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El chateo como interacción social

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A propósito de un sujeto que asesinó y descuartizó a su pareja, salió de la cárcel y ahora busca pareja en Tinder, y otros casos de jóvenes que abandonan el hogar para encontrarse personalmente con su «amor virtual»… ¿Ha cambiado algo el sistema de la interacción social online?

En 1999 en Temuco, Chile, estudiar el chateo como una nueva forma de interacción social llegó a ser considerado como un juego ocioso sin importancia analítica en amplios sectores intelectuales y universitarios. Estábamos habituados a considerar la interacción humana desde un inicio presencial físico directo, mirándonos a los ojos, oliéndonos, palpándonos, escuchándonos, haciendo uso de nuestros sentidos más básicos de percepción. Evidentemente después la relación interactuante podía sostenerse a través de los medios de comunicación requeridos como el teléfono, las cartas, fax, telegrama, etc. Pero internet ya estaba silenciosamente estableciéndose como un sustituto interaccional cada vez más frecuente de uso y acceso para la población chilena y mundial. Hoy existe una gran mayoría que conoce este medio de comunicación, y a pocos les sorprende que se tengan amistades de distintos puntos del planeta sin haber viajado jamás fuera del país, sino a través de la navegación virtual. 


¿Hay formas de mantener seguridad en estos encuentros virtuales cuando se hacen personales e in situ? Sí. Lo básico es que siempre Ud. pueda «rastrear» la información que le ha sido dada. Como norma mínima, si no está en google, no existe o algo esconde, porque estamos en los tiempos en que todos estamos registrados en la gran red virtual.

La televisión, a través de pesquisas periodísticas, han dado cuenta al ciudadano común de los peligros que esta inmediatez comunicacional puede acarrear para la seguridad física y emocional de las personas, especialmente niños y jóvenes, si no hay un adecuado establecimiento de normas conductuales y de cuidado al establecer relaciones sociales por este medio. Muchos navegantes de internet, mayoritariamente varones (desconozco si existen estudios que expliquen el fenómeno de género) con algún tipo de discapacidad social, propician encuentros personales con sus ciberamistades buscando acceder generalmente a peligrosos juegos sexuales. Igualmente se han conocido casos de encuentros amorosos que han terminado en homicidios que pudieron perfectamente evitarse si se hubiera conocido del riesgo de embarcarse en juegos ocultistas o de competencia psicótica.

Este sistema constituye posiblemente la ventana tecnológica más importante que el ser humano actualmente posea para conocer. No basta, por lo mismo, sólo saber manejar el computador y acceder a las páginas menos riesgosas para nuestros hijos, sino que es necesario interiorizarnos en los conceptos analíticos que hacen de internet el sistema de comunicaciones y de información creado por el hombre más paradojal de todos. Lo que hace especial y brillante este sistema es precisamente su condición de virtualidad. Al plantearnos de esta manera, estamos evidentemente adentrándonos en un complejo ámbito de realidad y no-realidad o virtualidad. De esta manera, podemos decir que al aceptar como definición de lo real aquello que tiene existencia verdadera y efectiva, tal como aparece en los diccionarios de la Real Academia de la Lengua Española, lo virtual es entonces –y así se define- aquello que tiene virtud de producir un efecto, aunque no lo produce de presente, y que en Física se plantea como aquello que tiene existencia aparente y no real, como es un espejismo en el desierto.

En el chateo no existe una realidad virtual de la manera en que se define como “aquello es que explorable y visualizable en tiempo real en forma de imágenes tridimensionales de síntesis capaces de provocar sensación de inmersión en la imagen”, es decir, que cerebralmente receptamos como una experiencia vívida, sino que aquí la “realidad virtual” dice relación con el efecto de virtualidad presencial tempo-espacial que produce internet al estar conectado, en lo que podríamos llamar «imaginario entificante» (concepto inventado por mí), en la pérdida de la corporeidad física; de ser un cuerpo a ser un alguien tras un seudónimo o nick. En ese alguien nos constituimos en entes espaciales, hasta que la descripción física o el envío de fotos, la voz al teléfono, la imagen tras la cámara web, viene a dar una forma corpórea al imaginario del “otro” que está tras la pantalla, y de ser un ente o un alguien, nos constituimos en un ser existente, cuasi tangible…, y es donde se comienza a completar el imaginario inicial. La imaginación del usuario es la que “arma” un mundo de posibilidades de lo que es el otro u otros con los que se conecta o interrelaciona, lo que indica que las variables socioculturales son fundamentales en la condición constructiva del imaginario.

