En su discurso del 21 de mayo de 1939, el Presidente Pedro Aguirre Cerda afirmó que la enseñanza debería ser laica “con el fin de garantizar la libertad de conciencia y hacer que nada perturbe el espíritu del niño durante el periodo formativo”
Desoyendo el sabio precepto de don Pedro, en 1983 el Ministerio de Educación promulgó el Decreto Supremo N° 924, que obliga a todos los colegios a impartir clases de religión (el decreto anterior que regía este tema -N° 776, de 1977, derogado por el N° 924- exigía reunir una cantidad mínima de alumnos para impartir dichas clases*)En un Estado Laico y que garantice realmente la libertad de pensamiento y conciencia de lo(a)s niño(a)s, el adoctrinamiento religioso debería ser abordado de manera análoga al político.
No conforme con lo obrado por la cartera en dictadura contra la laicidad de la enseñanza el Ministerio de Educación promulga en 2014 la ordenanza N° 702, que exige que “la totalidad de los padres y/o apoderados de un curso” se manifiesten en contra de realizar el curso de religión, para que éste no se imparta.
Sin duda, el Presidente Aguirre Cerda fue un visionario, que planteó el tema con más claridad incluso que la propia Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada más de 50 años después de su discurso. Ésta, en el inciso 1° de su artículo 14, expresa que “Los Estados Partes respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”, cometiendo un grave error, ya que el niño (en general) no posee aún la capacidad para decidir por si mismo si profesa o no una religión, quedando expuesto al adoctrinamiento por parte de sus padres o tutores.
En un Estado Laico y que garantice realmente la libertad de pensamiento y conciencia de lo(a)s niño(a)s, el adoctrinamiento religioso debería ser abordado de manera análoga al político. Es decir, permitirse sólo cuando el (la) niño(a) posea cierto nivel de discernimiento (a los 14 años, aproximadamente) para descartar cualquier tipo de presión de parte de sus padres o tutores, y tener claro que opta por voluntad propia. Además, dicho adoctrinamiento deberá realizarse fuera del aula, y nunca formando parte del programa educativo del colegio, como lamentablemente ocurre hoy en Chile, debido a la vigencia del Decreto Supremo N° 924, y a la existencia legal de colegios confesionales (permitidos por la malentendida “libertad de enseñanza”)
*Fuente respecto a contenido de Decreto N° 776: Memoria de Título de Abogado, de doña Nancy Cárdenas Fuentealba. Universidad Austral de Chile
Comentarios
13 de noviembre
(por falta de criterio al conversar)
«para que no reciban adoctrinamiento en ninguna de estas materias, los niños no podrán ingresar a los estadios con sus padres»
El precepto citado de Pedro Aguirre no tiene nada de sabio y esta situación, esta columna, la está juzgando y exponiendo alguien que tampoco lo puede juzgar con sabiduría, porque deja en evidencia que no la tiene…
Así como esta situación de picantería intelectual, abunda la metralla de repetidores de «educación laica, educación laica, educación laica» como si a ellos los tuvieran que educar hoy en el colegio.
Sr.:
si usted tiene que educar a sus hijos y quiere educarlos laicamente, edúquelos laicamente, si eso es lo que ha escogido, pero, ya que evidencia tanta falta de consideración de preceptos de sabiduría,
deje que los demás eduquen a sus hijos como quieran
Si le queda alguna duda de lo que acaba de leer, sólo consúltelo por este medio. Si cree que esta determinación de «educación laica o no laica» debe ser resuelta luego de un debate adecuado, exponga lo que cree, para mostrarle una postura diferente.
… le explico: los niños deben ser conducidos a un sendero que no lo abandonen, aún cuando sean ancianos. ¿A qué senderos enviará usted a sus hijos?
¿ los dejará salir a la calle a encontrarlos ?
¿los dejará al libre albedrío de los consejos de sus inmaduros compañeros?.
¿Pedro Aguirre debe dirigirlos, o tal vez deba hacerlo Sergio Lastra Guerra?
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17 de noviembre
El laicismo no conlleva matrimonio alguno con una creencia el particular, solo pretende, desde la libertad, dejar que el ciudadano decida lo que es correcto y verdadero para él. Al separar lo «terrenal de lo espiritual»… en estricto rigor hace el ejercicio de la libertad en sociedad como alternativa ante las verdades reveladas de la fe.