#Educación

Chile, una sociedad que no educa para la democracia

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Muchas son las definiciones de democracia que se pueden encontrar, pero todas de alguna manera llegan a que democracia constituye un régimen político que implica no sólo una forma de gobierno y estructura económica social, sino también valores, actitudes y conductas democráticas (esta es una definición que pueden consultar en la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile). Como dijera Lincoln, “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Una democracia es un “sistema de convivencia humana que, libre de toda atadura dogmática, promueve los medios para su propio perfeccionamiento y hace posible los cambios que  sueñan  grandes mayorías”

Un conjunto de valores son representativos de la democracia. Dignidad de las personas, que es el reconocimiento y valoración integral de todos los individuos por el hecho de ser persona. La Libertad, esa característica que toda persona trae consigo al momento de nacer, la que le permite optar, tomar decisiones, definir su vida personal. La Fraternidad, unión entre hermanos o entre los que se tratan como tales. La Igualdad, ya que todos nacemos iguales en derechos y dignidad. 

Entonces las actitudes y conductas tienen que ver con aquello que como individuos y sociedad hacemos para encarnar y promover estos valores. Lo fundamental: respetar a los demás en su individualidad y derecho a definir su vida; respeto a las minorías y reconocimiento de la diversidad; participación en la toma de decisiones que nos influyen como familia, grupo, comunidad, país; exigir derechos y cumplir deberes; tolerancia con las opiniones diferentes a las nuestras; y búsqueda de soluciones pacíficas a los problemas.
 
¿Es Chile una sociedad que eduque, promueva y abrace estos valores, actitudes y conductas? ¿Cuál es el Chile en el que vivimos hoy? Un país con crisis de credibilidad en  los partidos políticos así como de las instituciones de representación ciudadana; un país con historia reciente de años de represión de las ideas, en donde la participación y asociatividad, factores primordiales de sustento de las democracias y de la gobernabilidad, fueron fuertemente sancionados; un país en donde el sentido de lo social se está perdiendo y donde se privilegian las conquistas individuales por sobre la búsqueda de soluciones colectivas a problemas de todos; un país en deuda con el empoderamiento ciudadano, tanto desde los derechos como también desde los deberes.
 
Estas, entre otras muchas razones, han modelado un pueblo de ciudadanos con baja cultura cívica; de fácil influencia por los medios de comunicación; sin valoración ni interés en las elecciones de los gobernantes (en cada elección hay menos votantes y menos inscritos); con escaso conocimiento del sistema político de gobierno de su país; sin conciencia de que una democracia no es la suma de individuos, sino que se requiere relaciones entre ellos y organizaciones, de manera de compatibilizar derechos y obligaciones,
 
Cuando hay mayor participación ciudadana, las instituciones son capaces de expresar intereses diversos, propiciando con ello una democracia más estable y de mejor calidad, es decir, existe una gran asociación entre altos niveles de participación electoral y bajos niveles de conflicto, de allí la importancia de educar para la democracia.
 
Esta subvaloración o menoscabo de la democracia, esta degradación progresiva, a mi juicio parte de la conducta proteccionista y de fines absolutamente proselitistas adoptada por algunos políticos (Joaquín Lavín, el primero) al“instalarse en terreno, cerca de la gente”. Práctica imitada luego irresponsablemente por políticos de todos los sectores, y que ha terminado por institucionalizarse a grados tales, que hoy los políticos no son servidores públicos, sino SIRVIENTES de esa masa iletrada políticamente, la cual olvidó así sus deberes ciudadanos y solo reclama derechos sin pudor alguno. Una sociedad que ha llegado a tal grado de marasmo es una sociedad enferma, que necesita actores que rescaten la POLÍTICA con mayúscula.
 
Es labor de los gobernantes, del Estado y de quienes queremos y creemos en la democracia, el trabajar para que Chile se torne un país con gobernabilidad sustentable y no sólo tener una “democracia electoral”.
 
