Estoy cansado de esa izquierda romanticoide que sigue estancada en 1970. Estoy cansado de sus discursos retrógados, añejos e infantiles. Estoy cansado de los jóvenes que hacen de esta noche un motivo para agarrarse con carabineros y dárselas de choros, que no cachan una, que no tienen compromiso con alguna causa o no votan.
Son las 21:15 hrs. Estoy en la esquina de Departamental con Gran Avenida. Me voy a mi casa. Al menos eso quiero.
Mi sobrina me pregunta por whatsapp dónde estoy y si voy a llegar. Le contesto que estoy esperando la micro que llegaré en 15 minutos. Me dice que tenga cuidado porque se escuchan disparos, hay olor a neumático quemado y le pica un poco la nariz.
Miro a mi alrededor pero todo se ve normal. Hay vehículos particulares y micros circulando. No hay carabineros cerca. Le digo que igual me parece extraño porque es temprano y además todo se ver normal en esa esquina. Para tranquilizarla le digo que le avisaré en caso de no poder llegar a la casa.
Veo que siguen circulando vehículos, todo tranquilo pero me empiezo a impacientar porque no pasa la micro que me deja en mi casa. Estoy a 15 minutos. Cómo tanto, me pregunto.
Son las 22:40 hrs. Sólo pasa un bus de acercamiento. Decido tomarlo y luego tomar un taxi que me deje en la casa antes de que se haga más tarde.
El bus me deja a mitad de camino. En el paradero me encuentro con una joven que coincidentemente vive cerca de mi casa. Donde yo vivo es raro que haya gente manifestándose. Y eso que estamos frente a La Victoria: no lo hacíamos en dictadura, mucho menos en ahora.
Se nos acerca un hombre que vive a pasos de este paradero. Nos dice que el tráfico está cortado por Carabineros y que ya no están circulando buses del Transantiago. Nos miramos con la chica y decimos ir caminando. Estamos cerca y no tenemos otras opciones. Agradecemos al hombre y empezamos a caminar.
Aprovechamos de conocernos. Ella no es del sector de donde vivo sino de otra comuna. Vive ahí porque su pololo y su mamá trabajan en la Feria Lo Valledor. Mientras saca un cigarro y lo enciende le cuento que vivo hace mucho en esa población, desde los cuatros años. Antes, cuando estábamos en el paradero, un señor nos había dicho que el sector a donde íbamos era muy peligroso, que ahí había un «barrio chino» y que lo conocía perfectamente, a pesar que vivía en otra comuna. Para mis adentros me reía por tanta tontera.
Efectivamente es un sector complicado pero, según yo, no más que cualquier otro de la zona sur de Santiago. Antes, en dictadura, la cosa era distinta. Teníamos que estar en casa muy temprano. Las protestas eran prácticamente batallas campales. Los motivos de la luchan era otros, y era eso, luchar. Hoy La Victoria, un ejemplo de lucha y resistencia como se decía, ya no es lo que era. La droga, el nuevo enemigo, ha hecho estragos. Ha sido uno más silencioso y efectivo que el otro.
Esto le iba diciendo a esta chica. Ella me contaba que venía de haber pasado la tarde en Fantasilandia, que el Parque O’Higgins estaba lleno por lo del Lollapalooza. Nos reímos de lo alharaca que puede ser la gente cuando no conoce un lugar ni su gente.
Antes de llegar a la esquina de Avenida Clotario Blest (antigua La Feria) con Departamental, nos encontramos con un grupo de Carabineros que estaban desviando el tránsito. Son de las Fuerzas Especiales, le dije. Íbamos a preguntarles si era seguro seguir. Pero como estaban ocupados dando instrucciones a los automovilistas, seguimos.
Ella me contaba que donde vivía también los jóvenes salían a protestar en estas fechas pero que ella ya no lo hacía porque era pura chacota. Que al final ni ella sabía bien para qué salía, sólo seguía a sus amigos.
En esto llegamos a la esquina de Clotario Blest con Departamental. Habían cinco vehículos de FF.EE. y al menos 20 efectivos. Nos aceramos a preguntar si era seguro seguir por Departamental. Antes que el carabinero nos respondiera sonó un estruendo. Nos miramos entre todos. «Ahí tiene la respuesta, es más seguro que baje hasta Carlos Valdovinos». Pero bajar hasta allá nos aleja mucho de nuestras casas. «Gracias, buenas noches», y nos fuimos por La Feria.
Llegamos a la esquina de 30 de Octubre y vemos que hay una patrulla de Carabineros, pero que los autos están entrando a La Victoria. «Entonces quiere decir que podemos irnos por allí y luego entramos a la Feria Lo Valledor y de ahí la casa. No es tanto», le digo a la chica.