El seudónimo o nick otorga la posibilidad de recrear personajes en un espacio teatral diferente; de hecho, el nick es un referente imaginario que se utiliza no solamente como medio de identificación con y desde hacia los demás, sino también como un inductor de sensaciones en la receptividad de los restantes usuarios participantes en el chateo. No es lo mismo llamarse “Dulce” en el chat que nombrarse “Peligrosa”, “Solitaria”, “Tanque”, “Soltera sin compromiso”, “Mario”, “Lesbi” o “Gay69”, por referirnos a algunos que se suelen encontrar en las salas de chat e incluso en los nombres de fantasía de Facebook. Cada nick “habla” de la personalidad o necesidades del que ingresa al chat en el anonimato, y la recepción de los restantes usuarios mantiene estrecha respuesta inicial con ellos (en «El chat en internet, una nueva forma de interacción social», pp. 29, 2000).

La virtualidad del chat, producido por el imaginario entificante, hace que el usuario habitual viva sensaciones de realidad que son alteraciones de conciencia de su propia realidad tempo-espacial, de manera que el texto en el chat se transforma en palabra hablada más que escrita; las voces de la palabra hablada se perciben dentro del proceso de imaginación, así como los tonos de voz. Quien chatee escribiendo sólo con letras mayúsculas, más que llenar la pantalla de grafemas, “grita” en vez de hablar en tono mesurado; y las inflexiones de voz se acompañan de las puntuaciones precisadas por el idioma, como: ¡!!!!!!!!, ¿???????????, ………, generalmente utilizadas con mayor ahínco para darle más fuerza a la “voz” y a la expresión “oral”. Los chateros no se leen en la pantalla, sino que se “ven”, se “sienten” más cercanos o lejanos, dependiendo de sus estados anímicos y de quienes estén en la sala o habitación donde han ingresado. La sala es un territorio virtual que mantiene condiciones de fronteras espaciales de acuerdo a los intereses de quienes las frecuentan, dependiendo de los horarios de encuentros de los amigos del chat.

Estamos viviendo efectos de lo que Mc Luhan denomina “aldea global”, en tanto el proceso de globalización que hace al mundo pequeño como un pañuelo, incide directamente a través de este medio comunicacional y de conocimiento en la instantaneidad del intercambio de sensaciones, requerimientos, necesidades, valores ético morales, parámetros socioculturales, paradigmas, a través de todo el mundo. La economía, las normativas societales hoy están regidas por las comunicaciones; de esta manera, a pocos años se plantea que un gran porcentaje del desarrollo laboral en el mundo se realizará a través de la conexión internet. No solamente la “aldea global” se refiere a la intervención tecnológica en el sistema de producción social sino que al sistema social en general, por cuanto la inserción en el ciberespacio (palabra creada por William Gibson en una de sus obras de ficción) acarrea ya la interacción social a distancia, como es lo que ocurre en los canales de chat.

De esta manera, internarse en un canal de chat es sumergirse en el ciberespacio, dentro de los límites fronterizos que las ecuaciones matemáticas del funcionamiento informático del canal permiten. Un canal de chat es un territorio virtual o ciberterritorio, y lo mismo ocurre con las salas que aquella nomenclatura tecnológica crea para sus usuarios. Y es así como un usuario de chat se convierte en ciberciudadano, como puede tomar parte de ciberrelaciones afectivas y sociales: ciberamigo(a), cibernovio(a), ciberterapeuta…; es decir, la ciberrepresentación del mundo “real” (tangible) o no-virtual traspasado a la comunicación planetaria. La reducción virtual –o virtual reducción- del mundo se traduce a la postre en la reducción de las distancias geográficas y comunicacionales y, por ende, en diferentes tipos, modos y espacios de interacción social. Ahora mismo, Ud. puede comprar unos lentes de realidad virtual, y es vívido porque es su cerebro el que es inyectado de una fantasía…

Ahora, en términos de la interacción social, indefectiblemente se refiere a la relación de intercambio social que “es el proceso en que dos o más sujetos individualmente o colectivos, A, B, C…, se ceden mutuamente, de modo consciente o deliberado, con grados variables de libertad, en el marco de normas culturales que fijan condiciones materiales, simbólicas y temporales de reciprocidad y de una situación objetiva que establece para cada uno una medida relativa de escasez, cualquier tipo de recursos social –objeto de uso o de puro valor social simbólico, afecto y compañía, deferencia e influencia, bienes instrumentales y equivalentes generales como el dinero, información y poder, prestaciones sexuales, laborales…- con el fin de derivar de su adquisición, subsiguiente o simultánea a la cesión de un recurso propio, una gratificación o utilidad intrínseca, o bien (cuando el recurso en vías de adquisición se persigue como medio para fines ulteriores), extrínseca.

