Duele ver una sociedad tan apática, tan poco consciente y compasiva del sufrimiento de los demás. Una sociedad cada vez más conectada pero que no se relaciona, que no genera vínculos, que se conecta y se desconecta dependiendo de su conveniencia y que prefiere con un clic dar un me gusta en vez de abrazar. Una sociedad emborrachada de las luces y la instantaneidad de la comunicación, a pesar de que no comunicamos mucho, o no sabemos qué comunicar.
Una sociedad cada vez más consciente de sus derechos pero que no acepta deberes. Deberes propios de toda sociedad que busca sobrevivir, deberes relacionados con que una sociedad no es sólo la simple suma de sus partes; un conjunto de individuos no conforman una sociedad. Es por esto que cuando muere una persona a causa de la falta de donación de órganos, no muere sólo un individuo, muere poco a poco una sociedad.Cuando muere una persona a causa de la falta de donación de órganos, no muere sólo un individuo, muere poco a poco una sociedad.
Hay pocas cosas que nos diferencian de los animales además de la autoconciencia, y es la capacidad de trascender, de dejar una huella en los demás. Las personas sólo mueren cuando se les olvida. No es casualidad que las máximas en la vida sean plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo, todas formas de trascendencia, pero obviamos otra forma de transcender, en mi opinión la más maravillosa de todas, el vivir después de la muerte.
Un corazón para Monse y para toda aquella parte de la sociedad que prefiere morir antes que la vida. No permitamos que se apague la luz de una pequeña que hoy lucha por sobrevivir y nosotros egoístamente la condenamos a la muerte.
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