Entramos a La Victoria. La gente en la calle y en las esquinas se dedicaba conversar como si fuera cualquier otro día, como si en Departamental no estuviera pasando nada. «Usted tenía razón. Esto está tranquilo», me dice la joven. Efectivamente estaba «tranquilo». En otra época ni pensar en transitar por la población en esta noche y a esta hora. Lo que más vimos fueron botillerías abiertas, jóvenes comprando copete y algunos tomando en la calle. Mientras conversábamos, nos llega una bocanada de gas lacrimógeno. Nos tapamos la cara para no respirarlo y seguir nuestro camino. La gente en las calles seguía como si nada.
Antes de llegar a La Vega, la chica me dice que quiere hacerme una pregunta. Se enreda toda para poder hacerla. «Ya, pregunta con confianza», le digo. «¿Usted es heterosexual?» La quedo mirando y nos reímos juntos. «A mí no me gusta esta palabra, pero yo soy bisexual», me dice. Le agradezco la confianza y honestidad. Este diálogo fue lo más revolucionario de toda la noche.
Finalmente llegamos a «La Vega». Allí ya nos sentíamos más seguros. «Yo conozco a mucha gente aquí», me dijo. Caminamos confiados, pero en la cuadra que nos quedaba para llegar a la casa, otra bocanada de lacrimógena. Esta vez es más fuerte. No podíamos respirar, nos ardían los ojos y llorábamos. «Pero si por aquí no anda nadie», me dice. «Ya no queda nada. Caminemos rápido», le digo yo.
La dejo en su casa, le indico dónde vivo yo y nos despedimos. Llego a mi casa. Vivimos en el segundo piso de un block. Saludo a mi sobrina y le digo si han tenido problemas. Me dice que no, que no han protestado por aquí cerca y que incluso hay gente que tiene fiesta. De hecho nuestro vecino estaba tomando en el departamento de al lado. La sede vecinal la habían arrendando también para una fiesta. Todo normal.
Estoy en el baño fumándome un cigarro. Es el único lugar en que se puede. Tenemos en casa un hermoso bebé de apenas 15 días de nacido.
Termino mi cigarro y escucho ruidos. Pienso que mi vecino se puso jugoso y que están discutiendo o peleando. Se oyen voces y gente subiendo la escalera. Alguien grita «todos vivimos acá, todos somos de acá. Nadie está haciendo nada malo.» Carabineros de Fuerzas Especiales entró al block. Efectivamente nadie está haciendo nada malo, excepto tomar, conversar y estar encerrado en la casa.
«Acaso no tení’ familia gueón». Y de repente se siente un ruido como explosión, tiembla el departamento y comienza a entrar gas. La gente, que estaba en el balcón de su propio departamento mirando qué hacía ahí el cuerpo especializado de Carabineros, comienzan a gritar. Todos tratan de sacar la bomba fuera porque hay niños viviendo en la mayoría de los departamentos.
Por suerte teníamos todas las ventanas cerradas, pero el gas comienza a filtrarse por debajo de la puerta. Nuestro bebé comienza a llorar. Intentamos aislar el gas que se ha filtrado a la pieza donde él se encuentra con ventiladores. Nadie entiende nada. La gente que está protestando está muy lejos de donde vivimos nosotros. Tampoco hay hordas de manifestantes arrancado o tratando de meterse a las casa para escabullirse.
Logramos calmar al niño. Nos quedamos un par de horas más en pie, por si acaso.
Sigo sin entender nada. Esto de verdad no tiene pies ni cabeza. De ambos lados, los jóvenes que salen a protestar y los carabineros que reprimen, están equivocados. Es un completo sin sentido.
Al otro día mi mamá se entera que Fuerzas Especiales como «medida de protección», se dedicó a lanzar bombas lacrimógenas a las casas para que la gente no saliera. No sólo encuentra restos de esas bombas sino que además encuentra una sin detonar. Nos dicen que también tiraron una dentro de la sede vecinal y la gente que estaba celebrando tuvo que salir arrancando.
Estoy cansado de todo esto.
Estoy cansado de esa izquierda romanticoide que sigue estancada en 1970. Estoy cansado de sus discursos retrógados, añejos e infantiles.
Estoy cansado de los jóvenes que hacen de esta noche un motivo para agarrarse con carabineros y dárselas de choros, que no cachan una, que no tienen compromiso con alguna causa o no votan.
Estoy cansado de los Carabineros y su nula inteligencia para proteger con seguridad a la población, su total falta de criterio para actuar, que sigan el jueguito todos los años, que sigan quedándose al margen y actúen como si no fueran ciudadanos de nuestro país.
Estoy cansado de los medios de comunicación que hacen de esta jornada un festín de noticias amarillistas y no contribuyan en nada a conmemorar esta fecha, que no inviten a reflexionar la historia reciente, metidos hasta las patas en este juego a dos bandos.
