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Becas Chile: pelos en la sopa

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En uno de sus artefactos, Nicanor Parra se pregunta qué hacer con la Universidad, dado que “los grados que otorga / son títulos nobiliarios”. Un par de décadas después, el supuesto tras la pregunta no hace sino ganar en pertinencia.

Tras la revolución francesa, una de las primeras cuestiones que se masificaron fue el matrimonio, como forma de constitución de la familia. El vínculo, otrora certificado de pertenencia de la realeza y las personas con linaje, pasó a ser paulatinamente un derecho asegurado para cualquier persona, tal como es ahora, en que todos los heterosexuales pueden casarse, y precisamente por este devenir histórico es que la unión homosexual aspira a ese nombre, el de “matrimonio”, para horadar la discriminación y honrar la democracia. Ciertamente, la masificación del matrimonio no terminó con las familias de clase. Bien lo sabemos en Chile, en donde cada apellido puede ser analizado respecto de la elegancia de su pasado y su persistencia en el presente. Si usted apellida Hidalgo, González o Tapia, por más que se case y recase no tendrá igual estatus que “las familias fundadoras”.  

Cosa similar ha ocurrido con los títulos universitarios. Después de décadas de exclusión, hoy, en Chile, gran parte de nuestros jóvenes puede aspirar a ser abogado, ingeniero o médico. Pero, igual que el devenir de los matrimonios, no basta con el título. Son tantas las universidades mediocres, que el famoso cartoncito sólo tendrá valor en la medida que lo otorgue una universidad tradicional. Y, para distinguirse entre los distinguidos, lo necesario es haber estudiado algún post grado afuera. Volvemos así, pero ahora con más violencia, al estudio como forma de distinción odiosa. Ingenuos fueron los que pensaron que la masificación del matrimonio iba a terminar con la discriminación por sangre, y más ingenuos son los que creen que la proliferación de universidades de medio pelo va a poder bajar del pedestal a los iluminados. 

Es en ese contexto en el que uno puede ponerle pelos a la sopa de las becas Chile. Se trata, qué duda cabe, de una muy buena idea, y en tal calidad, debe ser capaz de sobrevivir a las críticas que se le plantean: que se las ganan muchas personas que podrían pagarse perfectamente sus estudios con su patrimonio; que contribuyen a que muchos de los que pintan para ricos se hagan todavía más ricos; que supone que los beneficiados, una vez que reciben el cáliz sagrado del conocimiento, con su solo retorno al país nos van a ayudar a todos a salir de nuestra memez. Que se han transformado en una especie de segundo viaje de estudios para los jóvenes de clase alta, una escala obligatoria antes de la vida adulta, porque “es súper rico pasarse un par de años fuera de Chile”, o “es súper buena onda que tu primer hijo tenga doble nacionalidad”, o “estaba chato de la casa de mis viejos”. Que varios becados llegan de vuelta a su mismo trabajo, como mano de obra intelectual más calificada a empresas con cero vocación social, como esos abogados se van a hacer un máster en Derecho Medioambiental y vuelven a trabajar en un bufete que defiende empresas salmoneras. Que varios becados tienen nulo interés académico y conciencia social, y se pasan el dato de universidades mediocres con buen nombre, a las que se puede ir y no estudiar demasiado, para volver en calidad de “expertos” a tomar cargos gerenciales con abierto desprecio por los que han aprendido su oficio en el trabajo diario. Que firman insulsas cartas al diario y hasta mails para confirmar su presencia en un almuerzo con pies como “magister ©”, o “candidato a doctor” o “ex alumno de…”. Que el 99% de los trabajos que llegan a hacer los becados los podrían hacer igual de bien –o de mal– sin sus estudios en el extranjero. En fin, que se podría ocupar ese dinero en suspender la agonía en la que se tiene a la Universidad de Chile, que se degrada lentamente, mientras muchachos a los que “Chile les quedó chico” van y vuelven, acumulando millas e idiomas.

