La propuesta es incluso económica para el Estado: si dejamos de gastar dinero en elucubraciones y, en la evaluación ex ante, nos acotamos a evaluar la pertinencia, factibilidad y consistencia de un proyecto, ahorraremos mucha capacidad intelectual para estudiar lo que ocurre en la práctica.
Esta columna se refiere a una cantidad importante de proyectos de infraestructura pública que se realizan en forma recurrente (muchos de ellos ya están estandarizados), que requieren volúmenes moderados de recursos: plazas, recintos deportivos, sedes comunitarias, maquinaria para funciones municipales, etc.
Nuestro Estado le tiene mucha fe a la evaluación de proyectos ex ante como guía para la toma de decisiones. Se busca estimar los beneficios e impactos del proyecto, para saber si vale la pena asumir los costos involucrados. Usualmente, el formulador exagera los potenciales beneficios e impactos y subestima costos, mientras el evaluador y los decisores actúan en función de su experiencia o prejuicios. Este proceso suele convertirse en una discusión en el aire sobre lo que ocurriría en el futuro, desatendiendo el fondo: ¿corresponde que la decisión de invertir o no dependa tanto de estos números?
Cuando hablo de evaluación, no me estoy refiriendo al necesario control de racionalidad que permite cuidar los recursos de todos: se cuida el buen uso de los recursos despejando problemas legales, chequeando diseños y presupuestos, exigiendo coherencia y consistencia en el proyecto.
Podemos ayudar a que el formulador tenga mejores fundamentos para estimar sus beneficios y sus costos, y podemos ayudar a evaluadores y decisores a enriquecer su experiencia, y convertir sus prejuicios en juicios fundados.
Pongamos por ejemplo las inversiones en recintos deportivos: ¿cuál es el nivel de uso de los establecimientos deportivos? ¿qué impacto tienen estas inversiones en la calidad de vida de la gente? O pensemos en la adquisición de maquinaria para municipios: ¿en qué condiciones se utilizan y se conservan? ¿qué y cuánto trabajo hacen, y a quién sirven?
No contamos con mucha información valiosa que permita asegurar buenas decisiones futuras. En su defecto, terminamos una y otra vez elucubrando. Los proyectos cuentan con páginas y páginas de elucubraciones sobre beneficios e impactos (y también, obviamente, de información más seria que permite evaluar la factibilidad). Sin embargo, la evaluación de impacto ex post es todavía una actividad menor en el sistema de inversiones y presupuesto. Sostengo que este tipo de evaluación, es decir, la recopilación de evidencia sobre proyectos similares realizados anteriormente, debiera ser la guía de la inversión pública.
Hay otra razón por la que la evaluación de impacto es mucho más importante que una estimación a priori. En muchos ámbitos, en vez de evaluar cada proyecto por separado, debiéramos evaluar seriamente si podemos o no garantizar cierto tipo de proyecto como un derecho de las comunidades. Por ejemplo, afirmar que cada localidad debiera contar con recintos deportivos de tales o cuales características, o que cada municipio debiera contar con un equipamiento determinado. La evaluación de impacto permite aprender, generalizar, identificar riesgos, etc, y de esta manera, establecer lineamientos generales de inversión.
Ahora bien, si privilegiamos la evaluación ex post sobre la evaluación ex ante, cuando se considere una idea original, poco conocida, ésta debería ser implementada en forma gradual, en la medida que se va aprendiendo. Pilotaje o design thinking, como quiera llamarlo.
La propuesta es incluso económica para el Estado: si dejamos de gastar dinero en elucubraciones y, en la evaluación ex ante, nos acotamos a evaluar la pertinencia, factibilidad y consistencia de un proyecto, ahorraremos mucha capacidad intelectual para estudiar lo que ocurre en la práctica.
Debo insistir en que esta propuesta, que considero particularmente útil para proyectos recurrentes y de escala moderada, puede no serlo en el otro extremo: habrá megaproyectos como el puente sobre el Canal Chacao, donde no sea aplicable. No es una solución universal, pero sí una que nos permita hacer más efectiva la inversión en las numerosas pequeñas y medianas obras que tantas comunidades necesitan con urgencia, y que pasan meses y hasta años en una dinámica de evaluación ex ante que no siempre agrega valor.
Comentarios
06 de noviembre
Es bueno conocer que estas evaluaciones se hacen en Chile, no estamos al desnudo en antecedentes, pues existe un programa de evaluaciones expost de la Dirección de Presupuesto del Ministerio de Hacienda, muy eficiente y con mucho material disponible..
Casualmente hay un documentos analítico- metodológico de este sistema del año 2010 que lo explica y que se puede consultar en http://www.dipres.gob.cl/594/articles-60578_doc_pdf.pdf, es del año 2010, y uno de sus autores es el actual ministro de Hacienda. Ver especialmente paginas 30 a 33.
Debo insistir en algo que señalé como comentario a un interesante articulo del mismo autor en este mismo medio hace un par de semanas, la evaluación de proyectos públicos nunca ha sido concebida como un Dios al que hay que obedecer sin reflexión y automáticamente, sino como herramienta para saber que posibles efectos tiene una decisión en ese sentido. Justificar expost elefantes blancos es complejo. Y para demostrar que incluso con este régimen de evaluación se cometen barbaridades, ver edificio en Carretera Santiago al sur, altura de Rengo, financiada por el gobierno regional (FNDR), para ser entregada a una universidad que jamas lo ocupo. Así hay varios ejemplos en la misma region y seguramente a lo ancho y largo de Chile. No se si alguien se hizo cargo de la mala asignación y de las menos obras realmente positivas que podrían haberse hecho en cambio.
Las decisiones finales son de los responsables de ellas.
+1
06 de noviembre
Gracias por el comentario. Debo hacer un par de precisiones. Efectivamente se hace evaluación ex post, pero su peso ni se acerca al de la evaluación ex ante. Y el sistema de evaluación si actúa como un dios: cuando no hay recomendación técnica, no se puede financiar un proyecto. Estoy de acuerdo en que no es bueno dilapidar los recursos públicos, pero debemos buscar otras formas de evitar la construcción de elefantes blancos. Por último, vale la pena recordar que cualquier sistema de control de calidad tiene dos riesgos: aceptar lo malo y rechazar lo bueno. Culturalmente nos asusta más lo primero que lo segundo, pero rechazar o dilatar proyectos que agregan valor a la comunidad puede ser tanto o más perjudicial que uno que otro elefantito blanco (mi propuesta es para proyectos recurrentes y de menor escala, no grandes proyectos).
PD. Muchas gracias por el link, no había visto ese documento, está muy interesante.
07 de noviembre
Debo insistirle a nuestro amable articulista que hay pasos adelantados en estos temas de financiamiento de pequeños proyectos que no se evalúan, y se hace así porque ya hay historia y han sido bien evaluados los hechos a modo de experimento en los estudios expost de la DIPRES. Se me vienen a la cabeza como ejemplos son los pavimentos participativos, los programas de construcciones de sedes de organizaciones, y seguramente dejo olvidados otros. Evidentemente que la experiencia va agrandando el abanico. Pero insisto en que el RS no es un Dios en evaluación de proyectos, eso de sin RS no se puede es solo una forma de acallar demanda.
07 de noviembre
Mario está en lo correcto cuando dice que tenemos historia de evaluación ex post y de simplificación de la evaluación ex ante en virtud de los resultados estudiados… Mi objetivo no es negarlo, sino afirmar que aquello sigue teniendo un peso marginal al lado de la evaluación ex ante, particularmente en el uso del FNDR que es mi foco de interés. Saludos.