En las últimas semanas, en medio de otros temas que preocupan e indignan a los y las chilenos, tímidamente emerge el tema de los textos escolares. Digo tema pues se han puesto al menos dos aristas en discusión, aristas que no debemos confundir pero que forman parte de un problema hasta ahora no enunciado: las dinámicas y prácticas que animan el mercado de los textos escolares; un mercado capturado por un par de editoriales, sin competencia y donde nunca como padres, madres y apoderados conocemos de una evaluación del impacto, efectos o aportes de los textos a nuestros hijos e hijas.
En los colegios particulares, así como en establecimientos públicos y subvencionados, la lista de útiles sea esta desproporcionada o más discreta, siempre impone la compra de los textos escolares. Además, las listas indican graciosamente que el libro debe ser de la “edición del año”. El boca a boca nos advierte de que los textos año a año tienen pequeñas modificaciones, a veces es el cambio de una imagen o la alteración de la numeración. Me pregunto si esto hace inutilizable el libro. Porque convengamos que esto no es significativo ni curricular ni, pedagógicamente, mucho menos implica que los conocimientos o información de los libros quede obsoleta, o si lo está no es por esta razón sino por el conservadurismo con que se tratan algunos tópicos. Entonces, claro que tenemos derecho a sospechar de las prácticas y dinámicas que las editoriales utilizan para copar el mercado. Mención aparte merecen los “pack” para los niveles de preescolar y básica inicial que incluyen el libro, el cuadernillo y el cuadernillo de stickers. Realmente me pregunto cómo las educadoras y profesores y profesoras de estos niveles no se niegan y resisten a la utilización comercial de los niños y niñas que se hace de manera tan burda.Los bajos índices de lectoría en nuestro país han provocado una pérdida en la capacidad de comprensión e interpretación de textos, además de implicar una pérdida de las capacidades de representación del mundo, de modo que no resulta razonable que las familias gasten todo su presupuesto familiar de libros, y más, en los textos escolares.
Con el anuncio de la Feria Chilena del Libro de que no venderá textos escolares, se ha abierto una discusión y han emergido muchas aristas, abriendo un espacio para una muy valiosa discusión. Al entregar sus razones para no vender dichos textos, lo que nos deja a todos(as) situados en una cadena de prácticas, malas prácticas de las editoriales que “animan” este mercado, pues si los libros suben de precio sin razón suben también para nosotros(as) quienes los compramos; si las editoriales imponen a las librerías condiciones que la Feria Chilena del libro ha considero inaceptables hay posibilidades de denuncia como ha sido en este caso o deben traspasarlas a los clientes.
La alerta que ha puesto el MINEDUC sobre la falta de razones para que los establecimientos educacionales donde los y las alumnos reciben textos de parte del propio Ministerio para pedir la compra de los mismos, creo que nos pone frente a otro tema a saber: ¿cómo se compone la cadena de prácticas que hacen que los establecimientos educaciones opten, casi adhieran, por una editorial de textos escolares por sobre otra, donde descarto que esta decisión se tome por una intuición?
Las preguntas que el Ministerio debe contribuir a resolver son: ¿cómo las editoriales e importadoras de textos escolares promueven sus materiales? A modo de botón de muestra ¿por qué cuándo compro los textos de inglés me preguntan el nombre del colegio y lo registran? De paso, éstas mismas preguntas son válidas para la lista de materiales ya que cada vez se parecen más a un catálogo que a materiales solicitados con sentidos pedagógicos. Volviendo al tema, los(as) apoderados(as) y el MINEDUC tendríamos que ser aliados(as) en poder resituar el sentido pedagógico de la enseñanza, por paradójico que esto suene. Bajo cualquier punto de vista, el Ministerio debería investigar las razones que hicieron que este año algunos establecimientos educacionales públicos y subvencionados exigieran textos escolares del circuito comercial, esto sin duda expondría el funcionamiento de este mercado que afecta de manera transversal a todos los establecimientos del país, y lo que es más relevante a todos los niños y niñas sin importar el estatus del establecimiento al que asisten, porque ese es un punto muy relevante como lo también lo es la forma del conocimiento que se transmite y su acceso.
En penúltimo lugar, y ligado a lo anterior, esta coyuntura debiera permitirnos abrir un debate aun cercano y menos abstracto sobre lo que implica desarrollar paradigmas de calidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje, donde los útiles, textos y otros materiales deben tener un lugar, pero a mi juicio razonable y equilibrado donde profesores, estudiantes, apoderados y los establecimientos educaciones encuentren equilibrios. Sin duda alguna, los marcos que se definan deben tener una concreción en los procesos cotidianos de los establecimientos educativos. Dentro de ellos, sería del todo necesario implementar etnografías de aula en el uso de los textos para responder a la pregunta qué tan importante es el texto, cómo lo usan los(as) docentes, cómo lo usan los(as) estudiantes, cómo lo leen los(as) alumnos(as), cuánto tiempo se usa y para qué. Estos aspectos deberían ser centrales a la hora de abordar la falsa polémica sobre cuáles textos son mejores: los de las editoriales o del ministerio. El libro de texto es solo un material de trabajo y cobra importancia en función de su uso no por la calidad de su papel o sus fotos.
Por último, los bajos índices de lectoría en nuestro país han provocado una pérdida en la capacidad de comprensión e interpretación de textos, además de implicar una pérdida de las capacidades de representación del mundo, de modo que no resulta razonable que las familias gasten todo su presupuesto familiar de libros, y más, en los textos escolares. Se ha dicho en la noticias por estos días, que la compra de textos escolares es un gasto de $160.000 aproximadamente, seamos claros, este monto es alumno(a). Raya para la suma, ahí se acaba el presupuesto familiar para libros de otro tipo. Nada es tan simple y todo se trama en una extensa urdimbre de consecuencias. La temporada escolar perdió todo sentido pedagógico, didáctico, de comunidad, es una fecha más en el sacrosanto calendario del retail.
Comentarios
23 de marzo
Concuerdo contigo, eres muy valiente en tu denuncia, este «negocio» lleva años, pasan y pasan los gobiernos y los ministros y nadie parece querer terminar con este abuso a miles de familias.
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