Comentarios
30 de marzo
Comparto tu comentario de principio a fin gracias
+5
01 de abril
Muchas Gracias María.
Saludos!
30 de marzo
pero que buena columna!!! Y hay que ser muy iluso para seguir creyendo en los medios de comunicación, a esos weones hay que prenderles fuego.
+2
01 de abril
jajajaj! XD
No es esa la solución Jano (aunque suena tentador)
Ahí también tenemos que entrar a picar.
Saludos!
31 de marzo
Tu columna está llena de sinceridad y muy bien escrita. Imaginaba todo lo que describías; un pedazo de realidad que para muchos no existe. Hace bastante rato que la conmemoración del «Día del Joven Combatiente» no tiene el sentido de recordar a dos hermanos asesinados en dictadura casi 30 años atrás. Hoy solo existe un grupo de antisociales – muchos menores de edad – que creo poco o nada saben lo que ocurrió el 29 de marzo de 1985. Si al menos el propósito de recordar a todos quienes murieron luchando por la democracia se cumpliera, ya sea con un acto, ya sea con la verdad; podríamos sentirnos partícipes. Pero lamentablemente ese día hoy sólo se presta para un actuar irracional de delincuentes y carabineros. Saludos
+1
01 de abril
Muchas Gracias por tus palabras Claudia.
Y creo que es un excelente corolario a la columna.
Me habían dicho que faltaba el «remate», y tu has dado con él.
Abrazos y saludos.
01 de abril
Gracias por tu artículo, sincero, bien escrito y lúcido. Muchos estamos cansados de estas izquierdas y derechas, quizás un nuevo Chile sea posible, en todo caso, nuestro pueblo sigue reaccionando a los viejos slogan y estos profesionales de la politica lo saben, saben también que mientras más mantengan a la gente en un conflicto perpetuo, mejor serán sus dividendos. Respecto a carabineros, comparto, quizás necesitemos gente más educada y capacitada, para ello se requiere, no un curso de preparación, sino una carrera profesional, mejores sueldos y además una adecuada protección legal, tal como van las cosas, pronto aparecerá la corrupción y la infiltración de la delincuencia en sus filas. Sobre los delincuentes, nada que decir, todo se ha confabulado para protegerlos.
+3
01 de abril
Gracias a ti Sergio.
Efectivamente, dentro de los mcuhos cambios que deseamos, no puede quedar fuera la situación de carabineros ni los medios de comunicación en general. Debemos trabajar por ellos también.
Saludos!
01 de abril
Emerson, mil gracias por tus palabras! Y por retratar de una manera tan clara la realidad de muchos compatriotas
Suerte!
+1
01 de abril
Muchas Gracias!
Éxito en todos tus proyectos!
01 de abril
Genial
0
01 de abril
jajajaja! XD … Gracias Andrés.
Saludos.
03 de abril
Hace rato que se convirtió en el día del joven «delincuente», pendejos que medios volados, se amparan en la política, las manifestaciones sociales, la dictadura y cualquier movimiento de gente para descargar su agresividad contenida, producto de una pésima educación y una segregación de las tantas que tenemos en nuestro país. Los carabineros son sólo la excusa que necesitan y viceversa, para reaccionar. Falta quien, con los pantalones bien puestos, sea capaz de detener tanta tontera.
0
04 de abril
Fernando:
Creo que ese «hace falta quien, con pantalones bien puestos, sea capaz de detener tanta tontera», es un trabajo diario de cada uno de nosotros por salir de este infatilismo en que nos tiene sumergidos el asistencialismo gubernamental y el presidencialismo.
Es momento de que como país seamos más maduros.
Un abrazo!
08 de abril
Muy buena columna! Yo no soy de santiago, sino de Concepción, y ahí para el día del joven «delincuente» llegaban estos chicos encapuchados a lanzar piedras, hacer barricadas y lanzar una que otra molotov en la universidad en que estudiaba.
Con los años los que ya habíamos vivido eso sabíamos que ese día había que hacer todo rápido a al medio día estar desalojando, los profesores eran los primeros que huían (muchas veces destruían sus autos que estaban estacionados en la calle).
Veía como desde una calle estaba carabineros «mirando», en el otro extremo estaban estos chicos saltando y alentandolos a iniciar el enfrentamientos con los típicos cantos que todos sabemos (ula ula…), hasta que al final se armaba la guerra campal.
En fin, un día en que algunos justifican el «sueldo» y otros lo ocupan para descargar la ira… ¿Dónde queda el resto? Obligados a irse a sus casas temprano para evitar encontrarse con algún incidente.
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02 de mayo
Gracias Catherine.
Es lamentablemente cierto.
Y es doblemente triste pensarlo desde la perspectiva cultural, que avanza a paso lento.
Slds.