Beyer primero y luego Piñera en cadena nacional, la anunciaron como la gran reforma al sistema educativo tal como hiciera Frei con las “Subvenciones Escolares”, o bien Lagos con el “Crédito con Aval del Estado (CAE)”, y aún Bachelet y los binominales tomados-de-la-mano en La Moneda con la “Ley General de Educación (LGE)”. Todos prometieron profundos cambios, y aquí estamos, con el mismo sistema educacional de la Dictadura, en versiones actualizadas que buscan mejorar la máquina de ganar plata que en su génesis fue pensada para eternizar el sistema ideado por Jaime Guzmán y sus boys.
Durante estos días, el Gobierno dio a conocer una serie de “reformas íntimamente relacionadas, y que tendrán un impacto muy positivo en la calidad de vida, las oportunidades y el futuro de todas las chilenas y chilenos, pero muy especialmente de los jóvenes”. Se trata de la reforma tributaria y la enésima versión de una reforma educacional.
Sobre la primera sólo diré que con la simple eliminación de las exenciones tributarias el Estado recaudaría alrededor de U$ 10.000 millones anuales más, o sea un 4% del PIB, diez veces lo que recaudará con esta reforma. En cuanto a la segunda, Beyer primero y luego Piñera en cadena nacional, la anunciaron como la gran reforma al sistema educativo, tal como hiciera Frei con las “Subvenciones Escolares”, o bien Lagos con el “Crédito con Aval del Estado (CAE)”, y aún Bachelet y los binominales tomados-de-la-mano en La Moneda con la “Ley General de Educación (LGE)”. Todos prometieron profundos cambios, y aquí estamos, con el mismo sistema educacional de la dictadura, en versiones actualizadas que buscan mejorar la máquina de ganar plata que en su génesis fue pensada para eternizar el sistema ideado por Jaime Guzmán y sus boys.
Antes de cualquier análisis, que quede claro que este anuncio (y otros) no hubieran sido posibles de no haber existido el Movimiento Estudiantil. Aunque algunas almas en pena no lo quieran reconocer, es una derrota para el modelo, sus ideólogos y sus defensores.
Vale la pena preguntarse entonces, ¿qué podría hacer de esta reforma versión 2012, una diferente a las demás? Muy poco, casi nada.
La estructura financiera educacional continúa tal cual, alimentada por el santo endeudamiento al que debemos someternos si queremos acceder a un derecho gratuito y universal por naturaleza. Todo sigue tal como lo soñó el gurú del trasnoche neoliberal, Milton Friedman. El anuncio de Piñera-Beyer reafirma la concepción dogmática sobre la que se edifica este modelo.
Lo que presentan como un “gran avance” (la salida de los bancos de ese monstruo llamado CAE, que sus creadores aun siguen defendiendo pues “gracias al CAE hay un número importante de estudiantes en las universidades”), no es sino un cambio de guardia: la deuda seguirá allí, ya no con los bancos que en estos siete años acumularon más de US$500 millones gracias a los créditos estudiantiles, sino directamente con el Estado. Que quede claro: esto no satisface la principal demanda del Movimiento Estudiantil, cual es la gratuidad de la Educación. La reforma pone énfasis en la creación de un sistema de crédito único con una tasa del 2% anual que será accesible al 90% de los estudiantes. Hoy la tasa de interés parece bajar, pero la carga financiera seguirá pesando sobre los hogares chilenos, cuyos ingresos son ampliamente insuficientes. Los gobiernos de Aylwin a Piñera, pasando por Frei, Lagos y Bachelet, no quisieron entender que la educación es un derecho universal. Que su financiamiento es una responsabilidad social cuya gestión es de competencia del Estado.
Sabido es que no hay peor ciego que el que no quiere ver: este gobierno, como ocurrió con los precedentes, se está comprando muy barato un conflicto de grandes proporciones. Por si fuese poco, este sistema de financiamiento deja a las universidades la responsabilidad de costear la diferencia entre el Arancel de Referencia y el Arancel Real, lo que da prueba de una mala fe evidente. En la actualidad las mal llamadas universidades públicas reciben menos del 18% de sus ingresos del Estado, lo que ocasiona problemas financieros recurrentes e insolubles. Con la reforma Beyer- Piñera estos problemas se agudizarán: ese 18% dista mucho de cubrir la mencionada diferencia entre el Arancel de Referencia y el Arancel Real.
Otra cuestión viene in mente: ¿De dónde provendrán los dineros para el nuevo sistema de Financiamiento Estudiantil? La tan cacareada reforma tributaria no da para mucho. Sin una clara política de financiamiento de las universidades públicas estas deberán recurrir al endeudamiento con la banca privada, o bien, como está ocurriendo en Canadá, se verán obligadas a aumentar los aranceles. La respuesta de los estudiantes no se hizo esperar y Montréal ha visto una explosión social gigantesca.
Conociendo al ministro Beyer uno bien puede suponer que sacando la banca por la puerta de los estudiantes, espera reintroducirla por la ventana de las Universidades. Beyer ha dedicado parte importante de su vida en convertirse en uno de los ideólogos del modelo educacional, -formó parte del think tank Centros de Estudios Públicos del clan Matte-, y hasta el año pasado aseguraba que el sistema educacional “no estaba en crisis” pues según él solo habían “brechas” entre estudiantes de “bajo y alto capital cultural”, eufemismos que ocultan las vergonzosas desigualdades entre estudiantes pobres y estudiantes ricos.
Resumiendo, la montaña Beyer-Piñera parió una laucha. Como sus predecesores, siguen administrándole aspirinas a un enfermo terminal. Lo dicho: se están comprando un conflicto de proporciones.
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