Es menester reincorporar pues en los programas estudiantiles la enseñanza de Educación Cívica, tristemente reemplazada por la de Religión en tiempos de la Dictadura. Las políticas públicas de promoción y educación cívica desde el jardín infantil y durante toda la educación básica y media, son fundamentales. Pero esta educación cívica en los colegios debe tener una columna vertebral inamovible que consensue lo que como sociedad creemos y queremos acerca del Estado, y no quede esto al arbitrio de cada colegio. Los valores de la democracia no deben transarse en el mercado.
 
Es labor del Estado invertir para la sustentabilidad de la democracia financiando la educación política de los jóvenes, regulando y financiando las campañas electorales. De esta manera aseguramos la equidad en el acceso de quien quiera entrar a la arena política, mayor transparencia y por consecuencia mayor credibilidad.
 
Debemos avanzar hacia una sociedad en donde los ciudadanos asistan a votar no como una obligación, si no por considerar que a través del ejercicio de su derecho pueden influenciar las decisiones políticas y controlar a las autoridades.
 
Como en todos los ámbitos, la familia y cada ciudadano tiene también un rol en la construcción de esta sociedad. El ejemplo parte en la familia. Concurrir a votar con nuestros hijos. Conversar con el vecino acerca de aquello que como barrio nos alegra o aqueja, o acerca de los candidatos; participar en los centros de padres, iglesias, juntas de vecinos, clubes sociales, redes sociales; promover el debate de ideas en la mesa familiar, etc.
 
Son acciones que ciertamente pueden contribuir  a que Chile sea un país con ciudadanos conscientes de sus derechos y deberes, obtenido lo cual, se podría mirar con mayor optimismo el futuro de nuestra democracia y consecuentemente de nuestra patria.
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Comentarios

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02 de abril

Buen artículo, definiticamente nuestra sociedad actual adolece de una gran incult más, fekicictacionesura, de los deberes de cada uno, de conceptos como libertad y libertinaje, familia y respeto,pero eso da para mucho

04 de abril

Rolando, indudablemente el tema da para mucho, para mi es importante que cada uno se haga cargo de su rol individual concevido dentro de lo colectivo para la construcción de la democracia. Gracias por comentarlo y bueno, la idea es poner el tema.
Saludos!

03 de abril

Marta:
No podría estar más de acuerdo contigo. Una educación de calidad que, además, resalte los valores democráticos generará un Chile diferente. Pero la pregunta de fondo es si a las élites les conviene ir en esa dirección o prefieren mantener el camino hacia una cada vez más grande diferenciación y discriminación social para poder seguir generando una de las distribuciones del ingreso más injusta del planeta. La educación y la democracia son peligrosas para esos fines porque liberan al ser humano, tal como tú lo mencionas.
Felicitaciones y saludos.

05 de abril

Ricardo, con temor creo que las elites manifiestamente trabajan para mantener el status quo, Pero con optimismo creo que es el momento de la sociedad civil, empoderarnos de ese poder que hemos prestado a los gobernantes es la única manera de rescatar el futuro, pero para eso necesitamos educación y ejemplo. Espero mi escrito al menos para algunos sirva de arenga a la instrospección.
Saludos!

04 de abril

En parte estoy de acuerdo y en parte no.

Concuerdo en que la educación cívica es esencial para promover principios democráticos.

No obstante, creo que la crisis de credibilidad y la baja participación electoral son causadas de manera esencial por la deplorable forma de hacer política de los representantes, quienes tienen poder político, y por el bajo nivel de representación que genera nuestro sistema político.

Los primeros culpables de esa crisis son las élites políticas, que amparándose en un sistema poco competitivo han creado una estructura de cartel, una partitocracia, que cada día se aleja más de los ciudadanos, y que no han tenido la voluntad de propiciar cambios en ese sentido.

Y aquí está mi discrepancia, porque creo que el concepto de democracia no se traduce ni limita en Estado solamente, sino en Sociedad Civil, no sólo respetuosa de los derechos humanos, civiles y políticos, sino que pluralista, activa y vigilante del poder estatal y político.

La educación cívica debe promover valores democráticos, derechos civiles, respeto a los derechos humanos, libertad de expresión, asociación, pero no una concepción monolítica del Estado.

