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Reflexión a un año de la ley del 20%: Cómo abordar la industria

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En menos de veinte años, la industria de la música ha cambiado enormemente. Corrijo; la industria de la entretención ha cambiado enormemente. Y distingo esto, porque creo de manera fehaciente que, para mirar a los años venideros en materia de artes industrializados y masivos, la mejor forma de proteger el patrimonio y ampliar el espectro de consumo, es pensar no en una sola arista, sino en un marco global.

Pero vayamos por parte.


Solo tengo certeza que como todo en este mundo es cíclico y en progresión geométrica, que si no estamos con esto desde la base de la ola. Si no cambiamos nuestra visión en materia leyes y tácticas de fomento, sólo marcaremos el paso y perderemos, no solo dinero para el artista, sino también para el estado, que puede tributar y destinar estas ganancias a nuevas áreas.

Luego de muchos años, la presión de los artistas del mundo de la música en nuestro país, logró que se instaurara una ley de cuotas. Podemos discutir mucho si en la lógica del libre mercado es válido o no que el estado imponga o intervenga, pero lo cierto es que, si algo nos ha demostrado estos años de prensa y escándalos, es que el esgrimido axioma de “el mercado se autorregula”, es mentira.  Por ende, instaurar un porcentaje en un medio de comunicación (más delicado aún)  ya no me parece tan malo, como hasta que comencé a redactar esta columna.

Mi idea primaria era analizar, a un año de la ley, los siguientes puntos de los resultados de la ley:

¿Cuánto ha crecido la programación musical nacional en las radios?

Puede que no todos estén cumpliendo.

¿Cuántos de esos músicos son categoría A y cuantos realmente emergentes?

Digo “realmente”, ya que la ley presenta algunas definiciones que no se adhieren a mi visión de lo que es un artista o banda emergente, ya que se cuenta como emergente desde el día de su emisión radial.

¿Cuánto ha potenciado esto a los artistas en su difusión?

Esto se puede saber si existe algún registro de todos los locales que pagan por música en vivo y por concierto a la SCD,  por materia de derechos de autor.

¿Ha subido la tasa de inscritos?

Sería bueno ver si la medida alimentó toda la cadena o solo se está ampliando un lado de la industria.

Hay muchas bandas y artistas que suenan en discos, pubs y demases (sobre todo en el mundo del hip hop, jazz y música docta) y no están inscritas.

¿Cuánto del aumento de recaudación (si este fuera importante) permite reinvertir en artistas emergentes?

La SCD lo hace a través de su Fundación de la Música.

Sin embargo, hoy me doy cuenta, luego de meditar sobre el origen de estos datos, compilar información y revisar, no solo la ley 19. 928 completa y la modificación de esta, sino también las audiovisuales, artes, etc., comparar leyes (a comentario de un buen amigo) con las leyes norteamericanas de cuotas y pensar en cómo esto se adhiere a nuestro ritmo tecnológico, y detecté un problema, que es un problema patrón en nuestro sistema democrático. Que no es un problema único. Que muchos países lo tienen o todos en algún porcentaje, pero en nuestro caso es más notorio por nuestra densidad poblacional.

Nuestras leyes son promulgadas con tal desfase, que al momento de estar en vigencia, son solo un parche de una época ya pasada. Un brochazo de retoque final para la historia. Un detalle para que, en nuestra memoria y revisión, no aparezca que el país no estuvo a la altura.

Una tapa de pintura a un periodo donde algo siempre faltó.

Pero la verdad es que no lo está. No está a la altura porque no mira desde la altura.

Nuestros estadistas aun piensan en leyes con un final único de recaudación. Como si fuera eso el tema central de una ley de cuotas. No un medio para fomentar algo mayor. Una pieza en uno de los potenciales industriales más rentables del mundo. Un capital que bien manejado, puede ser una respuesta al cobre, u otra materia prima que nos ponga en economías de mejor standard: entretención.