Se puede decir que el intercambio es homogéneo si comporta la cesión de un recurso de igual naturaleza por ambas partes (ejemplo: afecto por afecto); en caso contrario es inhomogéneo. El intercambio restringido, por su parte, es aquel que se agota entre dos sujetos, A y B, recíprocamente conocidos cuando inician el intercambio; por el contrario el intercambio generalizado incluye a más sujetos cuyo número es con frecuencia indeterminado, y la identidad del último sujeto implicado no siempre es conocida al inicio del proceso. El intercambio social es universalmente incluido entre los factores de comunicación (y en ciertos aspectos es él mismo una forma de comunicación) y de integración social. Es menester plantearnos al sujeto como canalizador, mediador y potencializador de la objetividad y subjetividad del mundo y el sistema social y, por ende, de los procesos interaccionales que comprometen al Hombre en su relación con el “otro”, próximo o vecino. El sujeto construye históricamente los paradigmas en que sustenta su visión de mundo, de manera que desde allí es capaz de vivir una tempoespacialidad que se interpreta como la realidad del sujeto como sujeto histórico, objetivando condiciones de permisividad gnoseológica entre lo que es válido o inválido a nivel científico y, por ende, aquello que corresponde al campo de lo “emocional” o subjetivo y, por lo mismo, no cientificable u objetivable. En cualquier término, es el sujeto quien realiza estas operaciones y procesos, y es quien construye, demarca o destruye, formula o reformula el sistema social que lo contiene.

La tempoespacialidad adquiere un carácter consustancialmente intrínseco a la percepción del sujeto en su proceso cognitivo. La realidad como elemento aprehensivo de comprensión de su subjetividad que no es más que un constructo paradigmático histórico-social, en su conceptualización y piso de sustento, es la que hace “ver” la inmanencia como algo objetivable y válido. En el chateo la subjetividad se transforma en la interacción de intersubjetividades, en tanto la no presencialidad física promueve la creación imaginaria de conductos o puentes comunicacionales entre quienes integran los miembros de la sala que se ha elegido, siempre y cuando se de un efecto de compatibilidad empática o “ciberquímica” (concepto creado por mi).
La observación de este fenómeno societal indica algunos elementos importantes de considerar:

a) Tanto el chateo (en salas especialmente formuladas para el efecto) como la interacción a través de otros medios de comunicación interaccional inmediata por internet suelen producir un efecto neurotizante en la exigencia de rapidez de respuesta al otro, especialmente cuando se ha obtenido un efecto de agrado mutuo entre los sujetos interactuantes.

b) Existe un no menos importante riesgo de suplantación de identidad (hombres adoptando personajes femeninos, o a la inversa; viejos haciéndose pasar por adolescentes…, todo lo imaginable como en una gran obra teatral en que sólo los actores saben quién es quién). Es decir, abuso de necesidades emocionales manifestadas a través de esta comunicación, o juegos de seducción que rayan en el peligro de mayores engaños, como falsos matrimonios, pederastas camuflados, femicidas, ladrones; etc.).

c) Sobrepasadas las 3 ó 4 horas continuas diarias de chateo es necesario buscar ayuda profesional, en tanto la intensidad de la comunicación atrapa de tal forma que el sujeto se aísla de la interacción social presencial (adicción virtual), que por lo mismo exige la mirada del “otro”, su aprobación o su rechazo. Sin embargo, existen estudios al respecto donde se señala que es un problema sólo si este efecto dura más de cinco meses de chateo.d) Sin embargo, como en todo fenómeno social el ser humano es un una permanente caja de sorpresas, de manera que es igualmente usual encontrar engaños entre las personas que hemos conocido desde el principio en forma presencial. Lo interesante es que es más fácil descubrir al engañador a través de Internet que en la convivencia presencial diaria. Siempre es bueno tomar precauciones, obtener datos personales comprobables, incluso de gente indirecta que conozca a la persona con quien se comunica, especialmente si se refiere a relaciones de índole afectiva más intensa.
¿Hay formas de mantener seguridad en estos encuentros virtuales cuando se hacen personales e in situ? Si. Lo básico es que siempre Ud. pueda «rastrear» la información que le ha sido dada. Como norma mínima, si no está en google, no existe o algo esconde, porque estamos en los tiempos en que todos estamos registrados en la gran red virtual.

PATRICIA CHACÓN CALDERÓN
Socióloga /Magister en Gerencia Social
Directora LITMU ONG
[email protected]
TAGS: #Chat #Comunicación #InteracciónSocial

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