Por eso, me genera duda que el Estado financie la educación política ¿Qué educación política? ¿Qué paradigma o modelo? ¿Quién determinará eso, el gobierno de turno?

De hecho, eso se presta para establecer un elitismo nefasto en cuanto a la democracia.

Creo que junto con la educación cívica, se requiere un sistema electoral competitivo.

Saludos

05 de abril

Jorge, ¡que buen comentario! que bueno poder abrir este debate que me apasiona. Después de leerte cncluyo que nuestra diferencias son casi semánticas. Postulo que la construción de la democracia es labor de todos los actores, Familia, Comunidad, Estado, Gobierno, etc.Tal vez yo soy «causalista» creo que si no educamos (todos los actores) seguiremos teniendo la politiquería que tenemos hoy, sin ideas y con marcado caudillismo, clientelismo, etc. que claramente se aleja de los ciudadanos en lo que significa representatividad de ellos, pero se acerca en el ámbito personal con la risa fácil y la participación en farandulandia.
Postulo que el Estado, que para mi no es más que la manera de organización que nos hemos dado, es responsabilidad de los ciudadanos, somos nosotros los que debemos exigir al gobieno que administre bien nuestra organización, y si no nos gusta debemos castigarlo con el voto.Postulo que el poder de los gobernantes y parlamentarios es de prestado, porque es de los ciudadanos, y por eso coincido tanto en que mientras exista el sistema electoral que tenemos difícilmente podremos influenciar con el voto, pero creo que sí lo podemos hacer con movimientos ciudadanos. He tratado por twitter de levantar una campaña anti binominal muchas veces, sin embargo me ha llamado la atención los pocos que me han seguido en esa iniciativa…
Bueno, y en cuanto al Estado, pues sí, creo que debe financiar la educación política de los jóvenes, el Estado es de todos nosotros y me parece de la mayor importancia invertir en educación política, si lográramos tener educación cívica y formacción ciudadana desde la cuna (Familia y educación formal) los jóvenes podrían optar por cuál es la formación política que desean, no determinada por el gobierno de turno, si no por el mismo ciudadano.
En cuanto al paradigma o modelo, creo que al menos debemos tener una columna vertebral inamovible consensuada por nosotros mismos, la sociedad civil, las organizaciones de base, los partidos políticos, ¡todos los actores! al menos sueño con que los valores de la democracia, que obviamente no son solo Dignidad, Libertad, Fraternidad e Igualdad, sean compartidos y eduquemos en ello. Para eso es primordial hacernos instrospección y ver si estamos siendo (cada uno) modelo de estos valores para nuestros niños.

Con optimismo de que avancemos hacia aquello te saludo

05 de abril

Estimada Marta, este debate siempre es interesante porque podemos ir viendo el rol que asignamos a los ciudadanos en cuanto a los cambios y al poder político.

En lo personal creo que es necesario educar para pensar libremente, para ser crítico de todo tipo de poder, y eso se hace mostrando ideas y debatiendo. Y en eso hay un eje importante, el individuo es la base de la sociedad, y la sociedad está antes que el Estado y el gobierno es sólo una parte del Estado.

Por eso, el tema democrático va más allá del sólo hecho de elegir gobierno. La democracia es una manera de pensar una sociedad libre y pacífica.

Por eso, cuando atribuyes al Estado la función de educar políticamente me surgen dudas ¿Cómo defines educación política? Creo que es clave definir eso. Por qué, porque un riesgo es creer que educación política es educar en una religión del Estado, que pase a llevar a la sociedad y al individuo.

En cuanto a una columna vertebral inamovible, creo que eso no es posible, pues la generaciones venideras tienen el derecho a cambiar los marcos institucionales –formales e informales- si así lo desean.

El primer principio democrático que se debe enseñar es que cada individuo es un fin en sí mismo.

