En un sector bastante conservador del país se ha hecho presente la idea de que la nueva Constitución sea redactada por una «Comisión Bicameral«, es decir, por nuestros congresistas.
Esto me ha causado, por decir lo menos, inquietud y extrañeza (y no por el deplorable 3% de confianza con el que cuenta el Congreso según la Encuesta CEP). Por lo mismo, creo necesario detenerse un momento a reflexionar e interrogarse: ¿qué es lo que está en juego en la confección de una nueva Constitución?¿Qué está en juego en la elaboración de una nueva Constitución? Qué duda cabe: no sólo la arquitectura institucional de un país, sino que también las definiciones para limitar o encausar “lo social” de una manera determinada; por lo que para ello no sirven los meros saberes de una clase política evidentemente alejada del modo de vida de las mayorías, sino más bien se requiere de la participación y sentir de la sociedad civil. En virtud de ello, creo que el mecanismo que garantiza de mejor forma una definición óptima del modo en cómo queremos vivir juntos es: la Asamblea Constituyente.
A mi juicio, la respuesta se encuentra en dos concepciones complementarias: una, ligada a un pensamiento más “convencional”, y otra, a una tradición más bien “crítica”.
La primera, entiende la Constitución como un dispositivo técnico-jurídico cuyo fin es diseñar y edificar una arquitectura institucional determinada, por lo que está en juego el tipo de orden y gobierno que se pretende instituir. Mientras que la segunda, la concibe como un documento que registra trazos de conflictos pasados, los cuales definen y participan en los conflictos del presente, es decir, se visualiza un momento donde se determinan los límites y contornos de «lo social”, en otras palabras: está en juego la movilización de un modo de vivir en sociedad, un modo de vivir juntos.
Si tomáramos como referencia sólo la primera concepción, se impondría con facilidad la idea de una comisión integrada por los “profesionales de la política”, no obstante, los elementos que entrega la segunda son centrales para dar cuenta de la centralidad que adquiere la participación ciudadana en un momento de fundación política como el que se avecina.
En efecto, creo inadecuado que una comisión de incumbentes, con evidentes conflictos de interés (¿legislarían de acuerdo a los margenes otorgados por una Constitución hecha por ellos mismos?), sea quien redacte la nueva Constitución, más bien entiendo que debe ser la ciudadanía que vive y siente las orientaciones normativas impuestas por el brazo cívico de la dictadura quienes, mediante un mecanismo institucional, realicen esta labor.
Retomando la pregunta que encabeza la columna ¿qué está en juego en la elaboración de una nueva Constitución? Qué duda cabe: no sólo la arquitectura institucional de un país, sino que también las definiciones para limitar o encausar “lo social” de una manera determinada; por lo que para ello no sirven los meros saberes de una clase política evidentemente alejada del modo de vida de las mayorías, sino más bien se requiere de la participación y sentir de la sociedad civil. En virtud de ello, considerando las opciones institucionales expuestas por el Ejecutivo, estoy convencido que el mecanismo que garantiza de mejor forma una definición óptima del modo en cómo queremos vivir juntos las próximas décadas es una Asamblea Constituyente.
Comentarios
13 de noviembre
solo dejar establecido que ese porcentaje del congreso es subjetivo, toda vez que todos los parlamentarios fueron electos por votación´popular, por lo que me parece representativo. esto no quiere decir que este de acuerdo con el mecanismo, solo que lo dejo como interrogante.
además es importante señalar que cualquier formula que modifica o cambie nuestra carta actual, es mejor que lo que hay.
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15 de noviembre
Tengo la convicción que ninguno de los dos acercamientos que planteas a la esencia de la constitución es correcto, he leído otras opiniones que aún cuestionan porque esta carta no puede salir de los vecindarios, de las agrupaciones de funcionarios, de los debates en las escuelas o aún de la participación y votación universal sobre supuestas opciones, si es tan fácil decir si a esto o no a aquello, es por eso que pienso que es bastante tramposo hacer una constitución a partir de cero, me parece que no es un dispositivo técnico – jurídico, ni tampoco es un documento que visualice los límites, el contorno de lo social en un modo de vivir juntos. En realidad la constitución tiene un trasfondo filosófico, y mediante esa filosofía de fondo, se organizan las relaciones entre los poderes del estado y se definen derechos y obligaciones para los ciudadanos. Así las cosas, no se trata de un dispositivo, ni un documento, es una orientación aceptada y asumida a partir de unos principios filosóficos que son capaces de ordenar orgánicamente un todo, pero que sin duda, obedecen a una manera de pensar del como se debe construir un tipo deseado de futuro. El asunto es complejo y se requiere de la asistencia de muchos especialista, de gente que domine materias sociales, económicas, territoriales y ambientales y que ciertamente entrarán en conflicto, porque en síntesis todo pasa por las visiones ideológicas presentes en esos campos, en algunos, como el campo de la economía, las visiones pueden llegar a ser totalmente opuestas, entonces, plantear la participación ciudadana en forma masiva, no tiene otro sentido que ocuparla instrumentalmente en al menos tres escenarios, como población manipulada, como decorado, o como participación simbólica. No creo que se requiera otra constitución, la actual se puede ajustar, modificar o hacerle cirugía profunda por medio del trabajo duro de expertos, y validado por el voto de representantes ciudadanos elegidos e informados, el congreso, pero en realidad lo que se busca no es mejorar las relaciones entre nosotros, ni tampoco mirar el futuro con nuevas capacidades instaladas, lo que se busca es posicionar un proyecto ideológico asentado sólidamente en principios filosófico que quizás muchos no compartamos.
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