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El Púgil y San Pancracio: el boxeo y la ciudad en la literatura

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La literatura chilena ofrece algunos ejemplos en los que el personaje principal era un púgil, pero más lejos de esta simple versión que podría asemejarse a una película, en la que su protagonista lucha para enfrentar las adversidades y triunfar, lo que enriquece este relato literario es la creación de una atmósfera que da cuerpo a la narración.


El Púgil y San Pancracio, es una bella novela que retrata de gran manera la aventura del boxeo chileno.La novela es una descripción magistral del Santiago de la época, con sus beatos en las iglesias, la bohemia y los púgiles que realizan el post entrenamiento en un bar.

Este es el caso de la novela El púgil y San Pancracio de 1966 del autor Juan Uribe Echeverría. Esta historia, junto con ser una brillante ficción, es también una visión del Santiago de la de década de 1950, acompañada de un completo mapa de las calles de la ciudad como la Alameda de las Delicias, Matucana, San Pablo, la Gruta de Lourdes, Merced, Estado y Estación Mapocho.

Pedro Caucamán, su protagonista, es un esforzado púgil de la lejana oficina salitrera de María Elena, quien llega a representar el boxeo nortino a la capital después de vencer a su primer y único rival en el norte el Tumbadito Araya de la mina de Coya, en solo un minuto en el combate. Desde ahí en adelante Pedro Caucamán, viaja al  Campeonato Amateur de Santiago y, si bien el protagonista de esta historia es ficticio, el campeonato de Santiago era, desde 1940, el principal evento pugilístico de la zona central. Ahí se catapultaron grandes figuras del boxeo nacional como Humberto Buccione, Fernandito, Canario Reyes, Cloroformo Valenzuela, Mario Salinas, Marinero Espinoza e incluso el mismísimo Arturo Godoy.

La llegada de Caucamán a Santiago es contradictoria. Por una parte, después de tres días de viaje en tren desde el norte, llega agotado y hastiado, también tiene energía para mirar la ciudad. Le llama poderosamente la atención la Plaza de Armas y sus alrededores. Entra a la iglesia de Santo Domingo, en donde conoce al santo de las botas deportivas, San Pancracio (quien también representa la esperanza de inmigrantes y cesantes), a quien le ofrece su devoción.

Así es como un inmigrante temporal Caucamán se enfrenta a los santiaguinos a quienes considera “burlones y mal intencionados”, ya que cuando es presentado en el Teatro Caupolicán es abucheado por su timidez. En sus vueltas por la capital conoce a los personajes oscuros del boxeo, “los apostadores”, amigos de un curtido boxeador santiaguino, el tumultuoso “Domínguez”, quien había peleado por Santiago, María Elena e incluso Bolivia. Él presenta a los antagonistas del carnicero del Barrio Matadero “el Caroca” a quien describe como “ bien vestido y presentado como gran deportista y dueño de una carnicería” el otro su segundo el Tirante, “fuerte y sanguíneo, con pinta de hampón y con la cara surcada de puñaladas artísticas.” El de “Tirante” intimida a Caucamán y, más aún, el poder e influencia de Caroca, quien lo invita forzadamente a beber, en donde le comentan de como muchas veces le apuestan a cierto boxeador que parece tener posibilidades, pero todo es un ánimo muy “deportivo” del cual Caucamán sospecha en toda ocasión. Asimismo el turbulento Domínguez, lleva al protagonista por todos los bares del Santiago de los ´50, en donde conocen a un gran repertorio de apostadores, prostitutas, maleantes y aficionados que parecen verdaderas enciclopedias parlantes del boxeo.

En estos bares hay importantes conversaciones de viejos aficionados, en donde se habla de la historia del boxeo en Chile, de la caída trágica del gran Luis Vicentini; de la mendicidad de Humberto Buccione; de la decadencia de Fernandito; de la grandeza del Tani; del lujurioso Kid Moro y del rudo marinero del Báltico John Berhard.

Desde la ficción, esta bella novela sabe tratar la historia del boxeo nacional, el Santiago antiguo y las vicisitudes del provinciano en la capital, pero también está llena de combates en los cuales Caucamán, como un Rocky criollo, sale vencedor a duras penas. Lo interesante de sus rivales ficticios es su procedencia, todos vienen de clubes de larga trayectoria en Santiago como el México, Ferroviarios y los clubes “pijes” de la Universidad de Chile y Católica. Incluso el épico combate contra el universitario relatado de forma magistral: “Frente al campeón universitario, Caucamán estaba dispuesto a perder. Peleaba bonito, sin mañas, estilizado y venia de vencer al Jaivo Vega, el ferroviario en un combate espectacular… Cuando subieron al cuadrilátero, la barra estudiantil atronó el Caupolicán. El pije Coliñón, bien uniformado, con una bata azul y una gran lechuza universitaria en la espalda, saludo aparatosamente. Llamados al centro del ring, Coliñón lo saludó correctamente, apatronado, con la mirada del gringo al mestizo, de un huaso rico a su capataz” (Uribe Echevarría, Juan. El púgil y San Pancracio, Santiago, 1966, p. 110).

Uno de los fenómenos más interesantes del boxeo de la época, era la capacidad de inclusión social que tenía. En las imágenes disponibles de los diversos campeonatos amateur de la época, se pueden ver a equipos de todas las clases sociales que iban desde las grandes mineras como Sewell, Anaconda Co, Chuquicamata, las Fuerzas Armadas, universidades principalmente la de Chile y los equipos obreros como los de Ferroviarios y el Barrio Matadero, los cuales siempre llegaban a instancias finales. Se decía que para ser boxeador, había que venir de las clases proletarias ya solo quien no tenían nada, no le temían a nada.

El boxeo amateur de mediados del siglo XX era un deporte sumamente popular en el que, tal como lo muestra el libro, todas las clases sociales podían encontrarse en el centro del ring. La novela es una descripción magistral del Santiago de la época, con troley buses, beatos en las iglesias santiaguinas, bohemia y púgiles que realizan el post entrenamiento en un bar, junto con el ir y venir de los provincianos a la capital. Pedro Caucamán teme a los santiaguinos a quienes considera poco claros en sus intenciones y a las mujeres que son más orgullosas que sus patronas, pero al mismo tiempo lo fascina la Quinta Normal, lo intriga la Catedral, las turcas falsas de Patronato, los prostíbulos de San Pablo, la farra de Mapocho. El Púgil y San Pancracio, es una bella novela que retrata de gran manera la aventura del boxeo chileno.

TAGS: #Boxeo inicios del box en Chile Literatura

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