No pretendo explicar acá por qué el arte es hoy parte del mundo industrial de la entretención y el ocio. Por más que me explaye, siempre habrán talibanes que gustarán de enaltecer una realidad paralela donde el arte es famélico y sin recursos y debe depender de fondos eternamente como si recurrir a marcas necesariamente les quitara libertad.

No.

Hoy hay que entender que, desde que se genera una industria en torno a una obra de arte (canción, pintura, audiovisual, etc), el mundo comenzó a vender intangibles. Experiencias únicas reproducidas en series. Cada cual la vive a su manera, aunque la matriz es la misma. Una imprenta es tan importante como un proyector o un smartphone.

Y aquí es donde se hace el punto ciego.

Mientras en otras partes del mundo, las regulaciones buscan atrapar a quienes, con el mismo principio de la radio, transmiten música o cintas, nosotros estamos satisfecho porque se le puso un marco a una industria que está en crisis: la radio (FM/AM), los sellos.

Crisis que no determina que van a morir, pero son cilindros viejos que quedaron fuera de horma. En menos diámetro, la gente tiene acceso a más información y por ende  a más  experiencias y contenido de entretención. Los llamados medios masivos están mutando mientras que los nichos hipersegmentados proliferan y obligan a buscar a las marcas inversión en la profundidad más que en el clic.

¿Y quiénes son los llamados a proveer este estadio?

Los artistas en toda índole.

Entonces, no podemos llamar “ley de difusión para la música nacional” algo que sale hoy, cuando ni los sellos ni las radios tienen el poder para hacer lo que todos creen aun que pueden hacer: imponer un artista; pagar tributos secretos para  programar una canción (en mis años de radio nunca vi algo así. Incluso algunos artistas con los que he trabajado dijeron que todos los meses, hasta hace dos años, yo recibía dinero de Miami y Colombia. Créanme, otro standard de vida tendría y no estaría hoy a merced de mi cuenta RUT. Pero bueno, en la guerra la otra trinchera debe caer como sea.)

Los encendidos de las radios, han bajado monstruosamente desde la caída de la dictadura y con la llegada de internet aún más. Lo mismo que en la televisión abierta (hoy se estudia el consumo multipantalla), y para qué hablar de prensa.

Aquellas imágenes de grandes redacciones radiales, son fantasía de un futuro antiguo, donde la realidad impone solo a dos o tres personas estables en contenido para levantar una radio diaria.

Algunas informativas por volumen mantienen un plantel alto, pero nunca como los de antaño.

La batalla por cerrar el año con un porcentaje de la torta publicitaria lo suficientemente grande para no solo comer y vivir sino poder continuar, son cada año más duras. Cada nuevo periodo obliga a las estaciones a inventar nuevos formatos y métodos para vender sin perder independencias de contenido.

A su  vez, la venta de discos físicos y la tecnología de compresión de música, entre otras cosas, han reducido a los sellos a una rama de promoción sin recursos importantes, y otra área que busca atrapar al clic de Youtube, la lista de Spotify, Pandora u cualquier otra plataforma o vender la licencia para el retail.

Bajo esta realidad, si alguien gana de verdad dinero de las radios y tv son solos los artistas que ya tienen un suelo de público lo suficientemente grande para ser considerados.

Pero si el espectro de alcance de las radios está bajando, por obviedad, los ingresos de estos artistas también. Y qué queda para los noveles.

Hay que poner la mirada en el siguiente paso. Para no publicar una ley atrasada (Como la ley de televisión digital que salió cuando la norma ya no existe). Para no tener que discutir por años en el congreso y si lo hacemos, que sean años previos, para que, cuando la innovación llegue, cuando la tecnología abra nuevas profesiones, ya estemos de acuerdo en cómo presentar, hacer participar y completar nuestro patrimonio cultural.

Porque esto es realmente hoy el mundo de la entretención.

Basta de leyes reactivas y que no ven que las artes al estar interrelacionadas, pueden generar divisas de estas nomenclaturas. Porque no tenemos un departamento de difusión audiovisual nacional, donde si una cinta como “Sin Filtro” tiene una excelente canción es porque el director está al día y no porque se realice un trabajo de negociaciones de catálogos con valores para sus usos en televisión o para videos en la web.

