La bohemia y la falta de educación deportiva se llevaron a este brillante boxeador al olvido, una historia tan común que ya parece añeja. Corrían los años 1930 y Santiago era un hervidero atiborrado de bohemia y prostitución en muchos lugares, es solo cosa de revisar la amplia literatura social de la época.
En este Ambiente en el Barrio de Estación Central nace el púgil Juan Salazar conocido como el “gorila” por su rudeza e imponente físico, su preparador Héctor Rodríguez, aclara en una entrevista en 1947, “Tenía un físico privilegiado, podría haber sido campeón mundial, pero siempre fue poco aplicado a la disciplina deportiva.”[1] Así era conocido Salazar en el Circuito local, por su alto ímpetu en combate, pero también por sus farras sin cesar. Aparecido en el barrio de Estación Central, se volvió conocido por entrenar en el gimnasio el “globo” en calle Maipú, conocida en la época por sus “vicios” venéreos.
Como peso mosca era famoso por su cross de izquierda, talaba púgiles al igual que un hacha. Se sabe que los fines de semana combatía hasta tres veces al día, sus pagos siempre eran en Malta y distintas “divisas” de la noche. Completamente invicto en el amateur, paso a la categoría gallo, debutando contra el veterano y experto Humberto Guzmán, un curtido púgil que llevaba años en la cúspide de la categoría, se suponía que era otra victoria para el laureado Guzmán sin embargo, Salazar lo noqueo al noveno asalto, de forma violenta, en una pelea corta.«Tenía un físico privilegiado, podría haber sido campeón mundial, pero siempre fue poco aplicado a la disciplina deportiva.»
Así, se transformó, con tan solo un combate, en la sensación del momento, cayendo en una espiral de celebraciones por la ajetreada bohemia santiaguina que parecía no tener fin. Hacia 1930, después de un encuentro con Uzabeaga, ganó de forma muy ajustada, quedó perfilado para un revancha con Humberto Guzmán, que ahora ostentaba el título de campeón nacional y venía de una brillante campaña por Buenos Aires.
Se enfrentaron en un combate violento y de corta distancia que parecía ser la tónica de los encuentros realizados en Chile en la época. La pelea dio por resultado un empate y Salazar no alcanzó el título que lo hubiera catapultado a extranjero, y de seguro a farras más monumentales.
En su cuarta pelea profesional fue cortado de una ceja por el hábil “Ñato del Salto”. Un hábil púgil que se ganó fama de saber cortar a sus rivales con sus látigos de izquierda. Con solo cuatro peleas profesionales, el afamado “Gorila”, rey de la noche, se retira por varios motivos. Uno de ellos fue la sífilis que lo aquejaba, que lo marginó a Valparaíso y lo dejó sin posibilidades de competir. Cuatro años luchó contra esta enfermedad social, muy común en su época. Una enfermedad extendida y compleja sin muchas posibilidades reales de tratamiento en las clases populares.
Así fue como el Gorila Salazar, uno de los púgiles más prometedores (su entrenador incluso comparaba con el gran Fernandito), cayó en desgracia producto de sus excesos, y la falta de una estructura deportiva que fuera capaz de sacarlo del ambiente en el que se desempeñaba. Fue sin duda alguna, uno de los problemas más complejos en los se vio enfrentado el deporte bohemio como era el boxeo en esos años.
[1] Revista Estadio, Año VI, “sombras del pasado” Rincón Neutral, 18 de enero de 1947. N° 192. P. 29
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