La planificación del territorio, esa reflexión sobre el futuro común donde los especialistas entregan información adecuada para tomar decisiones conjuntas sobre el espacio que habitamos. Un ejercicio que fuimos perdiendo en calidad de ciudadanos, luego de años en que nos convencieron que la política de todo tipo es negativa, dejando en manos de unos pocos las resoluciones fundamentales.
Imposible abstraerse de las imágenes que llegan de Valparaíso. El fuego que arrasa todo a su paso y riega de dolor, impotencia e incredulidad, el histórico puerto se funde con la grandeza humana -in situ y a la distancia- que recorre Chile sobre los hombros de la solidaridad. Momentos en que a destellos también refulgen ejemplos de la miseria humana, porque desde siempre nuestra humanidad, la colectiva y la individual, ha sido una mezcla de luces y de sombras. Los ángeles a jornada completa no existen. Los demonios, tampoco.
Hasta Aysén ha llegado el ímpetu movilizador. Ya la noche del sábado se supo de iniciativas para acopio de víveres y ropa en Coyhaique, Puerto Aysén, Puyuhuapi y varias otras localidades de la región. Y, por qué no decirlo, también el país supo del esfuerzo voluntario del diputado y ciudadano Iván Fuentes en los cerros porteños, labor que ha llamado la atención sobre su figura y sobre la fraternidad austral. Ya lo dijo en alguna ocasión, quería ser un buen embajador de esta tierra. Y en esta ocasión, nobleza obliga reconocer, por cierto que lo ha sido.
Cada día tiene su afán, dicen. Y en las últimas semanas hemos sido testigos de varios hechos que nos notifican sobre la precariedad de nuestra existencia. El reciente terremoto del norte fue el último acto en la historia de un país sujeto a fenómenos naturales que sistemáticamente nos recuerdan este Chile telúrico. Este masivo incendio del cual aún no podemos hacer una evaluación completa, sobre la importancia de la prevención.
Lo expresó el presidente del Colegio de Arquitectos, Sebastián Gray: “El incendio es resultado de una completa irresponsabilidad que se ha ido acumulando con el paso de los años”.
Luego de colaborar material y humanamente según las opciones de cada uno con las víctimas del inédito siniestro, la evaluación puede enfocarse en encontrar a los responsables de lo ocurrido; del incendio y de las condiciones que generaron su rápida y devastadora propagación. De seguro aquello vendrá pronto, al ser esta una práctica bastante común dentro de la identidad nacional.
Otro camino, probablemente complementario, es escudriñar lo que ha pasado como soporte para apuntar hacia el futuro. Para observar dónde estamos y qué nos rodea, y así iniciar un completo proceso de revisión de nuestras prácticas de planificación territorial. Saber a ciencia cierta dónde estamos parados y así tomar los recaudos necesarios, diría un chileno de a pie con sentido común. Algo de ello sabían los pueblos originarios, que nominaron muchos lugares basados en sus características geográficas o ambientales, traspasando así el conocimiento (e información pertinente) a su descendencia. Definiciones que lagos con nombre de general, pueblos con el de presidentes y montañas con el de exploradores borraron de un plumazo.
La planificación del territorio, esa reflexión sobre el futuro común donde los especialistas entregan información adecuada para tomar decisiones conjuntas sobre el espacio que habitamos. Un ejercicio que fuimos perdiendo en calidad de ciudadanos, luego de años en que nos convencieron que la política de todo tipo es negativa, dejando en manos de unos pocos las resoluciones fundamentales.
Es lo que llamamos participación. Romper con el paradigma del hacer individual, del cada uno se salva como puede, del tipo selfmade man que tanta película nos vendió (y del cual la capitalización individual de las AFP es un dramático ejemplo), y entender que es junto a los otros que construimos el futuro común. Sea ello en el acto solidario, en la reflexión colectiva, en la marcha por los temas que a cada uno convoquen. Estar dispuestos a pensar y actuar con el otro, con los otros. Estar dispuestos a recuperar (o construir si es el caso) ese Chile donde nos podíamos sentir todos parte de un mismo plan.
Quizás hoy la pregunta más importante no sea cuándo dejamos de sentirnos así. Lo que debemos responder es si estamos disponibles para regresar.
Que el desastre de Valparaíso represente, en alguna medida, una nueva oportunidad, luego de mirar con detención la imprudente postal en que hemos convertido el Chile actual.
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Foto: CNN
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