Este es un tiempo de refundaciones –al revés de lo que sostuvo el editorial de La Tercera del 10 de agosto-, y un plebiscito de cambio de la constitución no nos llevará a la ruina, como afirmó el presidente de la DC, Ignacio Walker, en su reflexión publicada el 17 de este mes.
Un modo democrático de decidir
Este es el primer tema de fondo del debate en curso. La constitución que nos rige lesiona el poder constituyente del pueblo de Chile, toda vez que el plebiscito que ella contempla, por una parte, no permite votar una nueva carta constitucional y, por la otra, supone que exista un conflicto previo entre ejecutivo y legislativo para ser convocado. Es de verdad curioso que el referéndum en nuestro país esté orgánicamente vinculado a una confrontación de poderes institucionales, y no sea un medio legítimo de recabar la voluntad ciudadana en asuntos clave para nuestra convivencia y desarrollo.
El referéndum en las constituciones democráticas no es “un arma riesgosa” como editorializa La Tercera, sino un modo democrático de decidir, por parte de la ciudadanía, sobre aquellas materias fundamentales que comprometen a más de una generación, a saber, el tipo de energía que requiere el crecimiento económico y la sostenibilidad ambiental, o si el agua debe o no privatizarse o si la educación con financiamiento público admite o no el lucro, entre otras.
La convocatoria directa a la ciudadanía, para que decida entre opciones de validez sustantiva para la comunidad, a nivel de una comuna, región o país, es un procedimiento jurídico no extraño a la “democracia de instituciones”. Utilizo esta expresión entrecomillada, porque es la que el senador Walker escoge para dejar a priori fuera del campo de la democracia representativa la “forma del plebiscito”, propia esta última, nos dice, de “ una democracia plebiscitaria y populista”. Cabe entonces preguntarse si Gran Bretaña con su referéndum para reformar el sistema electoral (mayo, 2011); Italia, que usó este mecanismo para evitar la privatización de los servicios de agua potable (junio, 2011), o Alemania, que consultó a sus ciudadanos respecto de la instalación de reactores nucleares en su territorio (mayo, 2011), son ejemplos de “demagogia y populismo”, tal y cual como descalifica el presidente democratacristiano toda alternativa plebiscitaria.
Las potencialidades democráticas del referéndum
Ya puede plantearse el segundo tema de fondo de esta conversación sobre plebiscito y democracia, con la siguiente pregunta: ¿cuál es valor institucional que debiera tener el referéndum en Chile? Acá se inscribe el asunto decisivo para el país del cambio de la Constitución. Sea que el liderazgo lo asuma el Congreso o, en su defecto, una asamblea constituyente, la ciudadanía espera –y más temprano que tarde lo exigirá- ejercer su derecho a darse una nuevo orden constitucional. Y confía desde luego en que ese proceso de representación de la soberanía del pueblo en una nueva carta magna se realice de manera participativa, con un debate amplio e informado y un plebiscito resolutivo.
El nuevo texto constitucional debe incluir el procedimiento jurídico y político del referéndum, en los mismos términos que las constituciones de países con democracia representativa lo han consagrado, esto es, para convocar a la ciudadanía a resolver con su voto libre, secreto e informado aquellos temas que la sociedad considera determinantes para el futuro del país. Un ejemplo: ¿las centrales termoeléctricas, basta con que estén reguladas en sus emisiones o debieran prohibirse?
Los límites éticos del plebiscito
El tercer tema de fondo de este debate también lo identificamos con una pregunta: ¿cuáles son los límites que una democracia debe definirle a un plebiscito? Es claro. No se le otorga validez democrática al uso del plebiscito –en vez de elecciones libres- para designar gobernantes o alargar la extensión del período de gobierno de los ya electos. Y tampoco es legítimo usar el plebiscito para votar la vigencia de los derechos humanos, dejando sin efecto las convenciones o tratados que los protegen. Un ejemplo: no se puede someter a sufragio popular si cabe o no aplicar la tortura a los delincuentes como un medio correctivo de su conducta antisocial; y otro: no se puede someter a votación imponer la censura a los medios de prensa. Por eso – porque el plebiscito tiene los límites éticos de la democracia y los derechos humanos- es que resulta equívoco afirmar, tal cual lo hace el senador Ignacio Walker, que “voto a favor de una democracia representativa”, como si esta cuestión fundamental pudiera llevarse legítimamente a plebiscito.
Democracia participativa
Para quienes promovemos la democracia participativa, la crítica al elitismo político y socioeconómico en nuestro país no es un cuestionamiento a la democracia representativa sino a la forma elitista de esta democracia representativa. En consecuencia, abogamos por una democracia moderna, cuyas formas participativas no colisionan sino fortalecen las instituciones del sistema político representativo, y a la vez posibilitan una incidencia real de la ciudadanía en el gobierno del país, así como de sus regiones y comunas, y en la labor parlamentaria.
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Foto: Nerd! / Licencia CC
Comentarios
24 de agosto
Muy oportuno y clarificador el artículo pues hay mucha confusión especialmente cuando se intenta contraponer la democracia representativa a la consulta popular.
Y más aún cuando se asimila la inclusión de estos mecanismos de participación y consulta ciudadana con modelos chavistas o populistas.
Es tan grande el prejuicio que hasta la elite dirigente y formadora de opinión pública ignora que este mecanismo acaba ser ratificado en la Ley 20500 de Participación Ciudadana simplificando los requisitos para su convocatoria para resolver asuntos locales.
No hay que dejar pasar estas ruedas de carreta con la apariencia de respetar nuestra institucionalidad.
Acá vale el comentario de Tironi de que nuestra generación (la mayoría) quedó tan traumada que solo busca defender la institucionalidad democrática. Y l@s jóvenes nos dicen: ese es su problema no el de ellos: déjennos usar la democracia, sin miedo ni restricciones.
Llama la atención que hoy cunde en España el movimiento por reformar la constitución casi calcado para la demanda de l@s jóvenes chilenos: http://politica.elpais.com/politica/2011/08/23/actualidad/1314102159_430725.html
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