Los ideales de una universidad regional deben estar fundados en la visión crítica sobre la realidad histórica, social, política o económica, de modo que vaya progresivamente implicando “la búsqueda de sus complementariedades e interacciones procurando conciliar la libertad individual y la racionalización modernizadora con la pertenencia comunitaria”.
Uno de los proyectos que el Gobierno de Michelle Bachelet ha propuesto concretar es el de instaurar una universidad de carácter estatal para la Región de O’Higgins. Antaño se había intentado un proyecto conocido como Universidad de Rancagua (2000-2008), la cual quedó en stand by para luego tomar su conducción la Universidad de Aconcagua.
Un edificio abandonado en las proximidades de Rengo, a unos veinte minutos de Rancagua yendo hacia el sur, quedó como mudo testigo de este intento educativo de carácter regional con identidad propiamente local.
Según la realidad educativa y social de nuestra VI Región, un gran número de jóvenes deciden, dentro de los cuales me incluyo, emigrar fuera de O’Higgins para optar a la educación superior. En mi caso, siendo de Rancagua, realicé mi pregrado en la Universidad Católica del Maule, Talca. La oferta académica en Rancagua está representada, especialmente, por los Centros de Formación Técnica y los Institutos Profesionales, entre los que destacan AIEP, Santo Tomás, IP Chile, U de los Lagos como sede, U La República en la misma categoría que la anterior, INACAP y otros menores. Esta breve radiografía nos continúa señalando que Santiago, Talca, Concepción o Valparaíso, continúan siendo los destinos privilegiados por varios de nosotros para continuar la educación a niveles superiores.
¿Qué pensar? ¿Qué proponer? Será lo que brevemente ensayemos en este artículo. Lo haremos desde la siguiente ecuación: una universidad estatal que posea IDENTIDAD REGIONAL favorece la DES-CENTRALIZACIÓN. Por medio del imaginar el desarrollo educativo de una región en clave de identidad, considerando su lugar en el escenario nacional permitirá lograr que las buenas oportunidades educativas no sean exclusividad de las grandes urbes, sino que también puedan ser halladas en lo local.
¿Qué entendemos por identidad? Concha (2010) la define como “el proceso social mediante el cual los sujetos o comunidades construyen una comprensión de sí mismos, a partir de su posición en la estructura social, de los hitos que han marcado su trayectoria personal social y de las expectativas que tienen del futuro” (p. 15). Esta primera aproximación al concepto nos marca algunas pautas para pensar una universidad regional con una educación encarnada en la realidad propia de una Región que mezcla lo rural con lo urbano.
Primero, es un proceso social. Es decir, convoca a todos los actores de una cultura determinada, en este caso, la de la VI Región. Estos actores han de pasar por un proceso de autocomprensión para dar paso a la comprensión que su idiosincrasia ocupa en el marco nacional. ¿Quiénes son los destinatarios de esta universidad? ¿Qué características poseen? ¿Qué niveles educativos previos poseen ellos mismos y sus familias? ¿Qué carreras serían las más demandadas? ¿Cómo se condice la demanda del mundo laboral con la oferta académica? Esto responde a las “expectativas”.
Una universidad regional debe, a nuestro juicio, ser un aporte tanto para su zona como para el país, esto porque los profesionales que de ella emanen deben ser, justamente, sujetos activos en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Continúa Claudia Concha, esta vez retrotrayendo los planteamientos de Habermas y Larraín, que una “identidad no es algo dado, sino también y simultáneamente, nuestro propio proyecto” (p. 17). La universidad regional nos exige definirnos: quiénes somos y quiénes queremos ser. Hay pues un compromiso y una co-responsabilidad que se funda en la construcción de una identidad que responda al imaginar la educación que demanda Chile y América Latina. Es más, una de las grandes reformas que plantea la educación en la Región, es replantear el papel del Estado de manera que se abandone progresivamente el enfoque centralizador y se adopte un esquema de carácter flexible fundado en la autonomía y en la evaluación de resultados (Cf. Ottone, 1999, pág. 235).
Una educación regional que posea identidad será una que asuma los desafíos de una sociedad industrializada que aún convive con un imaginario rural, mítico o popular, como es el caso de O’Higgins. Los ideales de una universidad regional deben estar fundados en la visión crítica sobre la realidad histórica, social, política o económica, de modo que vaya progresivamente implicando “la búsqueda de sus complementariedades e interacciones procurando conciliar la libertad individual y la racionalización modernizadora con la pertenencia comunitaria” (Ottone, 1999, pág. 250).
Sólo los esfuerzos públicos de todos los actores y actrices involucradas e involucrados en el proceso de pensar una universidad regional, permitirá que la población joven de O’Higgins pueda ver como una alternativa válida, estudiar y profesionalizarse en su propio lugar vital.
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Concha, Claudia. (2010). Identidad e identidades en el Maule, claves para imaginar el desarrollo regional. Talca: Imprenta Santal.
Ottone, Ernesto. “¿Qué educación para el siglo XXI en América Latina”, en América Latina en el siglo XXI, de la esperanza a la equidad. México: Fondo de Cultura Económica.
Comentarios
06 de octubre
El punto también, es como cautivar al estudiante de cuarto medio, con una Universidad que no tiene prestigio aún, y que piensa en emigrar a ciudades como Santiago, Talca y Viña del mar.
Saludos
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