009 ocurrió mi acercamiento a Maturana a través de la lectura de «El Árbol del conocimiento». Embaucado en un proceso de inflexión en el conocer, el libro de Maturana y Varela vino a sacudir aún más el cuestionamiento epistemológico gritándonos en la cara «¿cómo conocemos?» Esto no sólo es un cuestionamiento a nivel abstracto, sino que, como se señala en la misma obra, «conocer es hacer y hacer es conocer», principio que rompe con la clásica -pero aún presente en Chile- división entre mente y cuerpo -basta ver la vasta distancia existente entre el currículum basado en competencias y la escuela-.
Aplicado en educación la pregunta por el conocer lleva a preguntarnos ¿qué es la educación? ¿qué es educar? ¿para qué educamos? ¿para qué son las escuelas? El escenario ditirámbico que tiene en el proscenio, este año, a la reforma educacional ha instalado nuevamente el cuestionamiento epistemológico y por ende ideológico. La discusión entroncada fundamentalmente en el fin a la selección y al lucro nos ha puesto en alerta sobre un tema que la sociedad neoliberal había deshechado: la educación no es mera responsabilidad de esta institución. Tanto en la práctica como en la proclama, las familias -entendida como cualquier núcleo básico que cubre las necesidades biológicas, emocionales e intelectuales al niño-, y la sociedad, es decir el espacio público y privado, han olvidado su interrelación. Una sociedad neoliberal desdeña esto ya que el individuo no cuida otra cosa que su metro cuadrado, una sociedad neoliberal olvida que la educación -ampliando el concepto en toda su extensión- no sólo se debe encargar de formar buenos técnicos o profesionales.
Basta revisar un video de la marcha de la CONFEPA para percatarnos de una de las respuestas posibles al cómo conocemos. Erróneo es señalar que los asistentes a la marcha eran todos manipulados por la derecha –vivimos en una sociedad del placer, no del castigo- Inocente e irresponsable es seguir sosteniendo la tesis de la manipulación porque eso es negar y quitarle la responsabilidad a los que se alzan contra la reforma.
El rechazo se debe a la adhesión y reproducción del valor fundamental de la sociedad neoliberal, el individuo egoísmo y competencia. El rechazo es una reacción que responde a los mismos cánones de la sociedad neoliberal; en vez de conocernos nos informamos del resto, información en clave de espectáculo. El individuo anda saltón solamente por enterarse de que su metro cuadrado va a ser invadido. Los adherentes a la marcha de la CONFEPA, siendo reproductores acríticos de los valores dominantes, entran en contradicción porque, cosa obvia, no conocen la reforma, y, lo más peligroso, es que al individuo neoliberal no le interesa conocerla, al individuo no le interesa conocerse con otros, al individuo no le interesa convivir.
La sociedad neoliberal es una sociedad que niega su carácter autopoiético, una sociedad atrofiada, que niega el hecho de que somos sinécdoque, de que somos partícula y no individuo, de que sólo reconociéndonos podremos asegurar nuestra existencia. Para la realización total de la autopoiesis los fundamentos neoliberales deben ser cercenados, para la autorrealización de aquella necesitamos emprender vuelo a una sociedad sin clases. Comencemos por reaprender a convivir. Toda cultura es hibrida y alcanza su potencial por esto. La reforma es el punta pie inicial.
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