Hace cuatro décadas, mi padre me llevó a presenciar un clásico de fútbol en el Nacional. Fue una tarde primaveral, agradable, donde aparte de comer de todo, disfruté tranquilamente. El estadio estaba lleno, pero no había problemas. Atesoré esa jornada a través del tiempo.
En el presente, no puedo llevar a mis hijos a un Clásico, no puedo traspasarles las sensaciones y emociones que viví en aquella ocasión, esto debido a que el fútbol chileno está cooptado por las barras bravas. Hoy es más relevante que asistan al estadio una turba de jóvenes (y no tan jóvenes) enardecidos, llenos de violencia que buscan sólo insultar, golpear y destruir, menos presenciar un partido de fútbol. Mientras que las familias se sentarán y verán el partido casi en silencio.¿Cuándo cambió el fútbol chileno? ¿Cuándo se convirtió en un espectáculo de la crónica policial? ¿Cuándo la ordinariez y la violencia se apoderó de este hermoso deporte?
¿Cuándo cambió el fútbol chileno? ¿Cuándo se convirtió en un espectáculo de la crónica policial? ¿Cuándo la ordinariez y la violencia se apoderó de este hermoso deporte? En los años ochenta surgieron las primeras barras bravas. Los analistas señalaron que estos grupos expresaban su frustración e ira en el estadio, utilizando al fútbol como catalizador social ante la ausencia de espacios públicos producto de la dictadura.
Después del retorno a la democracia (al menos en lo formal) las barras bravas fueron creciendo y legitimándose al interior de los mismos equipos. No fue extraño, entonces, saber de la entrega de entradas, viajes, dinero, camisetas y otras regalías que recibían de los mismos dirigentes. Esta situación al cabo de unos años desembocó en reiterados episodios de violencia.
La autoridad decidió intervenir. Primero la Ley de Violencia en los Estadios; luego, el Plan Estadio Seguro. Ambos fracasos estrepitosos, pues a la fecha sigue y se incrementa la violencia en los estadios, y si bien miles de mal llamados hinchas han sido detenidos, sólo cientos fueron formalizados en los tribunales, y unos pocos recibieron sanciones como no poder asistir a los estadios. Nadie ha terminado preso.
Los expertos sociales hablan de «lumpen social», pero no podemos quedarnos en la simple caracterización del fenómeno. ¿Qué medidas concretas han permitido revertir la violencia social en el fútbol? Ninguna. Este es un problema más profundo. Miles de esos jóvenes barras bravas tienen estudios o están estudiando, y aún así se comportan como salvajes.
La sociedad se está acostumbrando a que ciertas acciones por más ilícitas que sean, se puedan realizar sin recibir sanción alguna por ello. Esta impunidad, que viene desde la dictadura, se ha expandido a la sociedad. Un estudiante puede llegar atrasado al liceo, un joven puede golpear a un par, un apoderado puede violentar a su profesor, un alumno puede destruir su propio liceo. ¿Y las sanciones? ¿No será que la sociedad está perdiendo el rumbo en cuanto a la necesidad de hacer prevalecer las normas?
El Clásico va a empezar, mi hija se sienta a mi lado, tomo el control remoto y subo el volumen, cierro los ojos y por un momento sueño que estamos en el estadio. Luego, un joven lumpen se encarama en las rejas y el arbitro suspende su inicio.
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