¿Hay alguna medida que permita que en cuatro o cinco años, los estudiantes de las escuelas y los liceos de Chile estén alcanzando altos niveles de aprendizaje, medibles incluso por pruebas estandarizadas tipo SIMCE o PISA? La respuesta es afirmativa. Sí la hay. Se trata de cambiar el modelo pedagógico frontal y tradicional que prima en las aulas por una forma diferente de generar aprendizajes: por aulas efectivamente motivadoras.
Uno de los puntos cruciales del programa del gobierno de Bachelet es la recuperación de la educación pública. Una medida clave para recuperar la educación básica y media, es la desmunicipalización.
Sin embargo, esta y otras medidas de corte estructural, siendo necesarias, no van a producir cambios en los niveles de aprendizaje de los estudiantes en el corto plazo.
¿Hay alguna medida que permita que en cuatro o cinco años, los estudiantes de las escuelas y los liceos de Chile estén alcanzando altos niveles de aprendizaje, medibles incluso por pruebas estandarizadas tipo SIMCE o PISA?
La respuesta es afirmativa. Sí la hay. Se trata de cambiar el modelo pedagógico frontal y tradicional que prima en las aulas por una forma diferente de generar aprendizajes: por aulas efectivamente motivadoras.
Para ello lo primero dejar atrás la interpretación de que el proceso de aprendizaje en las aulas es un proceso de “trasmisión” de ideas, conceptos o teorías, y observar el proceso con los planteamientos de Humberto Maturana y Francisco Varela: los procesos de comunicación entre los seres humanos ocurren en conversaciones; esto es, en flujos de lenguaje y emoción. Por ende, en los procesos de aprendizaje no hay “trasmisión” de nada, no hay un emisor (profesor) emitiendo un mensaje (el concepto o la materia) a un receptor pasivo (el/la estudiante). Hay flujos de lenguaje y emoción.
Las emociones del profesor y las de los estudiantes están allí, en el aula y ellas abren o cierran posibilidades a la comprensión o siquiera la escucha.
Cambiar esa mirada obliga a que el docente se haga cargo de las emociones que sus acciones generan en el aula: por lo general, tedio, aburrimiento, desinterés. Lo obliga a hacerse cargo de la escucha de sus estudiantes, y generar interés, entretención, ganas de aprender y seguir aprendiendo. ¿Y cómo se logra esto? Resulta muy fácil pasar de aburrimiento al interés, pues todos lo experimentamos casi a diario. Es tan obvio que parece mentira, como el huevo de Colón: haciendo chistes, moviéndonos, bailando, haciendo corografías, cantando. Metiendo el cuerpo.
Pero… ¿es posible generar una pedagogía que permita estudiar temas complejos como las ecuaciones de segundo grado con dos incógnitas, o las transformaciones isométricas o la fase de los ensayos constitucionales en la historia del Chile del siglo XIX, o los procesos de meiosis y mitosis con chistes, movimientos, bailes, cantos y coreografías? Es perfectamente posible. Basta la creatividad de un equipo de profesores, los permisos y condiciones institucionales para mover pupitres y hacer bailar a los estudiantes, más unos pocos elementos adicionales como carteles o rótulos en cartulina, para hacer una clase entretenida.
¿Garantizan clases entretenidas el aprendizaje? Desde luego que no. Son el comienzo, la fase 1 de las aulas motivadoras, el cambio que permite que los estudiantes pasen del juicio “el profe y lo que hace es aburrido” al juicio de “esto es entretenido, me gusta”; y a abrir la curiosidad y el interés. Después sigue la fase 2, de ejercicios con materiales concretos. Y la fase 3, de formalización y profundización utilizando aplicaciones digitales, para llegar finalmente a Gutenberg, a la profundización en textos y la resolución de problemas en papel.
¿Es posible provocar un cambio de modelo pedagógico en las aulas de las escuelas y los liceos públicos de tal forma que se produzca una transformación educativa como la que proponemos? Es posible en un sistema nacional de educación pública que se hace cargo y conduce la transformación, y que reivindica el pensamiento propio, el de Maturana, Varela, Echeverría y la Escuela Santiago y lo transforma en un movimiento pedagógico de largo aliento.
¿Hay evidencias empíricas de que un modelo así produciría el efecto señalado? Evidencias con valor estadístico no la hay. Pero sí evidencias factuales. Por ejemplo, observen el video de una clase realizada en una escuela municipal, y que fue planificada e implementada a partir de lo que se ha planteado. En especial, observen en este video el cambio en el estado de ánimo de los estudiantes.
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Foto: Pontificia Universidad Católica de Chile / Licencia CC
Comentarios
20 de marzo
Bueno, considerando que el eje central de cualquier reforma educativa pasa necesariamente por el profesor en el aula, el planteamiento lo considero absolutamente correcto.
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