Hemos enfrentando un nuevo periodo electoral, y el llamado a participar de esta ”fiesta ciudadana” nuevamente no resultó, ya que cada vez es menos tentador el proceso y los motivos son ya archiconocidos.
El descontento con la “clase política” ha alcanzado cifras nunca antes vistas y era de esperarse que nuestros niveles de tolerancia disminuyeran, debido al incesante mal proceder de muchos de nuestros parlamentarios y los reiterados escándalos en que se han visto involucrados han generado una mayor desconfianza. Además de los últimos errores del SERVEL y el Registro Civil provocando desconcierto en los ciudadanos para el proceso de elecciones, y esto suma y sigue. Lo cual ha desmotivado aún más a los chilenos, generando una gran merma en la participación ciudadana.Cada vez que no votamos es una oportunidad que desperdiciamos para hacer mejor las cosas y las consecuencias seguirán resultando nocivas para los grandes cambios que merecemos en nuestro país.
Pero no solo se toma la conducta del rechazo en las personas frente a lo político, también se observan otras conductas acomodativas que van estructurando un tipo de comportamiento que se ve a nivel general en las distintas prácticas sociales y cotidianas.
Estas conductas representadas por el facilismo, elegir aquello que es más cómodo a la hora de tomar decisiones, denota un bajo proceso de reflexión en el día a día, y así mismo se manifiesta en el plano político. Elegimos al más llamativo, al más recurrente, a aquel por el cual todos votan, finalmente a cualquiera, sin ningún previo análisis para un suceso tan importante como es elegir a quienes deben administrar nuestras comunas, y estas conductas son aprovechadas por los candidatos que en períodos de elecciones vemos como se presentan ante los electores como un producto y me baso en que se centran más en la imagen y la apariencia que en los contenidos de fondo, presentándose cada uno a sí mismo como un producto más atractivo que los demás candidatos, siguiendo una línea de competencia y consumismo.
Referido a esto se realiza la siguiente analogía; pues al revisar la oferta política no solo en estas elecciones sino que también en elecciones anteriores y vamos notando ciertos patrones de conducta que se van asimilando a lo que he denominado “el dilema del patio de comidas”, ya que creo que en esto podemos tener una conducta de hábito. Además de otras similitudes que podemos encontrar. Pero mantendremos el foco en los candidatos y la forma mercantil en que abordan sus campañas.
Supongamos que el patio de comidas es toda la oferta disponible, en donde diremos que el 80% de la oferta es un estándar y luego hay un 20% con ciertos matices que lo hacen diferente, y ya teniendo el total de posibilidades disponible, empezamos a comparar entre unos y otros tratando de buscar diferencias de acuerdo a nuestros criterios y finalmente logramos decidirnos por una opción.
Mientras observamos esta diversidad de opciones para poder decidir en el patio de comida, en el fondo, son opciones que ya se encuentran delimitadas por los oferentes, menús específicos, a precios determinados. Cualquier cambio en el menú por parte de los consumidores significa una complejidad, los precios cambian muchas veces aumentando el costo, y por ende complicando la elección de los clientes, lo que conlleva a una difícil elección de libre albedrío, por tanto la libertad y la sensación de diversidad no resulta clara, por no decir, es casi inexistente, porque los menús, y las cartas ya previamente determinadas resultan más cómodas, más fácil de seleccionar, y decides finalmente optar por las opciones que te ofrece el patio de comidas.
Es decir, eliges el plato que gusta a la mayoría y esta conducta se hace parte de nuestro día a día, se convierte en hábito y la terminamos naturalizando. Pues bien, estas ofertas son de calidad regular, en algunas ocasiones los platos están fríos, el sabor no era el que esperábamos y no se parecen a la publicidad pero finalmente en virtud del tiempo, de la cercanía y esa comodidad a la que nos hemos malamente acostumbrado terminamos por aceptar estos productos, y finalmente queda muchas veces una sensación de decepción y arrepentimiento, ya que nuestra elección no cumplió con las expectativas y luego nos queda una sensación de arrepentimiento y empezamos a pensar que podríamos haber buscado una mejor opción, sin embargo ahí vamos de nuevo, entrando en la misma dinámica y la sensación de incertidumbre sobre si tomamos la mejor decisión o no.
Pues bien, en el mundo cotidiano vivimos eligiendo entre un sinfín de opciones, así como en los patios de comida rápida, también lo hacemos en tiendas de ropa y accesorios, el colegio para los hijos, la anhelada casa propia, etc. y así vamos decidiendo entre una amplia gama de productos y servicios, y el mercado generalmente ofrece un amplio y diverso conjunto de opciones (por lo menos nos deja la sensación de que es así) a los que la mayoría de las personas accederán a realizar una elección.
En el plano político el escenario se presenta de modo similar, con una variedad de opciones, en donde las personas terminan por elegir a los mismos de siempre, en la mayoría de los casos. El ejercicio de informarse adecuadamente es bajo, la reflexión resulta casi inexistente y esto a largo plazo termina resultando insatisfactorio al ver que las cosas no cambian nunca, las mismas políticas, los mismos problemas sociales, en consecuencia obtenemos ciudadanos disconformes con la política.
Sin embargo, esta disconformidad es el resultado de nuestras mismas actitudes cotidianas; la baja reflexión de aquello que consumimos o elegimos, desde una prenda que vestimos, hasta las políticas que buscamos. Todo esto es el reflejo del distanciamiento y desvalorización de los temas políticos, lo cual ha sido posible visualizarlo una vez más con la abstención en las elecciones municipales 2016.
Finalmente en estas elecciones ganó la desorganización y la falta de compromiso como sociedad, tenemos que entender que no podemos vivir de comida rápida toda la vida, al igual que no podemos obrar con esa falta de madurez en lo político, hay que cambiar el modo de hacer las cosas, informarnos y pensar en sociedad, así mismo podemos contribuir a mejorar la oferta política y cambiar la relación mercantilista que se ha instaurado. Ya que informados podemos tomar mejores decisiones y exigir, tenemos que darnos ese trabajo por nuestro bienestar, debemos tener siempre presente que está en juego no solo nuestro futuro sino el de toda una sociedad, y no podemos tener conductas paternalistas en dónde estamos esperando que vengan otros a solucionar nuestros problemas, no debemos ser individualistas y superficiales a la hora de tomar una decisión y elegir, ya que en el caso contrario, cada vez que no votamos es una oportunidad que desperdiciamos para hacer mejor las cosas y las consecuencias seguirán resultando nocivas para los grandes cambios que merecemos en nuestro país.
Por:
Paulina Del Carmen Ester Muñoz Medina
Cesar Enrique Muñoz Medina
Comentarios
24 de noviembre
Esa lógica incluye pensar que el universo es sólo ese patio de comida. Personalmente soy militante de un partido, y no fui a votar. El descontento, o la profunda decepción, de la ciudadanía es con aquellos de su mismo sector. Es muy pronto para saber en qué decantará.
Es falso que haya desinterés o apatía, lo que hay es un enorme desprecio a los delincuentes que se autodenominan políticos, y se arrogan nuestra representación. No a los patios de comida, vamos por nuevos guisos!
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