Todos de alguna manera vibramos cuando nos hablan de Tocopilla, porque relacionamos la ciudad con el fenómeno Alexis Sánchez. Pero la realidad de la ciudad da pena. Por razones de trabajo, los últimos meses he estado visitando esta ciudad y amarga ver el estado deplorable en que se mantiene.
Todos –cual más y cual menos – hablan del medio ambiente, de las termoeléctricas que no deben existir. ¿Pero qué haría esta ciudad sin ellas? No sé el porcentaje de fuerza de trabajo que contratan las empresas que están en la ciudad, pero me he dado cuenta de que es bastante y le dan movimiento a la zona. Lo que sí es imperdonable, desde todo punto de vista, el que hayan transcurrido cuatro años desde el terremoto y todavía existan en la ciudad cuatro o cinco campamentos con mediaguas, en promedio unas 100 por cada uno, que siguen viviendo igual.
Nadie ha asumido el liderazgo y el deber ético de preocuparse por estos compatriotas, no hemos visto que el Estado resuelva el problema definitivamente. Me han comentado que hay gente viviendo en los campamentos y que su casa la tienen arrendada, que hay mucha delincuencia en los campamentos. Lo cierto es que hasta el día de hoy como país no hemos resuelto la situación de un grupo de chilenos víctimas de un terremoto hace cuatro años.
Lo extraordinario en este caso ha pasado a ser ordinario y forma parte de la rutina de la ciudad el que la gente viva en campamentos con toda la miseria que ello conlleva.
La moral y la ética al parecer no interesan para nuestro país, nuestros gobernantes, los políticos y tantos más que viven en torno a intereses y no en torno a valores, llegará la época de elecciones y aparecerán todos preocupados del problema.
Que alguien se ponga una mano en el corazón y resuelva, por iniciativa privada o pública, el problema de un puñado de hermanos chilenos que no viven: subviven con subestándares imperdonables para un país que se dice en vía de desarrollo.
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Foto: Ramiro García / Licencia CC
Comentarios
21 de noviembre
VER: TOCOPILLA ME MATA!
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