El listado de cargos es largo, y muchos podrán responder a la mayoría de ellos apelando a la palabra comodín del que está más arriba: “resentimiento”.

Los que queramos ir más allá de esa respuesta automática, y creamos que la necesidad de importar conocimiento no puede mancillar el ideal de la educación como herramienta de movilidad social y encuentro de distintas verdades; los que creamos que vale la pena continuar con las Becas Chile, tendremos un arduo trabajo de justificación por delante. 

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Foto: Educación – Daquella manera / Licencia CC
 

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Comentarios

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17 de agosto

Estimado Patricio:

Muy bueno tu artículo. Estoy totalmente de acuerdo contigo en defender y mantener las Becas Chile.
Soy becaria del Estado chileno y estoy estudiando en el exterior, y realmente no podría haber salido a estudiar si no fuera por la beca que recibí (previa a Becas Chile y con más obligaciones).

Mi experiencia es que a través de la posibilidad de estudiar en el extranjero, he valorado mucho más a Chile, y me siento comprometida con el país que me becó (a pesar de no haber nacido en él) para entregarle no sólo lo formal que indica la beca (el doble del tiempo que dure la misma, trabajando para el Estado o las Universidades chilenas), sino más aún: mis convicciones, ideales y energías, al servicio de mejorar el país.
Es más, no estoy esperando a volver para entregar a Chile lo que está a mi alcance desde mi formación, sino que estoy participando activamente a través de varias instituciones ciudadanas, robándole a veces mi tiempo a actividades académicas, para estar presente en el acontecer nacional de este momento preciso, no recién desde el momento en que pueda retornar. Todo esto lo digo no por hacer alarde de mis méritos (?) sino para demostrar que el mismo hecho de recibir la beca despierta en mí, como respuesta, un compromiso con mis estudios, con Chile a mi regreso, y con el acontecer nacional de este preciso instante.

Desde otra vereda, y para agregar argumentos a las críticas que graciosamente enlistas en tu artículo, no olvidemos lo que pueden criticar de estas becas quienes «son iluminados» por pertenecer a ciertas élites de la sociedad chilena: ellos critican que el hecho de masificar la oportunidad de salir del país para estudios de posgrado, implica que el capital humano formado por el Estado, siempre será de una formación inferior que el que puede estudiar afuera por sus propios medios, y eso desde su particular punto de vista, «empaña» el nivel de posgraduados en Chile… No olvidemos que muchos de los becados se titularon en Universidades de reciente creación y bajo prestigio académico, muchos cursaron su Educación media en liceos municipalizados, hoy vilipendiados por el Gobierno que debiera defenderlos; y otros tantos provienen de familias con un «capital cultural escaso»…
Lo que quiero decir, es que desde las clases dirigentes y por parte de quienes poseen el capital económico de este país, también hay muchos detractores de estas becas. Baste observar la conducta del gobierno actual, que prácticamente ha congelado las becas para doctorado y posdoctorado, del nivel de magíster sólo ha mantenido las correspondientes a los profesionales de la Educación, y las becas para pasantías técnicas son las únicas que no le molestaron tanto como para tener que sacarlas. Preguntémonos por qué, y cada uno podrá tener una hipótesis muy interesante al respecto.

Lo que sí es cierto, es que para mejorar las Becas Chile, habría que retomar la experiencia de la Beca Presidente de la República en los últimos años (cuando dependía de Mideplan y no de Conicyt), en que se había logrado implementar un sistema de currículum ciego para la postulación, lo que daba transparencia y seguridad, tanto a quienes obtuvimos la beca, como a quienes quedaban fuera del proceso. En las Becas Chile nunca se entendieron los criterios de selección, cambiaron sobre la marcha y demostraron diferencias notables de puntaje en casos muy similares de formación. Eso sí que es necesario revisarlo!

Pero la necesidad de revisar y mejorar ciertos servicios que presta el Estado, tal como la Educación pública, la Salud pública, y en este caso las becas de posgrado, no implica que tengan que desaparecer, sino que entre todos podemos colaborar para que se lleven a cabo de mejor manera. La Súper-privatización del Estado no es la solución!

