Uno podría ver al humano desde un modelo instintivo o pulsional, compartido con otras especies, y tener una comprensión del individuo y de la comunidad. Esta característica instintiva o pulsional, tiene una condición que llamo proadictividad o preadictividad.
El enamoramiento, tiene la misma estructura, produce hábito, y puede terminar en adictivo si se convierte en un impulso incontrolable
El ser humano es un tipo de vida, que para mantenerse como tal y no enfermar, o morir, necesita una relación permanente con la naturaleza, de la que es parte, mediante tendencias conductuales que lo llevan a ciertos estándares: alimentarse, reproducirse, mantener un metabolismo, eliminar desechos, sudar, dormir, hidratarse, rango de temperatura, proteger a los hijos, tener afecto por las cosas, las personas y las circunstancias, asociadas a estas tendencias.
Al hacerlo tiene sentimientos –emociones- agradables, lo que se llama principio del placer. La vida está dada por los instintos, que culminan en los sentimientos agradables de la satisfacción de las necesidades básicas, y de sus símbolos que se transforman y construyen la cultura. Vida es bienestar.
Aquéllas conductas que mantienen el estado vivo, se acompañan de sentimientos de bienestar y tienden a repetirse. Así es que el modelo instintivo o pulsional, típico de nuestra especie, genera hábito, y es proadictivo o preadictivo puesto que, este hábito puede crecer y hacerse automático e incontrolable -compulsivo-, es decir, convertirse en adicción o dependencia, en amplios campos de la existencia. El hábito es fundamental pero su falla lógica es la adicción.
El enamoramiento, tiene la misma estructura, produce hábito, y puede terminar en adictivo si se convierte en un impulso incontrolable ¿Quien no lo ha experimentado? Otros ejemplos son las dependencias a drogas, al juego, el trastorno obsesivo compulsivo, a creencias, ideogramas o ideologías en los fanatismos religiosos, políticos o de otra índole, a la comida, al éxito, al poder, al dinero, a la Internet. Cualquier satisfacción, con el bienestar que produce en las experiencias favorables a la vida, en los individuos biológicos con modelo instintivo o pulsional, puede llevar a la dependencia.
Si miramos esto socialmente, vemos que contribuye a la sociedad de clases, que tiene causas multifactoriales: genéticas, epigenéticas, del entorno familiar, las condiciones sociales, las oportunidades. Lo que se debe a la dispersión de poder en las comunidades humanas. No somos iguales. Bajo las mismas oportunidades tampoco seriamos iguales. En una familia en la que todos comparten la crianza y valores, existen personas de muy distinto poder y capacidades.
Aquellos que tienen menos poder, menos oportunidades, menos satisfacción obtienen menos bienestar. Siguiendo esta dispersión de poder, otros tienen más poder más satisfacción y más bienestar. Con la insatisfacción hay frustración, un conjunto de reacciones que se viven como diferentes formas de sufrimientos, con diversas emociones desagradables, enfermedad y eventualmente la muerte, involucrando todos los planos: lo biológico, lo psicológico y también lo social.
La frustración enciende la agresividad, reacción para defenderse de la pérdida del estado vivo, la que actúa destruyendo los obstáculos, atacando a entidades que estarían dañando o crean la carencia en las personas o en los grupos. Mientras mayor insatisfacción mayor agresividad que puede expresarse en distintos niveles de violencia: emocional, verbal, conductual, individual, grupal, en distintos ámbitos.
La satisfacción, trae sentimientos de bienestar, y también tranquilidad, paz, sosiego. A medida que las condiciones de satisfacción permiten una vida más plena, se accede a niveles mayores de deseo y de bienestar, se genera y refuerza el hábito de mantener esas condiciones que dan mayor placer y tranquilidad: el progreso. Se produce un hábito a las mejores satisfacciones, bienestar, tranquilidad, agrado, en un espiral capaz de caer en la adicción o dependencia al bienestar, con descontrol del deseo individual, grupal y hasta social.
Esa escalada del hábito cuando se descarrila se transforma en compulsión por el poder, satisfacciones y beneficios, desatando un creciente sentimiento de angustia, agresividad y descontrol, para defender el estatus alcanzado: lo que sería el modelo biológico de la codicia; generalizado en la naturaleza. En los seres humanos el éxito vital tiende a recorrer el camino del hábito y de la compulsión o dependencia, que en un sentido más vulgar o coloquial conocemos como codicia. Pudiendo llevar a convertirse en codicioso(s), según estamos hablando aquí: adicto al poder: hombres y mujeres, pobres, ricos, derechas, izquierdas, creyentes, ateos; todos. Con lo que se produce fragmentación social, ya que la adicción es perder, principalmente, la capacidad de identificarse con el total. Está a la vista en todos lados.
Además, como en la sociedad existe dispersión de poder (genética, educación, dinero etc.), caer en este torbellino de éxito compulsivo, adictivo, lleva a que su satisfacción sea a expensas de aquellos que tienen menos poder, que se toman por simple combustible.
Entonces ¿Cómo hacer para que el éxito individual y social no devenga en egocentrismo, en codicia: en las iglesias, en los partidos políticos, en las empresas, en todas las relaciones entre las personas, cosas y circunstancias?
Siempre se ha creído que es posible, a través del caer en una forma conciencia, la que a pesar de todas estas vicisitudes estructurales, comprenda el sentido global de la vida; y nunca se ha conseguido. También esa consciencia: la pretensión de un camino real para el bienestar en el desarrollo, que no se pervierta en la codicia -en la compulsión del poder con su fragmentación social y abuso inherentes-, se ha relacionado con la espiritualidad, o con la ética.
La política, correspondiente a esta pretensión de desarrollo sin codicia –individual y social-, sería: aquellas acciones para satisfacer las necesidades básicas materiales, y sus símbolos, con la espiritualidad de una conciencia alerta a la totalidad de la existencia en la naturaleza.
Comentarios
11 de mayo
Una invitación a quitarnos la vestimenta (aunque sea la chaqueta por ahora) para «vernos» en ámbitos de la persona, la familia y la sociedad. Interesante mirada.
0