El financiamiento pasa a ser parte de la discusión sobre la adecuación de un sistema que no cumple las características que debiese tener, porque su origen no explica ni determina el componente moral de la Educación. Si lo incluyera, el acceso a la educación estaría determinado sólo por el hecho de ser chileno o chilena y no por su condición socioeconómica.
Han surgido opiniones dispares sobre cómo entender una reforma al Sistema Nacional de Educación Superior, desde que las movilizaciones pusieron en cuestión un modelo heredado de momentos oscuros y negros de nuestro país. Dicho modelo ha fracasado en su misma concepción, no porque no haya cumplido el propósito de desregular y arrebatar el sentido de lo público de la educación–que tanto escozor provocaba en aquellos no tan lejanos tiempos- porque sí lo hizo, sino porque para desregularlo lo puso en manos del famoso mercado y de los no siempre, pero bien ponderados “debe ser consideradaeducacionales”.
La educación superior se transformó en un producto más de nuestra canasta de consumo, que por la misma naturaleza del mercado, es voluntario y se acoge a los principios fundantes de la economía “moderna”, en función del nivel de utilidad que se percibe. Como todo bien de consumo, el precio restringe a la demanda y más si este precio, sin subsidios a los consumidores y de periodicidad mensual, supera al ingreso de al menos la mitad de los trabajadores del país, que según un estudio de la Fundación SOL serían alrededor de 300.000 CLP.
Cuando reducimos a números este asunto, el ejercicio es básico. O tenemos la alternativa del subsidio a la demanda (becas) o se otorgan otros mecanismos de financiamiento para asegurar los vagos vestigios de lo que se entendía por Universidad y Educación Superior hace al menos 50 años.
Los movimientos estudiantiles han quebrado la forma en la que se percibía los movimientos del mercado con las matrículas, los incentivos por la elección de una casa de estudios a otra y la calidad de la educación. Nos han hecho volver a entender que la Educación no sólo se compone de un ingrediente técnico, del saber- cómo, sino también de un ingrediente transcendental: el por qué y para qué. Hay que reconocer, el mercado se encarga de manera eficiente de asignar los recursos para el saber-cómo, de lo técnico, pero no toma parte cuando se dota a la educación de un rol social porque aquel bien transado no responde a una visión de largo plazo, sino a la maximización de la utilidad bajo el marco actual de restricciones. Entonces, la variable moral sale a juego y aquí, es donde las políticas de Estado, no políticas de gobiernos de facto o democráticamente electos, deben tomar curso. El financiamiento, pasa a ser parte de la discusión sobre la adecuación de un sistema que no cumple las características que debiese tener, porque su origen no explica ni determina el componente moral de la Educación. Si lo incluyera, el acceso a la educación estaría determinado sólo por el hecho de ser chileno o chilena y no por su condición socioeconómica.
Para entender el rol social y último de la educación, uno de los más aclamados discursos de la historia política chilena pronunciado por Valentín Letelier en la premiación a los alumnos de la Universidad de Chile y el Instituto Nacional en el año 1888, hace una de las más acertadas afirmaciones respecto a la enseñanza pública:
“Política tradicional que honra a la República Chilena la cariñosa atención que siempre se prestó por los gobiernos de todos los partidos a las instituciones de Educación Popular, y esto, no con el banal intento de formar doctores, gramáticos y académicos; sino como lo expresaros los Senadores de 1818, con el nobilísimo intento de formar buenos ciudadanos, esto es, ciudadanos capaces de cooperar a los fines sociales del Estado y de la política. Bajo de este respecto, creo yo, señores, que sin renunciar a la tarea más noble y al medio más eficaz de gobierno, un Estado no puede ceder a ningún otro poder social la dirección superior de la enseñanza pública”.
Hoy, entonces, la Educación debe ser considerada como una forma de servir al Estado y proveniente de él, sin fines de lucro, laico y de todos y todas las chilenas. Y al ser de todos, gratuito. Sin duda alguna, estos deben ser los lineamientos para un Sistema Nacional de Educación Superior. Ahora, la tarea más difícil es la de ponernos de acuerdo en lo que queremos llegar a construir mediante el Estado. Una vez se tenga claro, el proyecto vendrá por inercia.
Comentarios
19 de julio
Debiése decir: sino porque para desregularlo lo puso en manos del famoso mercado y de los no siempre, pero bien ponderados “emprendimientos educacionales”.
+1
20 de agosto
300.000 CLP mensuales, eso incluye mensualidad, estadia, locomocion, materiales, alimentacion?
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