Saludos

05 de abril

Para mi la educación política es mostrar todas las ideologías políticasa, historia, tendencia: Formas de participación ciudadana, deberes y derechos. Mostrar nuestro sistema de organización, roles de las instituciones estatales,diversos tipos de gobiernos, etc. Por supuesto aspiro a una educación informativa, que dé herramientas para discernir y elegir, comprender el rol ciudadano en cuanto a los cambios y al poder político. Esto no es posible si no es con una mirada crítica, rescatando el debate como manera de construcción de conocimiento. No creo en dogmas ni en una religión del Estado, pero sí le atribuyo a este una responsabilidad en la educación.
Por cierto que nada está escrito en piedra, cuando me refiero a una columna vertebral inamovible me refiero a que hay ciertos valores intransables en los que debiéramos estar de acuerdo, así de simple, así como convenimos que es bueno parar en la luz roja. Si las futuras generaciones descubren o proponen algo nuevo ¡que lo hagan!! pero deben tener información para ello.
Aparte de mi trabajo fijo, hago clases en una U. en pre grado, y puedo obsevar lo débiles que llegan los jóvenes en materia de información y conocimiento sobre como funciona nuestra sociedad, por lo tanto también les cuesta ubicarse en su rol ciudadano, mis primeras clases casi son de educación cívica para poder entrar en materia y abrir el debate y la crítica en lo que es mi tema, La Salud Pública.
No tengo la varita mágica de la solución, pero me parece muy importante poner el tema, y por sobre todo el ejemplo.
Saludos!

05 de abril

Marta, efectivamente una educación política debe abordar todas las formas de pensamiento político, incluso las que plantean la no existencia del Estado. Pero sobre todo, debe fomentar un pensamiento no dogmático en torno a los asuntos humanos.

Uno de los principales problemas para una democracia es el pensamiento dogmático, que puede llevar a los sujetos a su supresión.

En general, la educación imperante fomenta mucho el dogma…

Saludos

05 de abril

¡¡Estamos de acuerdo!!

Un abrazo

08 de abril

Estimada Marta, por fin tuve un tiempo para leer tu columna, cuyo retraso creo que ha sido bastante bueno, ya que he podido acceder al interesante debate generado. Como es deber de buen lector creo que es deseable siempre agradecer las ideas compartidas dando una opinión, es decir generando un algo más… un encuentro o cruce, sino es mero consumo. Pues bien, Me parece un texto bien interesante, ya que se enmarca dentro de la tradición liberal, con el aporte de los conceptos de la revolución francesa, hasta avanzar hacia ciertos postulados de la social-democracia, lo cual refuerza claramente mi tocayo Jorge (Gómez). En este sentido, el análisis es correcto, podemos lograr mejorar nuestra democracia en virtud de generar mayor inclusión, y la escuela emerge allí como una institución clave. La extinción de los cursos de formación ciudadana en las escuelas (además de la desaparición de la filosofía, la asfixia de las artes, lo prescindible de las ciencias sociales) justamente habla de la imposición de un afán neoliberal que niega la historia y la ciudadanía (en términos de ejercicio de deberes y derechos dentro de un Estado o contrato social). Creo que el análisis se nos complica cuando intentamos hacer un análisis de otro cuño, y aquí recuperaré el análisis del Estado y de la democracia que hacen los marxistas –que no por desprestigiados, dejan de tener una visión muy pertinente para nuestro “marasmo”-. Creo que desde esta perspectiva las elites, de las cuales habla mi tocayo, son las que han sido dueñas históricamente del aparato estatal, es interesante aquí hacer en el enlace con la obra de Gabriel Salazar y Julio Pinto sobre la conformación de nuestro Estado. El mito democrático de Chile siempre ha sido la exclusión de alguien y el beneficio de unos pocos (veamos quienes son los que están en el poder político y de dónde vienen), pero se sostiene la defensa de una “democracia” como valor universal, sin colocar el conflicto como elemento esencial. Para mi gusto, y esta es mi defensa, la democracia es esencialmente Conflicto, y que bueno que pueda existir. En Chile nos acostumbramos a mesurarnos y buscar desesperadamente Consensos de gobernabilidad, y le tenemos una especie de terror arcaico a plantear los conflictos, las diferencias absolutas que tenemos. La desigualdad en este sentido me parece que es uno de los elementos que conspira gravemente para el ejercicio de una ciudadanía plena, sigue primando la lógica del terrateniente que compara votos a través de la publicidad. Creo que una educación para la democracia debe instalar un trabajo del conflicto, de las diferencias de clase, de género, ciudad-campo, Santiago-periferia, Santiago-regiones… para saber dónde estamos parados. Defender la democracia como valor universal se disuelve si no hacemos este ejercicio fundamental de contextualización. Muchas gracias Marta por tu escrito, y disculpa mi extensión en el comentario.

