Sin ser un sujeto asiduo a los conciertos o tocatas, por cultura general y la presencia en algunos de ellos, recuerdo muy vagamente la figura de un telonero o artista previo al grupo principal que haya sorprendido o pulverizado las bajas expectativas sobre su presentación (muchas veces de relleno como la farsa, llevando el ejemplo al teatro medieval). Claro que también hay ejemplos de lo otro, de un músico que sorprendió por su irrupción y que con los años terminó incluso eclipsando a quienes alguna vez precedió en el llamado «plato fuerte». Hago esta analogía precisamente al explicar lo que sentí hace un par de semanas, cuando visitando la Corporación Cultural de Viña del Mar en búsqueda de la exposición “Retrato de Familia B” de Christian Carrillo, me encontré en la antesala del lugar con la exhibición “Territorio y Poder”. Cinco obras, óleos en tela y madera, del artista visual chileno Rodrigo Molina.
La primera pintura, potente, intensa y con una narrativa que por lo menos a mí me invita a apreciar la obra tanto en su técnica, composición, como en su discurso, fue el óleo sobre tela “Homo homini lupus”. El título del cuadro es una locución latina originaria del romano Plauto, que el filósofo político inglés Thomas Hobbes popularizó y masificó en el siglo XVII y que perdura hasta nuestros días. “El hombre es el lobo del hombre”. Cinco lobos devorando los restos y huesos de un ser humano, la mancha pictórica en toda su expresión reflejada en la sangre y lo poco de carne que queda del sujeto devorado. La obra en sí misma e instalada al comienzo de la exposición es ya una invitación a dialogar con la visión del artista en torno a los temas del territorio y poder, las luchas sangrientas y encarnizadas que durante siglos ha librado la raza humana por el dominio y sometimiento del otro. La dicotomía opresores/oprimidos – vencedores/vencidos – la supervivencia del fuerte sobre el débil en la mirada darwinista de nuestra evolución. La historia del mundo y de Chile en su particularidad es el reflejo de esta máxima expresada por el filósofo inglés. Nuestros propios miedos a ser devorados por otros nos convierten al igual que los lobos en seres colectivos en busca de protección y cuidado, pero en nuestra esfera más íntima y esencial solo somos individuos sedientos de sangre, egoístas y ávidos de poder. La opresión del otro, de lo otro, ha sido parte de nuestro paso por la tierra y la historia de la humanidad.Nuestros propios miedos a ser devorados por otros nos convierten al igual que los lobos, en seres colectivos en busca de protección y cuidado, pero en nuestra esfera más íntima y esencial solo somos individuos sedientos de sangre, egoístas y ávidos de poder.
Cierra la exposición “Estados 1 y 2”. Un puzzle compuesto por cuatro pinturas que permiten descifrar los juegos de poder en procesos del triunfo territorial y económico del neoliberalismo y la globalización chilena del Starbucks, Subway, Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken, Burger King o el clásico y pionero símbolo capitalista estadounidense McDonald`s. Se me olvidan muchos más. Rompecabezas que al ordenarlo deja de manera correlativa, frente a frente al ícono de la cultura gringa Mickey Mouse con nuestro Padre de la patria Bernardo O’Higgins, ambas figuras en la cima de la montaña cordillerana y que en sus faldeos recorre el Aconcagua. Río iluminado por el reflejo del sol en un atardecer, una mancha pictórica, anaranjada que sobre las aguas contrasta con el cráneo de un puma, animal precisamente territorial, propio de nuestro continente y que habita preferentemente en la Cordillera de Los Andes. Un dato no menor: fue extinguido en América del Norte (territorio estadounidense) en vías de lo mismo en Chile donde el hombre es su peor enemigo. Los símbolos de la cultura estadounidense se imponen a los chilenos, consumatum est. Este nuevo puzzle ordena las piezas aunque tal vez no era necesario, pues poder y territorio siguen emergiendo como razones de nuestra existencia o epílogo de la misma sin mayores alteraciones.
Según Hobbes, somos verdugos de nuestra propia especie y nuestro entorno, el poder nos guía, nos une, aniquila y a la vez nos enceguece. En pleno siglo XXI ¿Los vencedores o los devorados por los lobos siguen siendo los mismos? ¿Lo seguirán siendo? Un hecho es concreto, poco ha cambiado en la esencia del lobo, perdón del hombre.
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