En la actualidad, rendir un buen SIMCE parece ser la meta de una carrera de ciegos donde no importa cómo se llega si se llega primero.
La instrumentalización del SIMCE tiene que ver con un el uso de la prueba para objetivos distintos a los buscados cuando fue creado. La instrumentalización se basa en la ignorancia del proceso evaluativo, de los contenidos evaluados, de los objetivos perseguidos y de sus alcances reales, al momento de entregar los resultados. Permite la tergiversación de la información y el engaño de quienes reciben la información cuando cultura evaluativa es pobre, como lo es.
La cultura evaluativa es pobre cuando:
· No existe articulación entre los procesos de instrucción y de evaluación.
· La instrucción se realiza en función de la evaluación, ignorando los objetivos pedagógicos que a la base.
· Se sacan conclusiones generales a partir de una evaluaciones parciales.
· La calificación es más importante que su contenido.
· Se analizan los promedios sin ver qué pasa en cada área evaluada.
· Se analizan promedios sin analizar qué pasa con la distribución de los resultados en el grupo curso.
· La evaluación se asocia al látigo o a la zanahoria.
· Se arman ranking sin considerar el punto de partida del evaluado.
· Se arman ranking considerando dónde se llega y no lo que se avanza.
· Se arman ranking sin considerar el contexto del evaluado.
· Se reciben los resultados y se siguen entregando los contenidos de acuerdo a lo establecido por el texto guía, sin reforzar los que están más atrasados.
· Se sigue formando al curso sin reconocer que la mitad de los alumnos no ha logrado dominar contenidos de años pasados.
· Se sigue formando alumnos diversos en forma homogénea por falta de herramientas y metodologías para eso.
Algunos efectos de esta pobre cultura evaluativa, asociados al SIMCE:
– Que haya colegios que sustenten su autoestima en el SIMCE, usando este instrumento como único indicador de calidad.
– Que haya colegios cuyo único fin es rendir bien en el SIMCE relegando a segundo o tercer plano otras áreas de enseñanza.
– Que haya alumnos que sean marginados de colegios porque pueden bajar el SIMCE.
– Que se compare el trabajo de profesores que trabajan en distintas realidades con un mismo instrumento y un mismo estándar.
– Que la educación sea vista como un producto más que un proceso.
– Que haya escuelas que se dediquen a calentar la prueba, lo que puede funcionar en el corto plazo pero no en el mediano ni menos en el largo plazo.
En la actualidad, rendir un buen SIMCE parece ser la meta de una carrera de ciegos donde no importa cómo se llega si se llega primero.
Una carrera de ciegos donde se entregan premios sin considerar el estado de las pistas, el calzado de los corredores, el uso de perro o bastón, el conocimiento del camino, el que se golpeen y se voten entre sí, sin importar si realmente son ciegos.
Posiblemente es ésta ceguera la que sostiene la instrumentalización cuyo gran pecado es prestarse para ser utilizado para fines distintos a los buscados, sirviendo para consolidar la rentabilidad del mercado educativo en vez de servir para mejorar de la calidad educativa de esta nación.
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Comentarios
17 de julio
Muy buena columna estimado. Se agradece el aporte.
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17 de julio
Buen análisis, Felipe!
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18 de julio
Excelente columna! Poner fin al SIMCE parece equivalente a la venta del sofá de Otto! Seria interesante saber que hacer para evitar lo que señalas, la instrumentalizacion del SIMCE en una sociedad que vive a ciegas a punta de palos y zanahorias. Saludos!
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18 de julio
Por lo pronto se me ocurre una medida concreta para evitar la intrmentalización del instrumento:
Dejar de aplicarlo a los colegios particulares sin subvención del estado.
Las razones que explican esta medida serán parte del próximo artículo.
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18 de julio
Excelente articulo, sin embargo hay un error: votar no es lo mismo que botar. En el penúltimo párrafo debe decir …y se boten entre si…
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