En 1991 Patricio Aylwin envió al Congreso un proyecto de reforma constitucional de reconocimiento de los pueblos originarios. No obtuvo los “quórum” constitucionales necesarios que establecía la Constitución de 1980. Diversas variaciones de esa proyecto no fueron aprobadas posteriormente.
Ahora Piñera quiere aprobar el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios. Ha repetido varias veces: “No hay nada más fuerte que cuando una idea tiene su hora”.
Pero, ¿Qué pasa si a una idea “se le pasó la hora”? Frente al proyecto de reforma constitucional presentado en 1991, al menos se puede decir que “ha pasado mucha agua bajo el puente”.
Si se aprueba en el 2011, podemos decir con el tango que “20 años no es nada”.
La gran mayoría de los países latinoamericanos tiene el reconocimiento constitucional de sus pueblos originarios en su ordenamiento jurídico.
Los ejemplo paradigmáticos de Canadá, Australia y Nueva Zelandia, deberían hacer reflexionar a los chilenos.
En Taiwan, hace 20 años, había un gran conflicto con sus pueblos originarios. En 1994 se realizó el reconocimiento constitucional. Hoy hay 6 diputados de los pueblos originarios en el Parlamento taiwanés. Hoy los pueblos originarios no son un pasivo, sino un activo para Taiwan.
Muchas veces se pueden plantear conflictos por intereses económicos entre personas individuales o empresas y las visiones de los pueblos originarios. ¿Cómo resolverlos? En Noruega también hay pueblos originarios y, cuando le plantearon esta encrucijada a un parlamentario noruego de visita en Chile, él respondió: “lo que es bueno para los pueblos originarios, es también bueno para Noruega”.
No lo aprendí en el colegio, ni en la universidad. Pero lo he ido aprendiendo con los años, como político. Chile es un país multicultural, con visiones de la vida distintas, con idiomas (o bables) distintos.
No somos Noruega, ni Canadá, ni Colombia, ni Taiwan, ni Venezuela. Pero sí podemos dignificar la vida de los chilenos que forman las diversas comunidades de pueblos originarios. Sí tenemos que reconocer que no somos todos iguales.
Para mí, la gran lección que deja la huelga de hambre de los presos “políticos” mapuches, es que el diálogo, el conocimiento y el reconocimiento del otro, pueden traer mejores resultados a los pueblos originarios.
Alguien plantea que los pueblos originarios deberían tener representantes en el parlamento, luego que se disponga del padrón electoral de los indígenas chilenos. Por supuesto que así debería ser. Alguien plantea que los pueblos originarios deberían tener representantes en los consejos regionales, elegidos en forma directa en base a dicho padrón.
Alguien plantea que en las comunas donde existe al menos un cierto porcentaje de pueblos originarios, como en Puerto Saavedra, Cañete, San Pedro de Atacama, Isla de Pascua, Cerro Navia y muchísimas comunas más, debería haber un cierto número de concejales elegidos por sus pares, dependiendo en cantidad de la proporción de ciudadanos de pueblos originarios. Cien por ciento de acuerdo.
¿Por qué no se ha producido el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios en Chile? Porque mucha gente de derecha tiene miedo a sus consecuencias. Unos pocos pensando en intereses económicos, la mayoría pensando en el concepto de “orden”, que es tan central en su pensamiento. Tenemos que considerar, de ahora para adelante, que para los chilenos el “orden” es muy importante, y que para esos chilenos, muchos medios de comunicación lo único que harán en ese tema es profundizar el temor.
Es un importante tema nacional, un gran desafío país y, a su vez, un problema de vida o muerte para muchos chilenos pertenecientes a los pueblos originarios.
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