Después de un largo proceso, no exento de problemas y cuestionamientos, el proyecto de crear la región del Ñuble parece estar muy cerca de materializarse. Sin duda que este logro debe reconocerse al Comité Ñuble Región, quienes por más de 17 años han promovido esta idea y han luchado por su concreción.
Ahora bien, la concreción de este gran proyecto se inserta dentro de un contexto nacional en el que se están desarrollando importantes reformas en una serie de ámbitos largamente reclamados por diversos segmentos de la población, como los son el educacional, el político-electoral y, por cierto, el de descentralización.En la lógica de impulsar un enfoque territorial del desarrollo de la región, se requiere fortalecer las municipalidades de Ñuble, de manera que todas puedan ser agentes protagónicos de dicho proceso.
En esta última materia, los cambios que se están impulsando (tales como la elección directa de intendentes, el traspaso de nuevas competencias a gobiernos regionales en temas tales como desarrollo productivo y social – entre otros -, reforma a las fuentes de financiamiento regionales y comunales, nuevos instrumentos de articulación, etc.) traen consigo, a mi juicio, la necesidad de abordar un tema mayor, cual es el generar una nueva forma de «hacer» gobierno regional, que se centre en la maximización del potencial de desarrollo de los diversos territorios que conforman las regiones, logrando de esa forma cohesión territorial.
Dicho escenario, sumado a la necesidad de no replicar fenómenos negativos que han sido parte de las justificaciones que han dado origen a la creación de esta nueva región (tales como la concentración de la inversión regional en la «provincia capital» y el rezago que presentan las demás provincias en una serie de temas, entre otros), plantean el desafío y oportunidad de que con la nueva región también se genere una nueva forma de concebir y gestionar el desarrollo regional, que esté acorde también a las expectativas que la población tiene con esta iniciativa.
Para ello, considero que sería de utilidad tener en cuenta contemplar la ejecución de ideas tales como:
– Generar un sistema regional de planificación con foco territorial, basado en una Estrategia Regional de Desarrollo de calidad (bien concreta y ampliamente consensuada) y en políticas regionales en los temas de interés regional. Estos instrumentos deben ser capaces de articular a actores públicos, privados, académicos y de la sociedad civil entorno a objetivos comunes y de generar carteras de programas de guíen y le den sustento a la inversión regional en el corto, mediano y largo plazo (la experiencia del Gobierno Regional de Los Ríos es especialmente relevante en este ámbito).
– Definir cuotas territoriales de la inversión pública regional, que eviten a priori la concentración de ella en la provincia (o a la cuidad) que acogerá a la capital regional y que permitan promover un desarrollo del conjunto del territorio de la nueva región.
– Generar criterios complementarios a los existentes para evaluar proyectos de inversión pública, de manera de complementar la necesaria revisión de la rentabilidad territorial con otro tipo de indicadores que ayuden a no concentrar la inversión en las grandes zonas urbanas, ya que eso deriva en otro tipo de problemas (tales como los que vive Santiago). En ese sentido, sería útil complementar la evaluar señalada con la construcción de un indicador de «rentabilidad territorial».
– En la lógica de impulsar un enfoque territorial del desarrollo de la región, se requiere fortalecer las municipalidades de Ñuble, de manera que todas puedan ser agentes protagónicos de dicho proceso. Entre los ámbitos en los que deberían ser fortalecidos están los de asociativismo municipal para abordar problemas y retos de interés común, planificación y formulación, seguimiento y evaluación de programas y proyectos.
Todas estas acciones, así como también el adecuado aprovechamiento de las oportunidades que se derivarán de los cambios que se están realizando para avanzar en descentralización, requieren para su aprovechamiento de seriedad, audacia y de responsabilidad, así como también de compromiso entorno a una planificación del desarrollo de la nueva región que sea integral y que defina objetivos de largo plazo.
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