¿Cuántos chilenos, al momento de someterse a una cirugía, han pensado que el médico pudiera usarlo para «experimentar» o aprender con este procedimiento? Por ello es que buscamos un especialista, averiguamos sobre su formación y competencia, y habitualmente pedimos recomendaciones. Lo mismo ocurre en la arena política. Hay quienes se apasionan con el «doctor de la tele», o creen en el «remedio casero» y ponen toda su esperanza en esa «agüita de hierbas» como si en ella encontraran la cura de sus males.
Hoy las candidaturas mediáticas buscan despertar emociones, crear personajes de sonrisa fácil y sin mayores antecedentes políticos ni logros que constituyan una evidencia empírica de experiencia y competencias para conducir un país.
Hace unos días, muchos vimos con desilusión y angustia que Chile perdió una gran oportunidad. Le dio la espalda a un reconocido estadista y cerró las puertas a un experimentado en la política y en las políticas públicas, a quien muchos consultaban, incluso desde tiendas políticas opuestas. Me refiero a Ricardo Lagos, que alcanzó la Presidencia de Chile en momentos y circunstancias en que se requería mucho más que coraje. Él aportó habilidad, capacidad de negociación, temple político, visión de futuro y capacidad de diálogo.
Hoy las candidaturas mediáticas buscan despertar emociones, crear personajes de sonrisa fácil y sin mayores antecedentes políticos ni logros que constituyan una evidencia empírica de experiencia y competencias para conducir un país. Los ideales, principios y trayectoria partidista, son dejados de lado como si fuera un defecto. Si pensáramos en la estructura del Imperio Romano, que tuvo épocas gloriosas e influyó en el desarrollo de la vida política y social y en todos los ámbitos de la cultura y más aún, en su influencia en el campo del Derecho, el respeto a la sabiduría, la experiencia y el conocimiento, tal vez el análisis de nuestro mundo político habría sido distinto. En la política romana primaba el «In senectute bona», que no es otra cosa que la bondad de la vejez, el respeto a la sabiduría y madurez de las personas mayores, quienes conformaban un Consejo llamado Senado. Sin embargo, los conflictos propios de las brechas generacionales han llevado a muchos a despreciar la sabiduría y a tratar de imponer acciones impulsivas, relegando a quienes les pueden guiar y pavimentar el camino. La República Romana confiaba en la edad avanzada y no en la juventud impetuosa, que en su afán de poder se dejaba llevar por los deseos de gloria y honores. Hoy se repiten algunas de esas historias en que la sabiduría y madurez de las personas mayores a algunos les molesta. El derecho a elegir impera. El deber de «saber elegir» se olvida.
En estos días sobraron los elogios y recuerdos respecto de la vasta trayectoria de Ricardo Lagos. Hay quienes han reseñado su vida dedicada a la democracia y a la libertad. Otros han repasado sus logros nacionales e internacionales. Su participación en organismos públicos, en la cultura y en la educación. Nada de eso borra el desprecio hacia Ricardo Lagos. El rechazo imprudente que le arrebató a Chile un buen candidato y un maestro en lo que a la conducción de la Nación se refiere. El líder de fácil diálogo, de prudente trato y de mesura, fue descartado. Se perdió el valor del «senex», el hombre de mayor edad y experiencia. Tendremos que bailar al ritmo improvisado de los músicos que ahora llevan el pandero.
Luis Fernando Ibarra Gómez
Trabajador Social
Presidente de Stgo Somos Todo
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