En debates recientes la discusión sobre políticas culturales ha estado muy centrada en la institucionalidad, la gestión, los presupuestos, las infraestructuras, las competencias o los cargos, temas sin duda importantes, pero que demuestran lo lejano del abordaje de la cultura como campo relevante para la vida social, común, con otros y otras.
En Chile, como en otros países de la región, se trabaja en una nueva institucionalidad cultural que integre la orgánica pública para el desarrollo de las artes, las culturas —por primera vez tratadas en plural— y el patrimonio. Siendo optimistas, contaremos con nuevo Ministerio en este gobierno. Ojalá el proceso se aleje del ejemplo de la Secretaría de Cultura de México, que como muchos ya han comentado no ha traído nada nuevo bajo el sol. Sería relevante que acá abramos el debate para repensar desde el “qué hacer”.Hoy en Valparaíso, ad portas de un cambio de gobierno local impulsado desde un movimiento ciudadano, se podría instalar cultura desde un imaginario distinto, para este tiempo, consolidando visiones y aplicaciones que pongan en valor el territorio, su gente, su patrimonio, su diversidad cultural, natural y social.
Cuáles son, entonces, los temas para cambiar el foco de las políticas culturales, pensando la cultura como un campo transformador para la vida.
Me parece que en nuestra región latinoamericana hay claves que nos muestra a gritos la vida cotidiana: trabajar para el fortalecimiento de la paz, atender nuestras tantas violencias (de género, sociales, étnicas, económicas) y fortalecer nuestra convivencia, trabajar para superar las desigualdades —en las que somos líderes— y trabajar para reunir en una visión sostenible nuestra vida cultural, económica y ambiental. Como vamos no llegaremos muy lejos.
En este contexto, la cultura puede ser una gran contribución fortaleciendo procesos de empoderamiento, creatividad —para nuevos formatos que aporten a economías creativas y sociales—, formas de comunicación, relacionamiento y una producción limpia que promueva procesos de igualdad y convivencia.
Los desafíos son enormes, y los caminos nada cortos, pero hay espacios por donde ir consolidando nuevas visiones. Hoy en Valparaíso, ad portas de un cambio de gobierno local impulsado desde un movimiento ciudadano, se podría instalar cultura desde un imaginario distinto, para este tiempo, consolidando visiones y aplicaciones que pongan en valor el territorio, su gente, su patrimonio, su diversidad cultural, natural y social.
El medioambiente es nuestra prioridad, por lo tanto cultura, más allá de la agenda de la Dirección de Cultura, podría jugar un papel relevante en la movilización ciudadana, los formatos, las acciones para que abordemos y rearmemos una vida socioambientalmente posible.
La economía del puerto (¿no podemos acaso vivir aquí?) articulando la producción cultural, el valor y los recursos del patrimonio, el turismo, la vida universitaria, el empleo y el trabajo detrás de aquello.
El activismo social organizado —no institucionalizado— que articule procesos de proximidad, de convivencia, de alianzas institucionales para servicios y procesos necesarios para la vida en los cerros y el plan.
El debate de la oferta artística y cultural se la dejamos a los expertos, que ya tendrán, seguro, muchas propuestas para ello.
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