La sindicalización y la negociación colectiva tienen un importante rol en la lucha contra la desigualdad, en la ampliación del empleo de calidad y, en general, en un desarrollo inclusivo en las subregiones de los países latinoamericanos, en tanto promueve el diálogo social, tal como ha sido mostrado en el Informe Latinoamericano de Pobreza y Desigualdad del 2013 de Rimisp.
El despertar que han tenido los movimientos sociales en Chile suele ser ligado a la importancia del movimiento estudiantil y acciones como Patagonia sin Represas, dejando de lado el rol del movimiento de trabajadores en la organización y cohesión de éstos. Incluso movimientos fuertemente basados en apoyo sindical, como la Coordinadora No+AFP, suelen ser presentados como movimientos “ciudadanos” en los medios de comunicación, obviando la participación sindical y de los gremios profesionales.
A pesar de esto, un estudio del 2016 del investigador de Rimisp, Juan Soto, junto con Marcelo Lufín, muestra que el rol de los trabajadores es fundamental a la hora de organizar los movimientos sociales, y conectar distintos movimientos a una misma causa, dando mayor fuerza y cohesión a la red.
Un aspecto que queda fuera de este estudio, pero que sí ha sido notado por los medios de comunicación y el discurso público, es la importancia de la organización social y laboral fuera de la Región Metropolitana. Casos emblemáticos como la Asamblea Ciudadana de Magallanes, compuesta en buena parte por sindicatos y gremios profesionales de la zona, presentan un ejemplo de avanzada en la lucha reivindicativa desde las regiones, y que amplía su rango de acción desde la defensa de derechos laborales y hacia las condiciones de vida de la población general. Recientemente, el movimiento de pescadores artesanales en Chiloé ha mostrado la fuerza de una unión solidaria surgiendo desde la organización laboral. Ambos lograron una fuerte convocatoria en la Región Metropolitana y el resto del país, fomentando la creación de redes de apoyo entre distintos tipos de organizaciones y movimientos sociales.
Y es que en regiones existe una larga tradición de movimientos obreros. Muchos de estos alcanzaron gran fuerza y protagonismo en la política local, y sólo fueron detenidos a través de la violencia y la represión, como en el caso de la matanza de la Escuela Santa María en Iquique, y el menos conocido caso de la Federación Obrera de Magallanes. La oposición directa a la dictadura tuvo, también, su inicio en la región de Magallanes, con el famoso “Puntarenazo” de 1984, en el que gremios y sindicatos también participaron.
Aun así, a través del tiempo y hasta el presente, la organización laboral y social en regiones se ha mantenido. Pero las características de la organización laboral en regiones difieren de las existentes en la Región Metropolitana. Un estudio de la Fundación Sol hace notar las bajas tasas de sindicalización y negociación colectiva existentes entre los trabajadores de Chile. Pero, además, presenta datos por regiones tomados de la Dirección del Trabajo. El año 2013, la Región Metropolitana tenía una tasa de sindicalización de un 16,9%, siendo superada sólo por Atacama y Antofagasta, con una tradición histórica de sindicatos mineros. Sin embargo, la tasa de negociación colectiva en la Región Metropolitana (12,1%) es mayor que en cualquiera de las regiones del país. Las regiones del Maule, Araucanía y Coquimbo presentan las menores tasas de sindicalización y negociación colectiva. Según el mismo estudio, en regiones tienden a predominar sindicatos con menor número de miembros que en la Región Metropolitana.
La sindicalización y la negociación colectiva tienen un importante rol en la lucha contra la desigualdad, en la ampliación del empleo de calidad y, en general, en un desarrollo inclusivo en las subregiones de los países latinoamericanos, en tanto promueve el diálogo social, tal como ha sido mostrado en el Informe Latinoamericano de Pobreza y Desigualdad del 2013 de Rimisp. En el contexto chileno, podemos ver que los movimientos obreros y de trabajadores han tenido vital importancia no sólo en el desarrollo local, sino en el desarrollo del país, el fortalecimiento de los derechos sociales y la organización de actores sociales. Eso, incluso bajo las peores condiciones relativas en términos de sindicalización en Chile, en comparación a países como Uruguay, Brasil o Argentina, o países de la OCDE. Fomentar la participación sindical en regiones podría darle mayor ímpetu a una historia hasta ahora virtuosa de reivindicación laboral, social y desarrollo inclusivo desde los extremos y hacia el centro del país.
Por David López, Investigador de Rimisp – Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural
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