En la cultura tradicional japonesa, la realidad fenoménica, siempre mutable y efímera, constituye un lugar en el que el ser humano habita como una criatura más del universo junto a otros seres y fenómenos, con los cuales convive en la más plena sintonía[1]. Los filmes de Hayao Miyazaki son probablemente los puentes más nítidos hacia este escenario nipón, tan lejano de la concepción occidental de la realidad que rodea al hombre. Sin embargo, el arte de sus largometrajes no acaba en la proyección de la particular cosmovisión japonesa. Esta notoria aptitud se funde con la capacidad del director de combinar en cada una de sus obras, una cruda crítica hacia los pilares fundantes de la sociedad moderna capitalista – primero desde el marxismo y luego desde el ecologismo- junto con entregar una pieza que se hunde en las emociones y en la humanidad de cada uno de sus protagonistas, sean estos cerdos, brujas o niños.
¡Que me llueva encima
que no tenga sombrero!
¿Cómo es posible?
Bashō
En este sentido las películas del afamado director logran un diálogo de la dualidad japonesa giri-ninjo, la que comprende el valor de giri que representa la obligación del ser para con la sociedad, con el valor ninjo que personifica los sentimientos humanos. Es por esta razón, y probablemente muchas otras, que tras una mirada de la producción de animación japonesa actual, es posible concluir que Miyazaki tendrá hoy notables seguidores de sus obras, pero ningún heredero de ellas.
En el pasado año 2013 el genio japonés anuncio su retiro de la dirección cinematográfica, pero dejo a sus seguidores y amantes de la animación una inusual pero perfecta carta de despedida: el largometraje Se levanta el viento. Este esperado filme del director, a diferencia de sus obras anteriores, fue foco de diversas críticas de alto contenido político, las cuales fueron desde calificar al director como un anti japonés hasta un fanático imperialista.
La razón, una sola, Miyazaki a diferencia de sus filmes anteriores, no creó un mundo paralelo con personajes que solo encontrarían vida en él para proyectar una aguda visión de la sociedad actual. En esta ocasión, decidió darnos un país, un contexto y una persona: Japón, plena segunda guerra mundial, Jiro Horikoshi.
La película comienza con una cita al poeta y filósofo francés Paul Válery, a la cual la obra debe su título, esta reza “¡El viento se levanta!…¡hay que intentar vivir!”, frase que además resurge en los protagonistas en diversos momentos de la película. Miyazaki narra la historia del creador del Zero Fighter, avión que fue utilizado por el ejército japonés en la Segundo Guerra Mundial, el cual es especialmente recordado por su uso durante el atentado a Pearl Harbor. Sin embargo, la historia del filme nos traslada a las pasiones más profundas de un amante de los cielos – al igual que Miyazaki – que en su búsqueda constante por la perfección acaba por idear la más perfecta arma de guerra. Nos estrella con el mundo onírico de su protagonista y de su lucha sin treguas, haciendo más clara que nunca esa hermosa tenacidad cimentada en todo personaje de Miyazaki.
Dentro de los factores novedosos de la undécima película escrita y dirigida por el director, más allá de la tan comentada falta de fantasía del film, es sin duda el protagonismo masculino. Es su primera, y al parecer será su última película que recorre las aventuras de un hombre, y también de un adulto[2], luego de un largo recorrido cinematográfico centrado en el papel de la mujer y en su fuerza transformadora. No obstante, más allá de las novedades, las imágenes, los colores y la desgarradora música de la mano de Joe Hisaishi son parte de un sello y una jerga propia que se percibe en cada momento.
Probablemente la película más bella visualmente del Studio Ghibli, “El viento se levanta” forma parte de un obra integra que con un mensaje político y a la vez poético deja a Miyazaki como autor de una impronta no solo en la animación, sino en la historia del cine.
[1] REQUENA, Cora, El Mundo Fantástico en La Literatura Japonesa, Ediciones Satori, España, 2009.
[2] Una excepción a este es sin duda el Castillo de Cagliostro (1979), película dirigida por Miyazaki basada en la sería japonesa Lupin III, cabe destacar que este largometraje no pertenece al Studio Ghibli
Comentarios
14 de octubre
Sra. Victoria,
Comencé la lectura de su artículo con algo de escepticismo, por el desconocimiento que tengo de autores de origen nipón, como también del tipo de películas de dibujos animados, pero debo confesar que a medida que avanzaba en mi lectura, me encante como ella, y le agradezco que a través de su columna puede conocer algo más de este autor y de su obra.
Mis felicitaciones,
Gloria
+2
20 de octubre
El paso del tiempo y la experiencia refinan el talento… Siempre es hermoso creer que nuestro mejor fruto está por venir… Perseverar en nuestro camino es como vivir ese sueño…
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