Cada cierto tiempo, cuando hay algún tema de discusión a nivel país, suele aparecer la torpe visión de «izquierda v/s derecha». Me resulta, en un principio, curioso -aunque ya, por lo general, me apesta- ver cómo la gente que se identifica con alguno de estos grupos se creen dueños de todo el espectro político, como si todo lo que se hable debiese caer en alguno de esos bloques, negando toda posibilidad de construir mejores opciones.
Pienso que es momento de dejar atrás ese tipo de pensamientos y desarrollar un nuevo patrón de ideas que sea integral, uno que se dé cuenta y asuma, por ejemplo, que crecimiento y distribución no son opuestos, o que libertad e igualdad o equidad tampoco lo son. Mejor aún, vayamos más allá, pensemos en formas que ni siquiera se centren en esos temas, sino que se preocupen por lo correcto e incorrecto; de lo que trae felicidad e infelicidad; de lo que genera bienestar o malestar; de si repartimos justicia o injusticia; de si favorece la cooperación por sobre la competencia; que considere la sustentabilidad como componente elemental y no opcional; que practique una democracia con verdadera participación ciudadana; que la actividad económica sea realmente controlada por la ciudadanía y no por «una fuerza invisible» como si fuera un ente con vida propia; que las normativas que rigen nuestra convivencia fuesen discutidas y definidas por quienes afecta y no por pequeños «dictadores de tiempo limitado», como sucede hoy con cualquier cargo de elección popular.Con la participación de los más posibles, lograremos construir algo que realmente nos represente y nos llene de sentido de pertenencia.
¿Se imaginan una corriente política-económica preocupada por esos elementos? ¿Que las decisiones que afectan a la sociedad se basaran en esos elementos? Es utópico me dirán. Pues sí, si es que usted no quiere hacer nada. Pero si aportara desde su posición actual y abandonara su actitud de «que otros decidan porque son expertos», le aseguro que se podría. Y créame que el mayor obstáculo no es técnico, sino de voluntades. Hoy ya muchos, muchísimos, lo han entendido y están haciendo algo que pudiera parecer insignificante pero que sin duda hace del mundo un lugar mejor, sin recibir ningún crédito e incluso siendo atacados y/o menospreciados.
Así que lo invito a comenzar cuestionando su propia actitud de simplemente «seguir la corriente», y luego pregúntese ¿de verdad no se pueden hacer las cosas de manera diferente a la actual? ¿En serio nuestra «forma de país» es la mejor opción? Y que esa duda lo lleve a encontrar respuestas, puesto que lo más probable es que termine encontrando unas mejores que las mías. Con la participación de los más posibles, lograremos construir algo que realmente nos represente y nos llene de sentido de pertenencia.
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