Gracias Patricio por tu artículo, y muchos saludos a quienes tuvieron la paciencia de leerme hasta aquí.

Fátima Oeyen
http://twitter.com/fatimaoeyen

19 de agosto

Fátima:

Concuerdo plenamente con tus comentarios. De que hay que revisar el mecanismo de Becas Chile, ¡hay que revisarlo! Y a fondo. Como bien indica Patricio, no tiene sentido dar esta beca a quienes de verdad pueden financiar sus estudios en el extranjero. Realmente eso no tiene pies ni cabeza. Tampoco puede aceptarse que a mitad de camino se cambien las reglas y se agreguen trámites, lo cual hoy por hoy tiene a muchos beneficiarios empantanados en una burocracia inútil que sólo entorpece y resta tiempo valioso.

El compromiso con el país que describes lo he visto ya en muchos alumnos que han tenido estadías en el extranjero a costo de sus padres y de su propio esfuerzo. Confío en personas que, como tú, mantienen este compromiso y te felicito por defenderlo.

Mucho éxito en tu estudios y, sobre todo, en tu regreso a nuestro país. Es de esperar que experiencias como la tuya se repliquen.

17 de agosto

La lista de expresiones bajo el concepto de «resentimiento» hace sentido, creo, a una gran parte del país. No tengo claridad respecto a la composición socioeconómica histórica de quienes fueron beneficiados por Becas Chile, y me gustaría creer que es en su mayoría gente con historias sociales alejadas de esos «títulos nobiliarios» y que de verdad sienten que existe un compromiso fuerte del país por otorgarle ese capital humano en forma de beca y estadía en el extranjero. Lo que si está claro es que lo que signifique resentimiento no necesariamente se traduce en un juicio negativo, especialmente para quienes consideramos que estas becas deben traducirse en un proceso histórico de democratización de las élites del país. Ojalá que muchos de quienes hoy nos encontramos fuera, estudiando gracias a los recursos de quienes pagan sus impuestos con su consumo diario en el país, podamos converger en el relato de esas historias de resentimiento, y velar porque se desarrollen políticas de capital humano avanzado más justas a partir del conjunto de experiencias acumuladas como beneficiarios de estos privilegios.
Llegar a estudiar un postgrado en una universidad extranjera cargando una historia diferente a la de quienes ostentan los titulos nobiliarios referidos acá significaría disputar políticamente el espacio de la creación y difusión del conocimiento. Al mismo tiempo, ese mismo conjunto de personas representan los anhelos de muchos que hoy esperamos que en Chile pudiese ser más justo el acceso a ese capital humano que nos permite entender la arrogancia y desprecio que las élites han sentido hacia muchos con historias que no son las de ellos, sino la de los resentidos.
Saludos.

17 de agosto

Harto trabajo tienen porque claramente el sistema de becas -salvo contadas excepciones- es parte de la estructura de reproducción de las élites, que amparadas en el velo de la meritocracia, refuerzan sus posiciones privilegiadas según el origen o capital social al darle validez a la facilidad de acceso a doctorados, estudios en el extranjero, idiomas y cargos de influencia que sólo las elites tienen.

Esto les permite a los ya privilegiados por su origen, ampliar sus privilegios, reclamando a la vez, su derecho a ejercer su dominio y otras dispensas, por el supuesto mérito

17 de agosto

Fátima:
Me parece una maravilla que sientas ese compromiso con Chile, y que nombres al Estado –palabra que a algunos iluminados les suena a naftalina y azufre– como el causante del presente venturoso que cuentas.
Lo de la crítica a los becados con menos pedigrí socio/académico no lo había escuchado, pero seguro que algunos opinan así. También he escuchado que no se puede ser un buen alumno de arquitectura si no tienes buen gusto, y que el buen gusto sólo se puede obtener tras varias estadías en Europa. Cosas de ultramontanos.
Y, desde luego que es así, en la selección de los becados y sus carreras no se vislumbra un criterio uniforme, un objetivo país según áreas estratégicas ni una política social en algún sentido.