Como Universal con Canal 13 o como Chilevisión, que vio que tener su propio sello aportaba al negocio 360.

Donde se habla de incentivos de uso música nacional en material audiovisual.

Leyes de fomento de plazas de espectáculos, que hoy por hoy, es de donde realmente viven los músicos.

Donde están leyes que fijen pisos de negociación para cuando hablamos de tratados de libre comercio con países de grandes densidades. Así como Estados Unidos nos obliga a nivelarnos con sus leyes de propiedad industrial e intelectual, nosotros podríamos tener leyes que regulen estos marcos de acuerdo para también tener espacio en esos mercados.

Donde está el cobro a las portadoras por el derecho de autor, cuando te invitan a navegar con 60 megas, cuando navegas perfecto por dos, y los 60 son una solapada invitación a descargar. ¿Porque no los tenemos pagando a ellos el 10? ¿Porque nos cobran a nosotros? dejen que vengan, tarde o temprano, vendrá un WOM que apostara al volumen y sacrificara otro axioma en la idea inamovible de los costos, para demostrar que en la cantidad se gana y se cimentá un lugar en el mercado.

Es mi opinión, debemos cambiar nuestras leyes de fomento y prepararlas para ser tan dinámicas como los cambios que seguirán viniendo. Ya no deben ser tan alejadas entre disciplinas. La sinergia es fomento y abre mercados nuevos en nuevas plazas y con nuevos públicos. Debemos regular pensando en expansión acorde con la tecnología.

Debemos crear una verdadera ley de patrimonio cultural, como lo esbozan el senador Alejandro Guillier en su exposición frente a la ley del 20% o, en menor medida, Benjamín Walker en su columna en este mismo medio (aunque no estoy de acuerdo con el ejemplo de la ley de cuota de Brasil, ya que esa es una ley de protección del  idioma ya que son los únicos en el continente que hablan portugués y eso los transforma en un mercado endogámico. Al igual que en Francia /Bélgica (francófonos) y Canadá).

A un año de la ley de cuota de música nacional, tendremos datos para festejar. No dudo de ello. Yo y muchos antiguos detractores, realizaremos mea culpas. O quizás no. Quizás algunos levanten un cruce, algo que revele problemas. No lo sé.

Solo tengo certeza que como todo en este mundo es cíclico y en progresión geométrica, que si no estamos con esto desde la base de la ola. Si no cambiamos nuestra visión en materia leyes y tácticas de fomento, sólo marcaremos el paso y perderemos, no solo dinero para el artista, sino también para el estado, que puede tributar y destinar estas ganancias a nuevas áreas. Como Nueva Zelanda, que es hoy un gran estudio de cine con una de las empresas más importantes del mundo de los efectos visuales.

El mundo de la entretención genera artistas.

El mundo de la entretención genera trabajos.

El mundo de la entretención genera profesiones.

El mundo de la entretención genera cultura.

El mundo de la entretención genera mercado.

¿Cuándo fue que nos olvidamos de esta cadena?

TAGS: Ley del 20% Música

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Comentarios

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solopol

13 de abril

Fundamentalistas que gustan de enaltecer un arte famélico, como sucede con los que no pasan a Hernán Rivera Letelier y preferirían que, luego de ser obrero por décadas, vendiera muy poquitos libros para seguir siendo marginal, «gourmet», del gusto de unos pocos en Santiago, una «picá».

solopol

13 de abril

Imagino el argumento que tendrán muchos para que Hernan Rivera Letelier le vaya mal: no es buen escritor. Entonces no puede vivir de su literatura. Eso sería como un economista del montón no pueda vivir de la economía. O que un periodista del montón no pueda encontrar trabajo. Sólo porque es del montón. Como es la mayoría de la gente. La gente suele creer que el artista tiene que ser un genio para poder vivir de lo que hace, y esa no es exigencia para la mayor parte de las personas. Por lo mismo tu columna tiene mucha razón. Por supuesto, no es de las columnas que va a tener muchos comentarios, porque son temas impopulares. E incómodos. Saludos

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