09 de abril

No faltaba más! la extensión es maravillosa de leer cuando es tan bien argumentada. Gracias Jorge, ya te he expresado mi admiración otras veces, y que tu comentes mi escrito es de verdad un honor para mi, que me costó harto decidirme a escribir y lo hice solo porque de pronto las ideas se me agolpan y casi cobran vida exigiendo salir.
Tienes razón, mucha razón en el temor que hay al conflicto, en eso hay que educar, pero los educadores ceo yo somos todos los actores. Bueno, creo que lo dijiste todo. Gracias otra vez.
Un abrazo

09 de abril

La democracia como conflicto me parece que es una idea con la que concuerdo, pero que debe ser bien definida, no sólo en cuanto a cómo entendemos el conflicto, y qué entendemos por conflicto sino también qué se propone para abordarlo.

Por eso, no sé hasta que punto sea útil el criterio marxista del conflicto, porque si concebimos la democracia como lucha de clases en torno al monopolio de la violencia, que es el Estado, no encuentro sentido hablar de educar ciudadanos para una democracia. Eso sin mencionar la complejidad en aplicar la distinción del concepto de clase.

Y en ese sentido, creo que es más adecuado el criterio liberal sobre la democracia como pluralismo de valores, que es lo que plantea Berlín, y que implica la tolerancia como eje esencial para una condición de paz donde la diversidad interactúa, y agregaría transforma. Y no sólo eso, permite concebir una distinción conflictiva entre sociedad y Estado.

Saludos

18 de octubre

Marta: Rescato una parte de tu interesante trabajo para enviarte mi comentario.

«Como en todos los ámbitos, la familia y cada ciudadano tiene también un rol en la construcción de esta sociedad. El ejemplo parte en la familia. Concurrir a votar con nuestros hijos. Conversar con el vecino acerca de aquello que como barrio nos alegra o aqueja, o acerca de los candidatos; participar en los centros de padres, iglesias, juntas de vecinos, clubes sociales, redes sociales; promover el debate de ideas en la mesa familiar, etc.»

Te contaré una curiosa experiencia; Por muchos años, tal vez 15, viví en un pasaje ubicado en la Cisterna compartido por vecinos de clase media al igual que yo. Escasamente conocía a mi vecino de al lado. Mis hijos pequeños conocían a todos los demás niños en el pasaje, y al parecer , era lo único en común que mantenía aquel lazo de fraternidad entre vecinos…los niños.
Un día después de 15 años se me ocurrió hacer una ampliación en mi patio para agrandar la cocina, pero, en ese quehacer debía botar el muro que dividía y separaba mi casa de la del vecino. Pedidos los permisos y el beneplácito del vecino procedí a botar la muralla. Duró tan solo 15 dias, y en ese breve lapso de tiempo conocí a mi vecino mucho mas de lo que pude haberlo hecho en los 15 años que viví en aquel lugar. Supe de sus aprensiones, sus alegrías y ambiciones, fueron momentos de honda humanidad, cruzábamos de un lado a otro en nuestras casas sin fronteras que delimitaran nuestra libertad.
Concluido el trabajo, se levantó un nuevo muro y todo volvió a ser como antes. Poco a poco se fueron desvaneciendo la solidaridad y la furtiva complicidad entre vecinos. Nada mas supe de sus temores ni novedades…solo un breve saludo de vez en cuando.

Esto que te cuento, es lo que vive nuestra humanidad enferma de apatía, donde el torbellino de preocupaciones nos apartan cada día mas de esos lazos de fraternidad que impiden el desarrollo de la igualdad. Por otra parte, nuestras ansias de libertad es compensada por la faranduleria que rellena esos breves espacios que disponemos para pensar, pero que al sistema no le conviene que lo hagamos.

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