#Economía

Salario «justo»: 20 a 1

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Hace tiempo que vengo pensando que la ambición y el lucro empresarial están fuera de control. Me parece bien que las empresas, en la medida que tienen dinero, quieran tener más (¿quién no quiere progresar y crecer?), pero me preocupa la ambición sin fronteras y desmedida, esa que conlleva a tener riqueza a toda costa, incluso pasando por encima de grupos de interés y dejando de lado la ética empresarial. Creo que la frase qué más escuché en la universidad fue que el fin último de cada empresa es generar riqueza para sus accionistas, pero esta no se puede generar a partir de pobreza para el resto de la organización.

Esta inquietud se vio reforzada cuando leí hace un par de semanas la impactante columna de opinión en “El Mostrador”: “¿Y quién fija el salario máximo?” escrita por Gonzalo Durán y Marco Kremerman. En esta columna, se entrega el dato de que, en promedio, en Chile las personas de mayores ingresos ganan 102 veces el sueldo de las personas que menos ganan (dato de Fundación Sol). Con ese dato duro, mi inquietud se transformó en un poco de vergüenza.

Por esos días también leí sobre las políticas de salarios que Horst Paulmann propicia en Jumbo en un artículo llamado “La Responsabilidad Social de Paulmann”, escrito por Valentina Doniez para “El Dínamo”. Es que este empresario (que día por medio se gana premios al mejor de los mejores) le paga en su empresa Jumbo a la mitad de los trabajadores sueldos base de menos de $200 mil, y el 90% gana sueldos base de menos de $350 mil. Sus gerentes, en cambio, pueden ganar sueldos de más de $12 millones base. Me cuestiono ante esto una vez más los parámetros solo económicos y numéricos que tenemos para elegir a nuestros líderes empresariales (a través de la compra y la admiración).

Sigo buscando información y me encuentro con esto: el 60% de los trabajadores en Chile gana menos de $250 mil según ENETS 2009-2010. Esto no hace más que confirmar que no es un problema de una empresa u otra: es un problema de los empresarios chilenos, de la cultura empresarial. Estoy de acuerdo en que es más fácil decir que hacer, que por la boca muere el pez y que alrededor del 85% de los trabajos lo brindan las pequeñas y medianas empresas, que probablemente no tienen para pagar grandes salarios. Entiendo que no se tenga, lo que no entiendo es que se tenga y se mal distribuya.

Al ver estos números no hago más que pensar que estamos errados, que nuestra cultura está siendo llevada por la arrogancia y ambición y que, lamentablemente, vamos poco a poco perdiendo la identidad solidaria de la que nos gusta jactarnos ante el mundo. Con diferencias de 102 veces entre salarios estamos muy lejos de las 32 veces promedio de países de la OCDE, con los que nos encanta compararnos. Es necesario que sigamos el camino del desarrollo creciendo de una forma sostenible de la cual sentirnos orgullosos.

Si bien hay múltiples factores que inciden en el desarrollo sostenible de una organización o sociedad, me quiero detener en la diferencia salarial existente entre los dos extremos de nuestra sociedad, esto considerando que es una causa directa de la brecha económica de nuestro país (que, dicho sea de paso, es de las mayores del mundo). Aquí me parece acertado poner en el tapete la teoría de “La Economía del Bien Común” de Christian Felber que, entre otras cosas, propone que exista un límite ético de diferencia de salarios de 20 a 1, es decir, que el salario de personas que más ganan en una empresa no supere en 20 veces el salario de personas que menos ganan.

Poniendo un poco de números a esto, parece al menos suficiente que en una empresa en que hay personas que ganan $182 mil al mes, los altos mandos de la misma ganen $3,6 millones al mes. Incluso en estos casos, conviven en una misma entidad personas que viven en condiciones de humanidad precarias para nuestros tiempos con personas que tienen lo justo probablemente para no merecer más. “Es que a los talentosos hay que retenerlos con sueldos altos” dicen algunos y yo me pregunto si no será suficiente para retener a ese talento con más de $3,5 millones al mes. Los talentosos que quieran ganar $6 millones al mes ojalá sean tan talentosos y logren que sus trabajadores al menos ganen $300 mil al mes, siendo competitivos. Si ellos quieren ganar, me parece bien, pero los que llevan el sistema de hoy, con un modelo poco humano y segregador, no lo merecen.

El efecto que tendría esta política implícita ética sería el aumentar la eficiencia, con gerentes y trabajadores trabajando por ganar mejor, los primeros gestionando mejor recursos humanos y financieros y los segundos, persiguiendo un aumento salarial que será real. Ese es un punto, a ambos les llegará un aumento proporcional según el desempeño empresarial que depende de ambos grupos (simplificando la planilla organizacional).

Esta teoría puede ser perfectamente aplicable en pequeñas empresas, pues es de suponer que probablemente no tendrán gerentes con $3.6 millones al mes y, si los tienen, tendrán recursos para aumentar el mínimo. Es más, es automáticamente escalonada según la disposición para salarios. Desde el punto de vista de inversión en preparación que tienen los gerentes que recuperar, estos al mes ganarían aproximadamente un año de carrera (con trabajadores que ganan el mínimo). Entonces en uno o dos años recuperarían la inversión.

Una regla como esta debe ser consensuada por medio de la ética y valores humanos, no debe ser impuesta por un ente regulador, debe ser tal vez en un principio impuesta por la sociedad a través de un llamado, pero, más importante aún, incorporada por todos; empresarios, trabajadores, consumidores, políticos (no sería malo que parlamentarios ganen los $3,6 millones al mes más asignaciones parlamentarias y esto crezca en la medida en que el PIB per cápita hable de la realidad del país). Sé que los empresarios tienden a no escuchar estas propuestas y se defienden como si uno los atacara de forma personal, pero también estoy seguro de que en general el consumo tenderá a favorecer a empresas que trabajen además de por el lucro, por el bienestar social (podrá haber industrias excepcionales). Una inversión por estos días muy probablemente se traducirá en el mediano plazo en reputación corporativa y una mayor productividad de sus trabajadores felices y fidelizados, queriendo a su lugar de trabajo.

No quiero agredir a nadie, es solo la sociedad que quiero, una que sea justa e igualitaria. Es dejar de aceptar la frasecita “las empresas dan trabajo, es mejor a que no lo den” e imponer la frase “las empresas dan trabajo, y el mejor que pueden dar”. Es una invitación a dejar lo netamente numérico de lado y pensar en lo netamente humano para luego lograr un equilibrio. Ya somos un país grandecito como para poner ojo en estos temas que el mundo también empieza a exigir.

——

Foto: Si los medios son del capital, las paredes son del pueblo

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jeannette guillon solis

08 de mayo

Clarisimo el mensaje, espero que encuentre eco en las voluntades de las directrices politico-empresariales para acercar a nuestra realidad social este pensamiento de justicia ética.
Me maravilla saber que jovenes como el autor de este artículo, serán el relevo de las actuales autoridades responsables.
Felicitaciones!!!!!
Jeannette

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