Iván:
Es audaz –y comparto tu audacia– legitimar las expresiones del resentimiento como un dato que es necesario sopesar en su mérito para construir un relato común. Lo de las becas como un método de movilidad social, tal como lo dices, es también un imperativo. Una cosa es que el objetivo primordial sea importar conocimiento, pero otra muy distinta es que no se puedan considerar las externalidades positivas del asunto. En ese sentido tomo el apunte de Jorge. ¿Podemos darnos el lujo de montar una política como las Becas Chile pensando sólo en el conocimiento en abstracto, sin ninguna mención a los efectos que eso tiene en nuestra gran herida social, que es la desigualdad? Me parece que de ninguna manera.

19 de agosto

Patricio:

¿Tu artículo, es una crítica al sistema de becas, a la entrega (o la pérdida) de estos recursos o, más bien, una crítica a los beneficiados por la beca, a quienes llamas «muchachos a los que ‘Chile les quedó chico’ [y que] van y vuelven, acumulando millas e idiomas»?

Trabajo hace nueve años en una universidad pública enviando alumnos a realizar estudios al extranjero, los cuales luego convalidan para terminar sus carreras en Chile. Contrariamente a lo que muchos creen, tal como señala Fátima, es notable ver cómo tras esta experiencia internacional en la gran mayoría de los participantes aumenta la valorización de nuestro país.

Si partes de la base de que quienes postulan a estudios en el extranjero lo hacen «porque les quedó chico el país», lamentablemente estás basando tu opinión en un prejuicio que, te aseguro, no es siempre correcto. Es cierto que algunos alumnos quieren «viajar» porque les comentaron que «la playa de Santa Bárbara es la mejor para el surf» o porque están aburridos de sus carreras. Pero no son la mayoría. También existe mucha gente inteligente que entiende la importancia de una experiencia académica internacional y que se esfuerza por aprovecharla al máximo y por cumplir las obligaciones que ésta conlleva.

La experiencia internacional se divide principalmente en dos áreas: la académica y la personal. A nivel académico, los estudiantes se benefician de la exposición a un sistema de enseñanza y evaluación distinto al nuestro, pero a la vez, enfrentan problemas nuevos que en nuestro país ya fueron solucionados o bien, aún no existen. Conocer otra realidad académica no por los libros ni los comentarios, sino por integrarte a ella activamente, es un aprendizaje valioso. Al final del día, los alumnos no sólo tienen la oportunidad de acceder a cursos/temas que no se imparten en nuestro país, sino que también a participar en cursos que abordan realidades comunes en Chile, pero analizadas desde otro punto de vista.

No todos los alumnos que estudian en el extranjero piensan sólo en surf, Patricio. La gran mayoría, al igual que tú, analiza, compara y desarrolla o potencia habilidades que nuestro sistema no les había permitido explotar. ¿Y sabes qué es lo más genial? La mayoría de ellos obtiene excelentes calificaciones en sus universidades de destino. Y no me refiero a universidades mediocres, sino a instituciones de excelencia académica. ¿Has meditado alguna vez en el impacto positivo que esto tiene para la valorización de Chile en el extranjero? Muchos olvidan que no sólo los presidentes llevan el nombre de su país en una visita protocolar; el impacto de vivir, trabajar y estudiar con un chileno que tiene un buen desempeño fortalece nuestra imagen país más que un simple un póster de ProChile con el famoso «Chile always surprising».

En el plano personal, los estudios que hemos realizado destacan el impacto positivo de la experiencia internacional para el desarrollo de las denominadas «habilidades blandas» o sociales. Adaptación, flexibilidad, emprendimiento, responsabilidad, organización… son sólo algunas de las habilidades que se fortalecen y tienen un impacto positivo tanto a nivel personal, como académico y laboral. ¿Necesito explicar los beneficios de contar con dicho tipo de alumnos en las aulas, en las familias, en los trabajos?

El hecho de que una persona llegue a conocer y a amar la vida en otro país, no debe entenderse siempre como un menosprecio por el país que financió tus estudios. Es cierto: muchas personas sí han abusado del Estado y de nuestros impuestos para terminar beneficiando a otros países que contratan a estos egresados que financió Chile. Eso DEBE terminar.

Existe un gran desconocimiento del impacto de los estudios en el extranjero, pero no por nada son cada día más comunes a nivel mundial. Creo, sin embargo, que buena parte de dicho desconocimiento se deben a la falta de estudio de esta materia y también a personas que no participaron en estas iniciativas con la motivación correcta. Así, con todo respeto, Patricio, te animaría a obtener más información sobre la importancia de esta experiencia y a no hacerte eco de un mito basado, en parte, en el desconocimiento.

Por último, entregar este dinero a la U. de Chile para terminar sus problemas dista por ser LA solución. Dicho plantel es excelente, pero su administración histórica y sus luchas internas de poder dejan mucho que desear. Ya se ha visto a nivel escolar y en la salud pública: dar más plata no es la solución mágica. Más recursos, sin una mejor gestión, sólo empeora las cosas. Y si se trata de dar plata a la U de Chile…¿por qué no a cualquiera de las otras excelentes universidades públicas de provincia que tanto lo necesitan? Ok, sé que mencionas la U por dar un ejemplo 🙂 Pero el caso es que el tema de la U es oooooootraaaa cosa muy distinta.

19 de agosto

Estimada Paola:
Así como tuviste la perspicacia de leer en mis líneas que le estaba arrastrando el poncho a cierto tipo de joven que vuelve a Chile chapuceando en anglicismos, yo puedo ver en las tuyas el orgullo de una profesora comprometida, que defiende a los alumnos que envía a estudiar afuera, haciendo suyo eso de que “puedo enseñarte a volar, pero no acompañarte en el vuelo”, de Zitarrosa. Yo hago clases desde hace años, y valoro lo que haces y que te dieras el tiempo de leerme y comentarme, y en ese contexto te puntualizo algunas cosas:
Yo no he escrito un “artículo”, sino que una columna de opinión. Es decir, no he pretendido informar sobre el estado de una discusión en un momento determinado, sino que dar un punto de vista, que como tal es siempre sesgado y personal. “Yo no juzgo, pelo”, decía hace poco Roberto Merino, y algo de eso hay, si lo tomas en el buen sentido: no pretendo enjuiciar el sistema, sino que nombrar cuestiones que he visto, pues todos los ejemplos que propongo me constan. Así como tu experiencia ha sido “notable”, la mía tiene algunos pelos en la sopa.
Yo no pretendo ni “criticar el sistema de becas” (de hecho, explícitamente lo apoyo) ni digo que los beneficiados por la beca son “muchachos a los que Chile les ha quedado chico”. Lo que critico es la adjudicación de los recursos a algunos que no deberían recibirlos (entre ellos los fanfarrones que afirman que les quedó chica esta tierra), en un contexto de crítica a la entrega de diplomas como títulos nobiliarios, que es el principal argumento. Y no he dicho que ellos sean los más o los menos, por lo que no corresponde que digas que yo afirmo que “todos los alumnos que estudian en el extranjero piensan sólo en el surf”.
Respecto a lo de la Universidad de Chile, tienes razón: es una forma barata de ganar adeptos en una discusión. Con todo, cuando me refiero a ella me refiero a la que me enseñaron existía antes de Pinochet, abarcando las regionales.
Personalmente, de acuerdo a mis intereses, no me hace mayor ruido eso de “obtener una experiencia académica internacional”. Lo que yo quiero leer está acá, y muchos de los profesores que admiro también. Me da un poco de rabia ver cómo tiran sus postgrados sobre la mesa algunos analfabetos funcionales, pero estoy dispuesto a apoyar el sistema de becas, y ampliarlo, siempre que en su asignación no se cometan torpezas.
Un abrazo.

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